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Opinión 3 de julio de 2020

Nuestros cuerpos y mentes aún necesitan actividad física

Por Julieta Russo 

La pandemia de COVID-19 es un momento sin precedentes en todo el mundo. Se considera al distanciamiento social como una de las estrategias sanitarias más eficaces para prevenir la propagación del virus, y desde que se dictó la cuarentena obligatoria la mayoría de las personas pasan gran parte de su tiempo en casa y tienen menos oportunidades de hacer actividad física. Aunque estas medidas de distanciamiento social son importantes y mandatorias en un momento como el que estamos pasando, nuestros cuerpos y mentes aún necesitan actividad física.

La Organización Mundial de la Salud considera actividad física a cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos que exija gasto de energía.

Un nivel adecuado de actividad física regular en los adultos:

o Reduce el riesgo de hipertensión, cardiopatía coronaria, accidente cerebrovascular, diabetes, cáncer de mama y de colon, depresión y caídas;

o Mejora la fuerza ósea y muscular y aumenta el equilibrio, la flexibilidad y el estado físico. Para las personas mayores, las actividades que mejoran el equilibrio ayudan a prevenir caídas y lesiones;

o Aumenta el rendimiento cognitivo, las esferas anímicas y de salud mental, y los sentimientos generales además de ser un factor de protección para los cambios cognitivos y/o motores propios del envejecimiento o asociados a las enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer y la enfermedad de Parkinson, entre otras.

o Es un determinante clave del gasto energético, y es por tanto fundamental para el equilibrio calórico y el control del peso.

Por lo tanto, la actividad física cuando es regular beneficia al cuerpo y la mente y puede reducir las condiciones que aumentan la susceptibilidad al COVID-19. Además, ayuda a equilibrar los niveles de cortisol, permite controlar el estrés al reducir los síntomas de ansiedad y depresión mejora el funcionamiento cognitivo y conductual, sobre todo en aquellas patologías neurológicas en quienes la ausencia de rutina y/o de actividades regulares pueden alterar el comportamiento diario.

Asimismo, hay formas en que los profesionales de la salud pueden hacer una diferencia significativa en la vida de sus pacientes. Deben:

1. Ser conscientes del impacto del encierro en el bienestar mental y físico de las personas.

2. Considerar los aspectos de la fuerza muscular y el desacondicionamiento al evaluar a sus pacientes.

3. Indagar acerca de cambios en los niveles de ansiedad, los estados anímicos, las alteraciones en el sueño, tanto de los pacientes como de sus cuidadores o vínculos familiares más cercanos.

4. Supervisar el estado cognitivo y conductual de los pacientes, sobre todo en aquellos con compromiso cognitivo, ya que la falta de rutina, el encierro, la imposibilidad de ver a sus seres queridos podrían generar un deterioro o declinación funcional con respecto al estado previo al encierro.

5. Optimizar el bienestar general de los pacientes.

(*) Coordinadora médica de Rehabilitación Cognitiva y del Lenguaje del Departamento de Neurología Cognitiva de Fleni.