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Policiales 2 de julio de 2020

Las razones de por qué se le creyó al testigo que señaló el pozo de Valle Hermoso

Como pocas veces se vio en Mar del Plata, distintas instituciones unieron fuerzas para una labor de ingeniería vinculada a un hecho policial. Los recursos que se usaron para excavar en busca de los restos del arquitecto Fernando Lario fueron impactantes.

En noviembre de 2017 la causa que investigaba la desaparición de Fernando Lario cobró un impulso impensado, moviendo las pocas fichas que tenía sobre tablero. Un preso de la cárcel de Dolores dijo que, en una sesión terapéutica por el consumo de drogas, un concurrente, al ver un informe sobre Lario en la televisión, se hizo cargo de haberlo matado. A partir de ese dato, la investigación de Lario pasó de ser una averiguación de paradero a un homicidio en ocasión de robo.

La recomendación del procurador Conte Grand y el aporte de dos investigadores judiciales de La Plata empujaron al entonces fiscal de la causa, Fernando Castro, a profundizar esa línea.

Hubo una serie de discrepancias con el manejo de la información, al punto tal que el preso de Dolores terminó imputado y luego sobreseido. El abogado de la familia Lario recusó al fiscal Castro, ya que le atribuyó errores investigativos. Para el abogado Julio Razona a Lario lo habían asaltado algunos albañiles que trabajaron para él y lo golpearon hasta matarlo arriba de un automóvil que luego prendieron fuego.

Esa línea de investigación no prosperó jamás y a fin de año pasado una persona le dijo a la nueva fiscal de la causa, Andrea Gómez, que “alguien quería hablar del caso Lario”. Ese alguién resultó ser el testigo clave que terminó por señalar la ubicación del pozo en Valle Hermoso.

La explicación

¿Pero qué transformó en verosímil el relato de este testigo de 72 años, con antecedentes de ciertas conductas reñidas con la ley?

Las tareas de campo realizadas por el estrecho colaborador de Gómez, Emiliano Fortunato, se concentraron en encontrar el vínculo entre el nuevo testigo y la historia que refería contar. Entonces se supo que tenía alguna relación de vecindad con aquel hombre que habría dicho frente al preso y el televisor, “a ese me lo llevé puesto yo”, en referencia a Lario. Esa coincidencia alentó el optimismo.

El testigo dijo que sabía que en ese pozo de Valle Hermoso habían arrojado a Fernando Lario y que ese amigo suyo estaba involucrado. A ese amigo lo conocía de niño, porque le había dado trabajo con su camión tanto en obras como en la distribución de abono para los campos. Por eso conocían la zona de Valle Hermoso.

Esos elementos le dieron un contexto de absoluta verosimilitud al relato del testigo, más allá de que la forma en la que dijo enterarse de dónde “habían tirado a Lario” no era muy creíble.

Ahora, que se sabe que en el pozo no estaban los restos del arquitecto, la gran incógnita a despejar es si el testigo mintió de manera deliberada o si dio las coordenadas equivocadas sin intención.

El abogado Razona, pese a que meses atrás había respaldado la hipótesis de que a Lario lo habían prendido fuego dentro de un automóvil, ahora apoyó la tarea de la fiscal Gómez, probablemente por encontrar una vinculación con la hipótesis inicial.

Lo que seguirá en términos de investigación ahora es analizar los dichos del testigo y de otras personas (entre ellas un fomentista) que terminaron por llevar a un sitio inexacto.

Tal vez no esté agotada está hipótesis y no sería extraño que en los próximos días se escarbe un poco más de lo que se excavó en Valle Hermoso para conocer la verdad.



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