Policiales

A 35 años de la mañana sangrienta en que Monzón mató a Alicia Muñiz

Hace 35 años, Carlos Monzón mató a su esposa, Alicia Muñiz, en el barrio La Florida. La temporada '88 se tiñó de negro.

Se cumplen 35 años del día en que el boxeador Carlos Monzón protagonizó uno de los crímenes más recordados y mediáticos de Mar del Plata: el asesinato de su esposa, la modelo Alicia Muñiz, el 14de febrero de 1988.

Esa noche, la pareja había vuelto a su casa, en el barrio La Florida, después de una salida. Discutieron y pelearon. Monzón tomó a Muñiz por el cuello hasta que ella perdió el conocimiento. En la desesperación, el púgil tiró el cuerpo de la modelo por el balcón de su dormitorio. Luego se tiró él. La foto de Alicia semidesnuda, muerta, con la cabeza rota fue la tapa de ese verano de 1988 en los medios del país.

Un año después, el excampeón del mundo fue encontrado culpable y recibió una condena de 11 años. Nunca llegó a cumplirla. El 8 de enero de 1995, Monzón, a los 52 años, murió en un accidente de tránsito cuando transitaba la ruta 1 en Santa Fe. Volvía a la cárcel luego de una de sus salidas transitorias por trabajo, en el tramo final de su condena.

El asesinato de Muñiz -en esa época la palabra femicidio no estaba en boca de nadie- presentó testimonios contradictorios de dos personas que estaban en las antípodas de la sociedad. Por un lado, el acusado de homicidio, Carlos Monzón, retirado campeón del mundo de boxeo y una de las figuras internacionales más conocidas de la

Argentina. Y, por el otro, Rafael Crisanto Báez, un inesperado testigo que por azar esa madrugada del 14 de febrero estaba en las inmediaciones de los acontecimientos, tirando de su carro para recolectar la basura de los vecinos del barrio La Florida para poder venderla.

La prensa supo darle color y bautizarlo con un “nombre artístico” acorde: “El cartonero Báez”.

Monzón, en el juicio, admitió haber golpeado a varias de las mujeres que lo acompañaron sentimentalmente, entre ellas a Alicia. Sobre el destino de su esposa, dijo que esa noche la agarró del cuello, pero que no quiso matarla. La explicación que dio de los hechos nunca fue precisa. Dijo que no tenía recuerdos claros de lo que había pasado, una nebulosa en su mente.

El excampeón relató que ella salió corriendo por el balcón y se tiró de cabeza. Agregó que él quiso agarrarla y se tiró para intentar salvarle la vida. Dijo que en el piso la vio sangrando y que por eso gritó para llamar a una ambulancia. La versión no fue del todo creíble.

“¡Yo vi cómo Monzón asesinaba a Alicia Muñiz!”, afirmó Baéz públicamente.

Esas palabras fueron el golpe directo para noquear al campeón. La versión de Baéz, por momentos más contradictoria que la de Monzón, decía que él estaba en un terreno baldío ubicado sobre calle Origone, que linda con la parte trasera de la casa que utilizaba la pareja ese verano. Allí estaba cuando llegó el taxi con Monzón y su esposa. Él dijo que vio cuando se encendió la luz del cuarto y el campeón le pidió a Alicia que se quitara la ropa.

También dijo que estaba en ese lugar cuando comenzaron a discutir y ella le gritó que era un “celoso neurasténico”, a lo que él respondió con una cachetada que la hizo volar por los aires. Desde allí pudo verlos y escucharlos.

Contó cómo Monzón clavó sus manos de 100 peleas profesionales en el cuello delicado de modelo de Muñiz. Observó luego cómo apretó con fuerza y levantó el cuerpo a centímetros del piso, mientras los pies de ella se movían con desesperación dando patadas en el aire. Báez relató que en un momento toda esa energía desapareció y Alicia dejó de moverse. Recién ahí Monzón la soltó, para que el cuerpo cayera desvanecido al piso.

El testigo explicó cómo fue el desenlace fatal. Monzón levantó el cuerpo desnudo de Alicia. Se lo puso al hombro. Caminó y salió del cuarto por la puerta ventana. Se arrimó a la baranda del balcón y lo arrojó al vacío.

Inconsciente, Alicia no tuvo la oportunidad de protegerse. Su rostro de modelo impactó contra el piso de ladrillos y murió.

Monzón volvió a la habitación, se cambió el pantalón y después, se tiró. Su brazo izquierdo amortiguó el golpe, que le dejó como saldo una clavícula quebrada. Báez vio a Monzón reincorporarse con dificultad, tomar una maceta y arrojarla con fuerza contra el vidrió de un portón para despertar al casero al grito de “llamen una ambulancia, Alicia se tiró por el balcón”.

La Justicia condenó a Monzón. La sociedad también. Esas semanas, cuando era trasladado a la comisaría, hospital o tribunales, se pudieron ver grupos de mujeres que golpeaban el patrullero al grito de “asesino”. El boxeador había vivido sus años de gloria bajo el clamor popular; en declaraciones, días después de los primeros insultos, confesó en una entrevista que le dolió que le gritaran asesino.

Monzón, en una nota que dio a una revista italiana en la cárcel, dijo que los medios argentinos lo maltrataban. La fama de campeón imbatible, de boxeador, de galán y de haber golpeado a otras mujeres hizo un eco imposible de silenciar en los medios, que acompañaron su final.

Del amor al odio

Casi un año había pasado de la última pelea de boxeo de Carlos Monzón, allá en Montecarlo, para defender por decimocuarta vez su título de campeón del mundo, cuando se encontró por casualidad a Alicia Muñiz en el aeropuerto de Ezeiza. Era julio de 1978, el invierno no había enfriado los festejos de la copa del Mundial de Fútbol y los militares mantenían a fuerza de balas, muertes y terror el poder en Argentina.

No fue exactamente una cita la primera vez que Monzón y Alicia se vieron. Fue más bien un café compartido mientras él esperaba su avión para ir a París y ella el suyo para ir a Roma. Ambos sabían de la existencia del

otro, pero nunca habían cruzado palabra.

Cuando llegó el momento de separarse, se prometieron verse otra vez, una cita esta vez programada, en Buenos Aires. Pero las promesas se diluyeron en el devenir de la rutina de ambos. Sin embargo, el destino les tenía preparada una sorpresa: en un carrito de la Costanera, volvierían a encontrarse.

Te dije que nos volveríamos a ver –le dijo Monzón a Alicia. Ese día nacía la relación que los llevaría al peor destino.

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