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La Ciudad 26 de noviembre de 2021

Un viaje por los antiguos túneles de Parque Chauvin

En la actual zona del Hospital Privado de Comunidad, un florista magistral –Francisco José Chauvin– construyó un paraíso forestal hace más de un siglo. La red de túneles que lo recorría no es una leyenda.

Década del ’50, Córdoba y Azcuénaga. Carlos “Goño” Lenzetti junto a una de las estructuras que conformaban la red de túneles de Parque Chauvin.

 

Por Gustavo Visciarelli

“Los túneles eran de tierra, abovedados, y tenían aproximadamente 1.70 de altura por 1.40  de ancho”.  El relato de Domingo Lenzetti, antiguo vecino marplatense, confirma que aquellos extensos pasajes que surcaban las entrañas de Parque Chauvin –en la zona del actual Hospital Privado de Comunidad– no son una leyenda. Existieron. Y su entrada, o al menos una de ellas, estaba en el terreno de la casa de San Luis 4465, casi Azcuénaga, donde Lenzetti vivió su infancia. “Se bajaba por una escalera de cemento a una profundidad de tres metros”, recuerda Domingo, en el inicio de un relato asombroso.

¿Quién hizo construir esos túneles?: Francisco José  Chauvin, un florista magistral que inició el camino de la prosperidad en Buenos Aires y puso pie en Mar del Plata a principios del siglo XX. Su paraíso local, de 18 a 20 hectáreas, estaba delimitado por Juan B Justo, Matheu, Córdoba y una línea imaginaria entre Hipólito Yrigoyen y Mitre, según solía narrar el arquitecto e historiador Roberto Cova.

Chauvin fue el florista de la aristocracia. De hecho, tenía un local veraniego en la Rambla y otro permanente en pleno centro metropolitano. Todos los días a las 18, un vagón acondicionado partía de Mar del Plata con sus flores para abastecer a la “alta sociedad” porteña.

Su residencia marplatense estaba dentro del predio, que fue conocido con un nombre que se perpetuó en la vecindad: “Parque Chauvin”. Fuentes y esculturas ornamentaban los diversos jardines, que se identificaban con el color de la vegetación que el florista plantó con armonía cromática. Por eso, en este relato escucharemos hablar del “Jardín Azul”.

Considerado un visionario, practicó lo que hoy se conoce como “cultivo forzado”. Y en el marco de esas prácticas, los túneles estarían vinculados con el sistema de calderas que aclimataba los viveros.

Chauvin, casado y sin descendencia, se quitó la vida en Buenos Aires el 27 de agosto de 1935 y tiempo después, en sus tierras loteadas y vendidas, fueron levantados los primeros chalets.

 

 

Domingo Lenzetti, antiguo vecino marplatense radicado en Barcelona. En su casa estaba el ingreso a los túneles.

Domingo Lenzetti, antiguo vecino marplatense radicado en Barcelona. En su casa estaba el ingreso a los túneles.

 

Un túnel en casa

“En el año 1953, siendo niño, fui a vivir a ese entrañable barrio. Mi casa estaba en la calle San Luis 4465”, relata Lenzetti. El grupo familiar estaba compuesto por su padre Mario ( “se dedicó mayormente a la gastronomía y fue creador del Viejo Pop y otros restaurantes”), su madre Dealma Giaccaglia y sus hermanos Mario, ingeniero radicado en Nueva York, y Carlos Daniel (“Goño”), ya fallecido.

En el terreno de esa vivienda –que años después  fue demolida y reemplazada por otra construcción– estaba “el ingreso a los túneles realizados por Chauvin para sus experimentos botánicos  bajo tierra. Se bajaba por una escalera de cemento  a una profundidad de 3 metros. En su interior había un foso de unos 3 metros y un diámetro de 4 metros que había que cruzar por una pasarela de cemento. Ahí comenzaba el túnel que se dirigía a los aljibes”,  narra Lenzetti.

Los “aljibes”, según su relato, eran grandes bocas circundadas por paredes de ladrillos de 40 o 50 centímetros de altura que ya estaban tapados con tierra cuando su familia llegó al barrio.

Lenzetti recuerda que el túnel se dirigía hacia a la actual Avenida Juan B Justo. “A 50 metros estaba el primer aljibe y este se conectaba con otros dos. Uno estaba en el Parque Azul (donde hoy se encuentra Cerrosud) y el otro en Córdoba y Azcuénaga”, lo que refleja la sorprendente extensión de esta red subterránea.

No debe descartarse que el trazado haya sido más amplio que lo que describe Lenzetti, pues en la antigua residencia de Chauvin, ubicada hacia la calle San Luis, habrían aparecido vestigios similares cerca de 1948,  cuando la demolieron para levantar un chalet que se conserva.

Una foto familiar de la década del ’50 atesorada por Lenzetti adquiere singular valor documental. En ella podemos ver a su hermano menor, “Goño”, sentado en el borde del “aljibe” que se hallaba en Córdoba y Azcuénaga.

“Los túneles eran de tierra y tenían aproximadamente 1.70  de altura por 1.40. de ancho. Eran abovedados y peligrosos porque estaban desmoronados. El único lugar en que se podía ingresar era por mi casa ya que los aljibes estaban tapados por tierra”, recuerda Lenzetti, quien considera que Chauvin los usaba “para experimentar con sus plantas y flores mediante riego o vapor de agua. Tengo entendido que tenía una caldera que podía haber funcionado en el foso que había en la entrada del túnel”.

 

A la izquierda, Francisco José Chauvin, jurado de un concurso de arreglos florales. Foto tomada diez meses antes de su fallecimiento.

A la izquierda, Francisco José Chauvin, jurado de un concurso de arreglos florales. Foto tomada diez meses antes de su fallecimiento.

 

Recuerdos desde Barcelona

Domingo Lenzetti, quien en su juventud fue guardavidas y posteriormente se dedicó a la gastronomía, disfruta hoy de su jubilación en Barcelona. “En el 2003 vine a España detrás de mis hijos. Hoy tengo tres nietos ya adolescentes y llevo felizmente 51 años de casado”.

Pese a la distancia, su corazón sigue enraizado en Mar del Plata y en el “maravilloso barrio” –así lo define- donde transcurrió su infancia. De sus recuerdos emergen otros indicios que dejó Chauvin. Por ejemplo “un paletón de cemento de gran espesor que estaba en el terreno de mi casa, donde juntarían agua para el riego”.

“La calle San Luis –recuerda– estaba cortada a la altura de Azcuénaga y de ahí hasta Juan B. Justo había una cancha de fútbol que utilizaba la barriada del club Boca. Al costado estaba el llamado parque Azul por su cantidad de cedros azules. Era un lugar bellísimo, con fuentes de piedra y el dichoso aljibe. Tenía caminos de polvo de piedra y gran variedad de plantas y frutales, sobre todo manzanares y perales, ciruelas y cerezas por diferentes terrenos hasta la calle Matheu”.

“Las calles eran de un empedrado de cemento pero en malas condiciones y en la calle San Luis y Larrea había una tranquera de madera de color verde que supuestamente era la entrada al parque principal. A la casa de Chauvin no la conocí. Ya la habían demolido. Lo que sí conocí era una construcción de madera y techo de chapa que estaba en la esquina de Juan B Justo y Córdoba”.

 

El Jardín Azul, uno de las maravillosas obras de Chauvin.

El Jardín Azul, uno de las maravillosas obras de Chauvin.

 

Se trataría, según referencias históricas, del alojamiento de los empleados.  Llegaron a ser 60 cuando Chauvin gozaba de esplendor, recibía a la aristocracia en su parque y se movilizaba en un Buick con chofer. Jamás trascendieron las causas de su ocaso y de su trágico final.

Suponemos que los túneles desaparecieron ante el avance de las construcciones que hoy pueblan la zona. Las mismas que borraron aquel paraíso trazado por el florista magistral. Quedaron su apellido identificando la zona, árboles centenarios que habitan algunos jardines y el recuerdo de antiguos vecinos –gracias, Domingo, por su memoria– que rescatan vestigios de lo perdido.