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Opinión 17 de marzo de 2023

Mala praxis política

Por José Félix Calabrese

Solo el arquetipo de los hábitos de quienes integren el próximo gobierno y la actuación ecuánime y rigurosa de la justicia, frente a todo tipo de corrupción, podrán transformar la habitualidad y superficialidad en la política nacional. Únicamente en la política se permite desvirtuar, no cumplir estrictamente con la palabra empeñada, ni
con los contratos, en función de que no existe ningún reglamento legal, moral y/o social que prohíba dichas conductas.

La política penetra en el dominio de la ciencia de la historia para desentrañar los factores de poder que han operado, haciendo y deshaciendo las estructuras, simples o complejas, que adoptaron las comunidades humanas.

En el campo de la sociología, para extraer los principios que, desde las formas sociales primitivas hasta las más modernas, han determinado las relaciones entre los hombres, como las relaciones de coerción, y el ejercicio de ese poder de coerción por determinados grupos que obraron como autoridad o gobierno ejercitando el dominio del poder.

Hoy, entre discusiones, traiciones y enfrentamiento quienes aspiran a conformar un nuevo gobierno no envían señales que demuestren, salvo actuaciones televisivas deprimentes, que existe un plan donde se enfrente la corrupción y la impunidad; se recupere la cultura del trabajo con sueldos dignos, se respete al contribuyente
utilizando con honestidad y racionalidad los recursos públicos; se ofrezca a la juventud planes educativos que los conduzcan a un futuro promisorio; se propicie la atención de la salud con una participación activa del estado, se vele por la seguridad plena del ciudadano, se atienda especialmente a la niñez y a los adultos mayores, se legisle, seriamente, sobre la defensa del medio ambiente y sobre los recursos naturales no renovables.

Se produzcan reformas en el ámbito previsional, en el régimen electoral vigente y se respete y venere nuestra Carta Magna y las instituciones de la república, se reforme el sistema carcelario y no se les de tregua a quienes operan con la droga y se reprograme la construcción de viviendas en escala que cubran las demandas existentes, etc.

En este devenir en la búsqueda de ampliar conceptos sobre la complejidad del futuro me centro en el pensar y decir de Christian Alfredo Rubiano Suza, “Discépolo: Tango y Política” – Cuestiones de Filosofía (2015)- 171-192.:
“Un hombre y una vida. Un hombre que vive una vida que está más allá de ese hombre. Una vida que está más allá del sujeto y de los objetos, que es pura inmanencia, pura trascendencia. Hablar de la conciencia de un hombre partiendo de sus actos, de la singularidad, de sus lugares. Acceder a una vida, a una obra vida, a partir del canto de un hombre. Entrar en la obra-vida de Enrique Santos Discépolo Deluchi; caminar por los conventillos y la barriada para descubrir otras vidas, para acercarnos a la vida recorriendo virtualidades. Letras, tangos y personajes…Una
vida que individua, que cristaliza la vida de otros tantos, de aquellos que sin vida en un café o en un boliche (expendio de bebidas) entonan tristes tangos. Ver un naciente Buenos Aires en la vida de un hombre que allí nació. Escribir un ritornelo, el mantra de la vida, pronunciar repetidamente “vida”, e ir más allá de nuestras propias circunstancias para buscar en otras, en las del Buenos Aires de comienzos del siglo XX, la trascendencia y la inmanencia que aún recorremos.

Él no quiere hacer una música para entretener, su enunciación navega por los tumultuosos problemas de la ciudad para ayudar a cargar el dolor y compartir la alegría. La música discepoliana tiene un trasfondo moral y un contenido político. Así las cosas vale la pena realizar una precisión: el diálogo discepoliano tiene más un carácter
monológico que dialógico. Discépolo habla con el pueblo, pero él también es pueblo.

El diálogo, en cierto sentido, es reflexivo: el pueblo habla a través de la obra, y gracias a ello, al escucharla en las milongas, habla consigo mismo”… …”El tango conclusión. Cuando ya ha pasado la vida, la pérdida del padre y, especialmente, de la madre, cuando se ha tratado de vivir en Dios pero luego se ha renunciado a la fe,
tras la pérdida del amor y la idea de suicidio…Despúes del sufrimiento, la pobreza y la renuncia, después de tantas cosas, quedan conclusiones. desesperanza hecha letra. Tiempo sellado. Es precisamente eso lo que aparece en los tangos más icónicos de Discépolo, hablo de Yira, yira, Cambalache y Uno. Pasada la edad de los descubrimientos, el personaje conceptual se une con el personaje estético y con el mismo autor para presentar una serie de cierres:

1. La indiferencia del mundo es inevitable. Ese sentimiento de soledad que Discépolo intenta combatir con su proceder ético no desaparece. Son tantas y tan profundas las soledades que se pierde la esperanza de cualquier
compañía. “Cuándo la suerte que es grela, fallando y fallando, te largue parao; cuando estés bien en la vía, sin rumbo, desesperao; cuando no tengas ni fe, ni yerba de ayer secándose al sol; cuando rajés los tamangos buscando
ese mango que te haga morfar, la indiferencia del mundo que es sordo y es mudo recién sentirás” (Yira, yira)

2. No hay amor. La patria ausente, que es la mina que se marcha, acaba con toda posibilidad de amor. Cuando la mujer se marcha, todas las mujeres se mueren. El amor se juega en un solo suspiro. “Verás que todo es mentira,
verás que nada es amor, que al mundo nada le importa…¡Yira, yira! Aunque te quiebre la vida, aunque te muerda un dolor, no esperes nunca una ayuda, ni una mano, ni un favor” (Yira, yira). “Uno va arrastrándose entre espinas y
en su afán de dar su amor, sufre y se destroza hasta entender que uno se ha quedado sin corazón. Precio de un castigo que uno entrega por un beso que no llega o un amor que lo engañó, vacío ya de amar y de llorar tanta
traición[…] Si yo tuviera el corazón, el mismo que perdí, si olvidara la que ayer lo destrozó y pudiera amarte…me abrazaría a tu ilusión para llorar tu amor. Pero Dios te trajo a mi destino sin pensar que ya es muy tarde y no sabré
cómo quererte” (Uno).

3. La verdad ya no importa. A pesar de la resistencia, los valores mercantiles terminan por imponerse frente a los antiguos valores. La ciudad termina por ganar al campo, y la verdad se instrumentaliza al servicio del poder. Héroes y mafiosos se confunden como mercancías en un escaparate. El bien y la maldad se venden al contado. El mundo se ha puesto al revés: “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso o estafador. Todo es igual, nada es mejor…lo mismo un burro que un gran profesor. No hay aplazados ni escalafón, los inmorales nos han igualao. Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón. Qué falta de respeto, qué atropello a la razón, cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón. Mezclao con Stavisky va Don Bosco y La Mignon, Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín. Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclado la vida, y herida por un sable sin remache ve llorar la Biblia contra un calefón” (Cambalache).

Por último, la política comprende la delimitación de los fines, y en ese sentido, existe una filosofía política. Su conocimiento busca el deber ser, el por qué de la política, sus fines últimos. No lo que la política es ni cómo actúa,
sino en lo esencialmente valioso en todos los tiempos y lugares que la naturaleza humana afronta los problemas, la esencia de un ser político.

 



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