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La Ciudad 13 de junio de 2020

La sorprendente polémica por los dos monumentos a San Martín

Hace poco más de medio siglo, Mar del Plata vivió una de las polémicas más insólitas de su historia. Cuando un comisionado municipal intentó sacar de Luro y Mitre el monumento a San Martín.

Por Gustavo Visciarelli

En 1969 el monumento a San Martín de Luro y Mitre vivió momentos de zozobra: la Municipalidad intentó trasladarlo al parque homónimo, frente al mar. Paralelamente, compró la estatua ecuestre que hoy vemos en el parque San Martín para instalarla en Luro entre Mitre y 25 de Mayo, con el consecuente corte de esa arteria céntrica. Tal proyecto fue impulsado por el coronel Pedro Martí Garro, intendente de facto durante la dictadura del general Juan Carlos Onganía.

El monumento a San Martín anciano fue realizado durante la última presidencia de Juan Domingo Perón y su autor, surgido de un concurso público, fue el escultor Luis Perlotti. La obra recrea un óleo del pintor Antonio Alice que muestra al prócer en su exilio, mirando melancólicamente hacia Sudamérica desde un acantilado de Boulogne Sur Mer. Su inauguración se produjo el 10 de febrero de 1956, pocos meses después del derrocamiento de Perón.

Origen de la polémica

¿Por qué Martí Garro quiso sacarlo de allí? En verdad, la postura del comisionado resumía el pensamiento de algún sector que jamás digirió la imagen del Libertador vestido de civil. Las crónicas de la época mencionan ese aspecto con pasmosa naturalidad, pero tenemos un testimonio mucho más cercano: el de Alfonso Janeiro, quien pronto cumplirá cien años y fue el constructor del pedestal.

“Yo hablé de este tema con Martí Garro. Me dijo que toda la gloria de San Martín reposaba en su actividad militar y que había que recordarlo como tal. Yo le respondí que otras personas pensaban distinto”, recuerda Janeiro.

Hay otro detalle que nos ayudará a comprender el resto de la historia. La estatua ecuestre que hoy tenemos en el parque San Martín se repite en varias decenas de ciudades del país. Es un modelo clásico que nació en 1860, cuando el gobierno municipal de Santiago de Chile contrató al escultor francés Luis Daumas para dedicarle un monumento a nuestro Padre de la Patria.

Argentina aún no había homenajeado al prócer de esa manera y el gobierno, en franca competencia, corrió tras el mismo escultor. La obra, con algunos detalles que la diferencian de la chilena, se encuentra en la porteña plaza San Martín y sus réplicas se esparcieron por el país merced al molde que pertenece al Instituto Sanmartiniano.

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Un monumento por otro

Volvamos a Mar del Plata. En 1969 la Municipalidad llamó a licitación para construir en Mitre entre Luro y 25 de Mayo el emplazamiento del nuevo monumento con un presupuesto de casi 20 millones de pesos. Y el 3 de febrero se realizó la apertura de sobres con cuatro propuestas y una sorprendente impugnación.

Pocos días antes -el 25 de enero- el escultor Luis Perlotti había muerto en un accidente de tránsito en Punta del Este y su viuda, Filomena Blanco, fue quien impugnó la licitación con el patrocinio del abogado Hilario de Pablo.

Uno de los argumentos fue que el municipio no podía erigir monumentos a figuras de representación nacional sin autorización del Ministerio de Gobierno. A lo que se sumó que los costos se elevarían “a los 40 millones de pesos teniendo en cuenta los tres millones pagados por la Comuna por el bronce de la figura ecuestre y los 15 millones por el traslado de la obra de Perlotti”, sostuvo De Pablo.

El abogado también remarcó que la estatua ecuestre “es una réplica del francés Daumas que representa a San Martín con uniforme más bien francés, con botones e insignias francesas y montando un caballo árabe”.

Janeiro recuerda que el proyecto se detuvo cuando Martí Garro fue convencido de que su autoridad no alcanzaba para remover un monumento, pero para ese entonces la Municipalidad ya le había comprado la estatua ecuestre a una fundición de la Chacarita. La resolución del caso es la que tenemos a la vista: la nueva escultura fue emplazada en el parque San Martín en 1972, cuando aquel comisionado ya no estaba en funciones. Y el anciano sigue en su pedestal, melancólico, digno y vestido de civil.

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