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La Ciudad 30 de octubre de 2016

El barco de las despedidas finales

Desde hace diez años, Jorge Galante es el capitán de la nave que marplatenses y foráneos eligen para arrojar las cenizas de sus seres queridos al mar. LA CAPITAL lo descubrió justo antes de que la Iglesia expresara su rechazo por esa práctica.

por Bruno Verdenelli
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En vísperas del Día de los Difuntos, que los católicos celebran el 2 de noviembre, la Iglesia dio a conocer su rechazo por el esparcimiento de las cenizas de quienes son cremados.

Para el Vaticano, los restos de los feligreses que escogen no ser enterrados deben ser guardados en un lugar aprobado y consagrado por su religión. El informe que autorizó el papa Francisco también se opone a que las cenizas se repartan entre familiares, se conserven en relicarios o dispersen en el aire, la tierra o el agua.

Y ahí es donde el asunto roza a Mar del Plata. Es que esta ciudad, como tantas otras bendecidas por hallarse a orillas del mar, suele ser escenario de múltiples despedidas. O al menos eso asegura Jorge Galante, el capitán del “Encuentro’s”, un barco que desde hace diez años se dedica a prestar el servicio de navegación a personas que desean arrojar las cenizas de sus seres queridos a la inmensidad del océano.

Jorge Galante, capitán del Encuentro's.

Jorge Galante, capitán del Encuentro’s.

Pese a que la idea fue innovadora, el marinero afirma que “empezó un poco de casualidad” y que “nunca se buscó publicitar porque se hace con mucho respeto y no por una cuestión mercantilista”.

“Antes de esto hacíamos, y seguimos haciendo, distintas actividades náuticas. Entre ellas, pesca deportiva, paseos, buceo. Una tarde veníamos de una excursión y nos llamaron de la administración para decirnos que había un grupo de tres o cuatro personas que quería arrojar los restos de un familiar al mar… Querían ver si nosotros podíamos a llevarlos. Dijimos que no había ningún problema y ahí empezó este servicio”, narra Galante durante una entrevista con LA CAPITAL.

Momentos movilizadores

Aunque muchos de ustedes, lectores, no crean en las premoniciones ni en los designios providenciales, vale aclarar que la nota fue ordenada por un editor perspicaz y realizada por este obediente periodista, antes de que la Iglesia emitiera el flamante comunicado.

“Cuando empezó lo hacíamos pensando que se iba a cortar y fue in crescendo hasta el día de hoy. Salimos del Club de Motonáutica, nuestros vecinos son el Yatch Club, el Club Náutico y el Centro Naval, entonces se fueron enterando ellos mismos de que había un barco que se dedicaba a eso, y cuando iba la gente los derivaban a nosotros”, continúa el capitán.

De acuerdo a la descripción que el propio Galante hace de su tarea, brinda entre tres y cinco servicios por mes. Y no viaja solo, sino que lo acompaña un marinero por una disposición de Prefectura, debido al tipo de barco en el que se navega.

El momento del traslado de la gente -describe- moviliza las entrañas y produce distintas sensaciones. “Es una tarea que hacemos con mucho respeto, acompañamos el dolor de la gente… Nos emocionamos mucho también porque es un momento muy denso. Y hemos notado que esa densidad que cambia cuando ya arrojaron las cenizas. Es como que la carga emocional se va con las cenizas”, explica Galante.

Luego de que se arrojan al mar las cenizas del difunto, el dúo tripulante intenta conversar con los pasajeros. “Tratamos de sacarlos de eso. Ofrecemos café, mate y vamos haciendo una comunión muy linda y eso luego va de boca en boca, porque esto nunca lo publicitamos. Sí publicitamos otros servicios náuticos, pero ese no”, repite el capitán.

La conversación se extiende por aproximadamente 30 minutos y son varias las veces en las que Galante repite que no les interesa “lucrar” con este servicio. De hecho, hace una década que el barco realiza este tipo de paseos y recién ahora LA CAPITAL descubrió la situación. Porque fue así y no al revés. Nadie del “Encuentro’s” se contactó con este u otro medio para darse a conocer, sino que ocurrió a la inversa.

“Estábamos en la disyuntiva: no sabíamos si darlo a conocer masivamente o dejarlo así, porque no lo tomamos como un negocio. Lo nuestro es otra cosa, pero bueno, el barco, para moverse, tiene un costo. Estamos muy bien vistos por la gente, todos se quedan muy agradecidos”, aclara.

cenizas 3

Lugares elegidos para el adiós

En cada viaje de este tipo, el “Encuentro’s” se adentra poco más de dos millas en el mar. Generalmente, por servicio hay entre cuatro y seis pasajeros, aunque han llevado hasta nueve. Y el barco tiene capacidad total para doce personas.

Los lugares donde se detiene la nave para arrojar las cenizas al agua son elegidos por los familiares del difunto. Y el horario en el que lo hacen también.

“Hay gente que nos dice de ir hasta la Playa Bristol o frente al Casino, al Torreón, la zona de Cabo Corrientes…
Tardamos más o menos dos horas, vamos muy despacio”, cuenta Galante. En cuanto al momento del día en el que se navega, dice que “muchas veces” la organización del viaje “se adapta a gente que viene de afuera, por ejemplo de Buenos Aires, que quiere que las cenizas sean depositadas acá, en el mar”.

“Viene mucha gente, también hay mucha gente de acá, está equilibrado. Nos contactan llamando al club o directamente les dan el teléfono nuestro, con el boca en boca”, relata.

Famosos y situaciones extrañas

Según indica el capitán de la única nave que hay en Mar del Plata dedicada al arrojo de cenizas al mar, porque hay quienes llevan a cabo las mismas ceremonias pero lo hacen desde sus propios barcos, los restos de algunos famosos fueron despedidos en esta ciudad.

Daniel Rabinovich es un ejemplo, y fue por pedido expreso suyo. En su caso, vinieron dos integrantes de Les Luthiers, con la esposa y la nieta. Pero nos dimos cuenta después, porque no charlamos mucho, respetamos el momento. Es un trabajo conmovedor, muchas veces se me cae un lagrimón… Yo soy muy sentimental”, añade.

Para finalizar, manifiesta que en dos ocasiones atravesó situaciones extrañas cuando familiares de una persona fallecida arrojaban sus cenizas al mar.

“Pasó algo con un amigo nuestro, un médico psiquiatra. El había pedido que arrojáramos sus cenizas desde mi barco. Estábamos el hijo, otra persona amiga y yo. Tres nomás…

Pusimos el barco proa al viento (esto quiere decir que se arroja las cenizas desde popa -la parte trasera del barco- y se van), tiramos las cenizas y hubo un remolino… Recién después se fueron”, cuenta aún asombrado el capitán. Y esboza una explicación racional: “Nos quedamos sorprendidos, porque no tenía por qué pasar eso. Tal vez fue una ventolera”.

“Y otra vez se arrojaron las cenizas y quedó una mancha amarilla flotando ahí y todos nos quedamos mirando. No se iba… Después hablando con un amigo médico le conté y me dijo que podía ser por los medicamentos que había tomado la persona fallecida”, concluye.

Si la tarea de Galante, una de las tantas escondidas en la ciudad, resulta beneficiosa para todos lo intervinientes en el proceso, la religión no tendría por qué interceder. Después de todo, cada uno se despide como quiere.



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