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Policiales 15 de noviembre de 2020

A 28 años del cuádruple femicidio cometido por Ricardo Barreda

El hecho que conmocionó al país ocurrió el 15 de noviembre de 1992 en La Plata. Las víctimas fueron Gladys McDonald (57); sus dos hijas, Cecilia (26) y Adriana (24); y su madre, Elena Arreche (86). El odontólogo murió el 25 de mayo pasado en libertad.

Un 15 de noviembre como hoy, pero hace 28 años, el odontólogo Ricardo Barreda, quien en mayo último murió solo y sin poder cumplir su último deseo de que arrojen sus cenizas en la cancha de Estudiantes de La Plata, asesinó a su esposa, sus dos hijas y su suegra en su casa de la capital bonaerense, en un cuádruple femicidio por el que lo condenaron a reclusión perpetua y lo mantuvo en la cárcel hasta 2008.

Las víctimas Gladys McDonald (57); sus dos hijas, Cecilia (26) y Adriana (24); y su madre, Elena Arreche (86); fueron asesinadas en 1992 al ser atacadas a escopetazos en el interior de la vivienda ubicada en calle 48 entre 11 y 12 del centro platense, donde convivían con Barreda y que actualmente se encuentra en estado de abandono total.

El odontólogo primero negó la acusación en su contra e intentó hacer pasar el hecho como un robo a su casa, pero finalmente confesó, y en 1995 fue condenado tras un juicio oral a reclusión perpetua por el triple homicidio calificado de su esposa y sus dos hijas, y el homicidio simple de su suegra.

En el debate, el propio Barreda contó que el desencadenante fue cuando su esposa le dijo: “Andá a limpiar que los trabajos de conchita son los que mejor te quedan, es para lo que más servís”.

Según contó él mismo en el juicio, los homicidios fueron una reacción suya a los maltratos y humillaciones que recibía de todas ellas.

“Lo siento por mi hija más chica, que fue a la que menos le di y de quien más recibí”, declaró Barreda, quien en prisión se dedicó a estudiar Derecho.

Recién en mayo de 2008 el odontólogo abandonó la Unidad Penal 9 de La Plata al ser beneficiado con un arresto domiciliario y se fue vivir con su nueva pareja, Berta “Pochi” André, quien murió en julio de 2015 como consecuencia del deterioro de su salud a raíz de graves problemas neurológicos.

En diciembre de ese mismo año, y luego de varias idas y vueltas judiciales, Barreda recibió la libertad condicional; mientras que en mayo de 2016 se declaró “extinguida la pena impuesta” y se hicieron “cesar las accesorias legales impuestas”.

A partir de esta resolución, Barreda quedó en plena libertad y ya no tuvo que ser controlado por la Justicia.

Pero poco después de haber quedado absolutamente libre, Barreda se presentó solo en un hospital de la localidad de General Pacheco con una identidad falsa y visiblemente desmejorado, donde permaneció internado durante 457 días.

En ese momento, los médicos informaron que el odontólogo padecía “un cuadro de salud mental”; tras lo cual Barreda tuvo problemas con algunas enfermeras que denunciaron que las maltrataba.

Al salir de ese hospital en julio de 2017, el odontólogo fue enviado a una pensión de General Pacheco y luego se mudó a San Martín, donde estuvo alojado varios meses en el Hospital Eva Perón de ese partido.

Finalmente, el 10 de marzo de 2020 quedó internado en el geriátrico “Del Rosario”, de José C. Paz, en el que murió a los 84 años el 25 de mayo último.

Fuentes de ese geriátrico aseguraron que, si bien su estado de salud era delicado, Barreda estaba estable, se alimentaba normalmente y no había expresado molestias, aunque el cuadro empeoró y falleció.

Por su parte, su biógrafo Pablo Marti, la única persona que lo visitaba en ese establecimiento, contó que el último deseo de Barreda fue que lo cremaran y esparcieran sus cenizas en la cancha de Estudiantes.

Sin embargo, el club platense rechazó la posibilidad de que las cenizas de Barreda fueran esparcidas en el estadio de 1 y 57 ya que sostuvieron que la entidad “tiene una historia muy fuerte de respeto y de participación de mujeres en la vida social y deportiva, y eso marca toda una definición y una postura muy clara”.

Por último, el único amigo del múltiple femicida que lo visitaba en el geriátrico en el que murió colocó una cruz sobre su tumba en el cementerio municipal de José C. Paz en el día en que cumpliría 85 años, el 16 de junio último, con la frase “arrepentido de mis pecados cometidos” como epitafio.



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