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Policiales 11 de septiembre de 2025

A 10 años del conmocionante crimen del niño Uriel Cisneros tras un rito umbanda en Mar del Plata

La tarde del viernes 11 de septiembre de 2015 reveló a la comunidad un asesinato brutal, sin precedentes en la ciudad. Años después, una pareja que residía en el barrio Las Avenidas fue condenada a cumplir prisión perpetua por el hecho. Prácticas como el sacrificio de animales, las ofrendas de sangre y el culto a "San La Muerte" horrorizaron a todos.

Momento en que era retirado de la vivienda del barrio Las Avenidas el cuerpo del niño, el 11 de septiembre de 2015.

De haber alcanzado la adolescencia, Uriel Cisneros seguramente tendría hoy una cuenta de TikTok. O tal vez practicaría algún deporte en las categorías formativas de cualquier club. Inclusive, a sus 14 años experimentaría quizás los primeros amoríos. Pero no fue así: esos y otros múltiples destinos le fueron impedidos.

Los crímenes de infantes, por su indefectible característica de volverse más antinaturales aún que los demás, conmocionan siempre a la comunidad. Generalmente, la ciudadanía suele sentirlos como un golpe directo al corazón del tejido social… Una especie de afrenta al futuro. Y el de Uriel Cisneros, cometido en Mar del Plata hace exactamente una década, no fue la excepción, pese a que como citaba la canción “El Pastor”, de la exitosa banda local de rock Dios Los Cría, y nunca mejor a colación, “fue pasando el tiempo y una cuestión de fe hace que todo se olvide”.

El niño que entonces tenía 4 años se hallaba en las primeras horas del 11 de septiembre de 2015 al cuidado de una pareja, en una vivienda del barrio Las Avenidas. Su madre, Romina Hernández, lo había dejado en la casa de Solís al 4700, que ambos frecuentaban habitualmente, bajo la custodia de una joven llamada Ivana Toledo, quien allí residía con su novio, Diego Grollino.

Un dato no sería menor en la posterior investigación del caso: Ivana Toledo era la hija de Ramona Rosa Toledo, más conocida en la zona como “La Mae Rosa”, quien llevaba a cabo ritos en los templos ubicados en 12 de Octubre al 10.000 e Irala al 9.600. Según se sabría luego, la mayor de las mujeres realizaba sacrificios de gallinas y de diferentes animales, para ofrecerle su sangre a los espíritus adorados por los participantes, entre ellos “San La Muerte”, el más conocido. También utilizaba en esos actos diferentes restos humanos, como huesos o pelos, obtenidos del cementerio.

Lo cierto es que en horas de la tarde de aquél viernes, Uriel Cisneros se descompensó y murió en el interior de la vivienda de Toledo y Grollino, quienes llamaron a una ambulancia. Pasadas las 17, se había desatado en la cuadra un verdadero revuelo: médicos de Cardio, peritos de la Policía Científica, efectivos del Comando de Patrullas y Eduardo Amavet, fiscal de turno entonces, entraban y salían de la propiedad, consternados.

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En un comienzo, los investigadores intentaron ser cautos en el suministro de la información a la prensa, pero al salir a la luz que una de las sospechosas era “La Mae Rosa”, conocida en el barrio por sus ritos paganos, todo se desbordó. Siempre sucede así cuando un caso exhibe ribetes de este tipo: un niño fallecido, lejos de sus padres, y en la casa de la hija de personas cuyas prácticas se juzgan unánimemente oscuras.

La pesquisa avanzó, con los principales sospechosos en calidad de detenidos, y arrojó detalles escabrosos al conocerse los resultados de la autopsia al cadáver: Uriel Cisneros había sido abusado sexualmente, empalado, mutilado, quemado con agua hirviendo y con cigarrillos, y finalmente estrangulado.

En suma, se reveló que el menor era llevado a dichas celebraciones umbanda. El informe oficial de la autopsia donde se dieron a conocer los motivos de su muerte fue estremecedor.

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“El menor presentaba politraumatismos de diferentes datas hechos con palos, cortes con diferentes datas y en toda la superficie corporal, quemaduras con cigarrillos, quemadura con liquido caliente, desnutrición, infección en el labio superior y en el paladar con hongos no tratado, al menos dos lesiones anales profundas por empalamiento de larga data, lastimaduras en la raíz del escroto con corte profundo, habiéndose hallado cabellos largos y ondulados dentro del ano, presentaba infección pulmonar con petequias, asepsis, síntomas de maltrato crónico y posible abuso sexual…”, reveló el informe del forense Adolfo Peñeñory.

Una testigo que participaba activamente de los rituales contó que en los tramos más macabros se le producían tajos a las personas, especialmente a niños. “Supuestamente lo hacían para que los espíritus cumplan lo que les pedían. Los cortes y la sangre que brota se da como ofrenda, como también cabellos arrancados para la realización de maleficios”, reveló un investigador.

Y no sólo eso: un participante de los rituales contó ante las autoridades judiciales que “a las víctimas le daban de beber bebidas alcohólicas” y que a Uriel Cisneros lo habían cortado con un cuchillo para “beber la sangre como ofrenda al espíritu de San La Muerte”.

El juicio

Para 2017, la investigación del crimen del menor había sido continuada por el fiscal Juan Pablo Lódola, y a partir de nuevas averiguaciones y operativos, se habían agregado más detenidos. De esta forma, los acusados formales por el brutal asesinato eran la “Mae Umbanda”, Ramona Rosa Toledo; sus hijos Lucas e Ivana Toledo; Fernando Diego Grollino, pareja de la joven; y Christian Acha (para entonces ya preso en la cárcel de Batán por otra causa simultánea).

La mayor de las mujeres era señalada entonces como la instigadora de la violación y el homicidio, mientras que sus hijos, Grollino y Acha estaban sospechados de cometer los ataques mortales. En tanto, Romina Hernández, la madre del niño, se hallaba imputada del delito de “abandono de persona seguido de muerte agravado por el vínculo”.

El caso llegó a juicio en noviembre de 2018 y a pesar de las graves acusaciones que formuló el fiscal Lódola contra todos ellos, el Tribunal Oral Nº 4 solamente condenó a Ivana Toledo y a Diego Grollino a cumplir la pena de prisión perpetua. Los jueces Jorge Peralta, Gustavo Fissore y Alfredo Deleonardis (hoy camarista) consideraron que ambos habían sido los autores del crimen, y absolvieron al resto -con excepción de la madre de la víctima- por considerar que no habían sido probadas correctamente sus respectivas participaciones en el hecho. Por su parte, Hernández recibió una sentencia a cinco años de cárcel por “abandono de persona seguido de muerte agravado por el vínculo”.

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Si bien Amavet, al comienzo, y Lódola (también camarista en la actualidad) después, siempre consideraron que el crimen se enmarcó en un rito umbanda, llamativamente esto no se dio por acreditado en el debate oral para los magistrados. En su fallo, los miembros del tribunal establecieron que en la instrucción preliminar de la causa, los investigadores habían determinado que las múltiples heridas que presentó el cadáver de Uriel Cisneros pudieron serle provocadas durante la ceremonia realizada la noche anterior al hecho, en un “templo” de la calle Irala al 9600, pero dejaron sentado que en el juicio éstos no mostraron los elementos correctos que permitieran confirmar, con grado de certeza, que aquel rito continuó en la casa donde se produjo el asesinato. Ese que conmocionó entonces a una comunidad que, a una década, ya lo ha olvidado.