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El emotivo regreso a Mar del Plata desde Malvinas: una madre que rompe filas, un mate con “el viejo” y abrazos en la oscuridad

Los héroes llegaron de madrugada, en los últimos vagones de un tren, luego de largos días de demora y encierro. Cómo fueron aquellos reencuentros con sus seres queridos y las primeras sensaciones tras vivir una experiencia dramática.

La Ciudad 14 de junio de 2022

Por Juan Miguel Alvarez

Una madre interrumpe la ceremonia militar y se lanza sobre su hijo. Un padre respira hondo pero no logra contener las lágrimas. Una abuela besa la estampita de un santo para agradecerle que su nieto regresó con vida. Una novia no para de templar y apoya con fuerza una foto carnet sobre su corazón. Hermanos y amigos sostienen ansiosos los carteles de bienvenida. Un joven, pequeño y delgado, se sube a los hombros de otro más fornido y busca con desesperación a su familiar entre los uniformes. Una pareja se quiebra porque no ve llegar a quien sueña desde hace eternos 74 días.

Cada escena del retorno de Malvinas tiene una enorme carga emotiva. Con imágenes y crónicas de la época, al cumplirse 40 años del final de la guerra, LA CAPITAL hace la reconstrucción de aquellos conmovedores reencuentros en Mar del Plata, para volver a abrazar a nuestros héroes.

El 14 de junio de 1982, el gobernador militar de las islas Malvinas, Mario Benjamín Menéndez, firmó el acta de rendición argentina. Ante una evidente indignación social, las FFAA diseñaron un plan para “esconder” a los combatientes. ¿El objetivo? Dar vuelta otra página oscura que dejó 649 fallecidos en una guerra absurda para intentar sostenerse en el poder. Pero el final de esa etapa nefasta era inevitable.

Una madre feliz por el retorno de su hijo Carlos Gramigna.

Una madre feliz por el retorno de su hijo Carlos Gramigna.

Los regresos de los soldados a las unidades de origen fueron paulatinos. Los primeros en volver a Mar del Plata resultaron los integrantes del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601, quienes tuvieron un desempeño muy destacado en la defensa de Puerto Argentino y el combate de Darwin y Pradera de Ganso. A fines de mayo habían caído como prisioneros y poco antes de la capitulación los trasladaron en un buque inglés desde el sur hacia Montevideo. Tras unos días de espera en alta mar, tocaron tierra el mismo 14 de junio.

Desde allí se desplazaron en un buque argentino rumbo a Campo de Mayo, donde permanecieron nuevamente encerrados, sin contacto con sus familiares. Como presos en su propio país. Hasta que, por fin, el contingente partió a Mar del Plata el 18 de junio.

El arribo estaba previsto para la medianoche. Pero, por otra orden insensata de las autoridades, el micro fue demorado adrede en la ruta durante varias horas. Cuanto más tarde, menor repercusión, era el cruel razonamiento.

Los combatientes llegaron el sábado 19 a las 4 de la madrugada. En una noche muy fría, con un viento helado del sur que impuso la ambientación del escenario dejado atrás. Y, acaso, les advirtió que la atmósfera de la guerra los iba a acompañar a todos lados.

El protocolo militar

“Primera sección de la batería B del GADA 601, que regresa del teatro de operaciones… sin novedad”.
Así de simple fue la presentación ante el superior del subteniente Claudio Oscar Braghini, de relevante tarea en Malvinas. Con esa fórmula interna, simplificó más de dos meses en la vida de 32 jóvenes que dejaron sus hogares y pelearon en condiciones muy adversas.

Braghini (a la izquierda) con jefes de pieza y soldados en Malvinas.

Braghini (a la izquierda) con jefes de pieza y soldados en Malvinas.

El propio Braghini estuvo cautivo casi una semana en un galpón de esquila de ovejas y otros cinco días en un viejo frigorífico con una bomba argentina de 250 kilos sin explotar. Pero él tenía la satisfacción de regresar junto a todos los integrantes de su sección. “Con esa frase me refería a que, gracias a Dios, en mi batería no hubo bajas, excepto por el soldado (Marcelo) Cantó, quien había sido evacuado cuando estaba como prisionero por un principio de congelamiento. Desde que ingresamos al colegio militar nos inculcan estas cosas para formar nuestro carácter y personalidad, algo necesario para tener más posibilidades de sobrevivir en un combate armado”, explica hoy el coronel retirado.

Lo cierto es que los soldados, todavía sin poder saludar a sus familiares, ingresaron al GADA precedidos por la banda de la unidad y caminaron por un pasillo formado por colegas que cantaron la marcha “Artilleros, adelante”.

“Vuestro coraje, vuestra abnegación y vuestra profesionalidad como artilleros de defensa aérea, quedarán escritas en las páginas más brillantes de la historia militar argentina y del mundo”, consideró el superior que los recibió. Tras eso, un “Viva la patria” retumbó en la Plaza de Armas.

El calor humano

“No hubo tiempo para impartir el ‘rompan filas’, cuando una madre se abalanzó sobre su hijo para abrigarlo en su pecho con un fortísimo abrazo”, describió LA CAPITAL una de las tantas escenas de aquella madrugada.

La emoción del reencuentro.

La emoción del reencuentro.

“Cada uno buscaba al soldado por quien había implorado a Dios durante más de dos largos meses. En torno a cada uno de los 30 hombres, se abrazaban de forma desordenada tres, cinco, diez personas, que pujaban por desahogar sus sentimientos”, amplió la crónica de este diario.

“¡Luis!”, “¡Carlitos!”, “¡Mamita!”, “¡Papá!”… A los apretones y besos, tan esperados como interminables, siguieron las preguntas: “¿Cómo estás?”, “¿Nos tenías presente?”, “¿Cómo la pasaste?”. Y después, las primeras respuestas, ligeras, que callaron más de lo que dijeron.

Todos juntos fueron hacia un gran comedor del GADA. Allí, un humeante chocolate ofreció un poco más de calor a esos muchachos que habían estado expuestos a temperaturas muy bajas en un terreno inhóspito.

Sergio Joachim fue recibido por un numeroso grupo de familiares y amigos del colegio Don Bosco, donde cursaba el último año del bachillerato. “Ahora sólo quiero dormir y comer”, dijo a su llegada el joven de 18 años que tuvo que madurar de golpe, como tantos otros. El trabajador de la salud, ya fallecido, tiene hoy una placa conmemorativa en su homenaje en el Centro de Salud N° 1.

Joaquín Joachim recibe su chocolate caliente.

Joaquín Joachim recibe su chocolate caliente.

Hugo Quiñones, peón de una fábrica de pescado domiciliado en García Lorca al 6300 (barrio Pueyrredon), quedó marcado por lo que dejó atrás. “¿Qué vas a hacer en el futuro?”, le preguntó un periodista minutos después de su llegada. “No sé… tengo pensado meterme en el colegio militar para volver, pero antes lo quiero hablar con mi papá y mi mamá”, confió. Su cabeza había quedado en Malvinas.

Horacio Orbaiceta, también de 18 años, deslizó: “Lo viví como el resto de mis compañeros. Le dábamos para adelante. No sé si tenía la capacidad, pero sí tenía la moral alta. En ningún momento pensé que no iba a regresar“.

“Bajamos tres Harrier”, repitieron los soldados sus proezas de guerra, en referencia a los aviones de caza británicos alcanzados por el grupo de artilleros.

Al fondo del tren

El 23 de junio, 314 combatientes de la Agrupación de Artillería de Defensa Aérea 601 llegaron a la Estación Norte del Ferrocarril. Los efectivos habían actuado mayoritariamente en el casco urbano de Puerto Argentino, o en cercanías de ese lugar, en defensa de la pista de aterrizaje. Ellos también fueron conducidos a la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral de Campo de Mayo, en San Miguel (Gran Buenos Aires).

Aquel miércoles viajaron a bordo de un ferrocarril de servicio corriente rumbo a Mar del Plata. Casi de forma simbólica, fueron ubicados en los últimos tres vagones de la formación. Los héroes de guerra viajaron al fondo del tren

Sin embargo, aquí tuvieron una cálida bienvenida. Según los registros de la época, cinco mil personas fueron a saludar y agradecer a quienes lucharon por la patria.

La euforia de los soldados por el regreso a casa.

La euforia de los soldados por el regreso a casa.

“Cuando el tren arribó puntualmente, a las 20.15, el recibimiento fue apoteótico, en tanto los soldados se mostraban felices de regresar. Acallada la algarabía, se cumplió con la breve e indispensable formalidad, pese a la notoria impaciencia de los familiares por abrazarlos“, detalló la crónica.

“Desde San Juan y Luro se advertía la enorme cantidad de gente depositada en la vieja estación. Largas filas de vehículos pugnaban por acercarse al lugar. Adentro, el amplio playón de maniobras recostado sobre la calle 9 de Julio albergaba a las personas que se apiñaban para evitar el desborde”, fue la descripción periodística del acontecimiento. Cumplida la rutina militar, la marea humana cubrió de afecto a los soldados.

“De las 12 a las 5 de la mañana teníamos cañoneo naval. Sabés (le dice al periodista) lo que es dormir con un cañoneo naval. No podés, es imposible. Menos cuando las bombas caían cerca“, contó uno de los combatientes que se despegó unos segundos de su familia para hablar con la prensa.

Quince días después, en caravana

Recién el 29 de junio arribaron 180 combatientes que cumplieron tareas de apoyo en el sur del país: custodiaron los aeropuertos de San Julián, Comodoro Rivadavia y Río Gallegos.

En este caso, llegaron luego de una larga travesía a bordo de camiones y jeeps. Desde Batán hasta el GADA 601 continuaron camino acompañados por una caravana de autos con banderas argentinas.

Alumnos de la escuela Nuestra Señora del Camino (Juan B. Justo y 1° de Mayo) salieron del aula para extender los brazos y hacer escuchar sus mensajes de aliento. Otros marplatenses, enterados de su llegada, abandonaron las radios y televisores -mientras la Selección Argentina jugaba contra Italia por el Mundial 1982- y salieron al paso para dar muestras de apoyo.

Los alumnos reciben con gritos y aplausos a los combatientes.

Los alumnos, con una bandera argentina, saludan a los combatientes.

“Sentía bronca por no estar en el frente”, expresó uno de los soldados una vez en destino. “¿Sabés lo que tengo ganas de hacer? ¡Voy a darme un baño caliente y después tomar unos mates con el viejo!”, contó otro. La cosas simples que se habían convertido en indispensables.

Hace 40 años, miles de combatientes volvieron a casa después de 74 días que cambiaron sus vidas para siempre. Llegaron entre gallos y medianoche, al fondo de un tren, sin recepciones organizadas ni multitudinarias. Pero en Mar del Plata los esperó el amor de familiares, amigos y tantos otros. Aquí el recuerdo de aquellas escenas. Para volver a abrazar a nuestros héroes.

* Las fotos de LA CAPITAL de los distintos retornos desde Malvinas.



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