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Arte y Espectáculos 23 de julio de 2016

“A través de la desobediencia se encuentra la libertad”

"El territorio del poder" es la obra que propone esta noche, a las 21.30 en la sala Astor Piazzolla del Teatro Auditorium.

Música y actuación en un espectáculo que invita a pensar en en cómo el cuerpo es y fue un instrumento de fuerzas hegemónicas.

Mochila y equipo de mate. Yerba orgánica y nada de azúcar. Solo pide agua caliente. Y se pone a cebar. Como un uruguayo más, Leo Sbaraglia dice que “engaña el estómago”, que no almorzó, y que sí, que se siente muy cómodo en Uruguay, donde pasó varios meses filmando y cosechó amigos y su espectáculo “El territorio del poder” siempre resulta un éxito. El mate, como un tic, se le pegó.
Ahora llegó a Mar del Plata. Aquí volverá a poner en escena esa misma obra, que fusiona música, momentos de actuación, monólogos y proyección de imágenes bajo un mismo concepto: la búsqueda de la libertad.
“El territorio del poder” es su proyecto personal, el que desarrolla cada vez que tiene un huequito en su agenda, entre filmación y filmación. Ya recorrió todo el país.
“En el último año y medio hice seis películas y aún con ese volumen de trabajo hemos tenido la posibilidad de no dejar este espectáculo, siempre es nutritivo, es un descanso, me alimenta, me alimenta además viajar con los chicos que son músicos, viste que el mundo de los músicos es otra cosa y yo aprendo de eso”, dice.
Fernando Tarrés es el director artístico de la puesta musical, con quien ideó el espectáculo. Se suman los músicos sesionistas argentinos: el violinista Damián Bolotín y el trombonista Pablo Fenoglio.
“Lo novedoso de este espectáculo es que si bien es actuación pura, estoy arriba del escenario involucrándome con diferentes personajes y diferentes historias, y a pesar de ser pura actuación y relato, es también pura música”, sigue. “Es una relación en la cual conviven la actuación y la música en el mismo nivel”.
Entre mate y mate de un sabor riquísimo, Sbaraglia cuenta que el disparador de la puesta es el cuerpo, el cuerpo entendido como ese territorio donde el poder siempre ejerció fuerza, presencia, presión. “El cuerpo del ser humano como lugar de intervención y de machaque y de instrumento del poder”, resume.
Asegura que las ideas del filósofo francés Michel Foucault -estudioso de este tema- están presentes sólo conceptualmente. Lo que se ve sobre el escenario es un conjunto de historias que se relacionan por tener al cuerpo como ámbito del ejercicio hegemónico.
“El espectáculo es pura acción, pura rebelión, pura rebeldía del cuerpo -aclara-. No tiene nada de mental. Los relatos que hemos ido encontrando son relatos llanos de una persona hablando llanamente de una situación, personas ordinarias hablando de situaciones extraordinarias, dando cuenta de cómo nos hemos ido adaptando como seres humanos al mandato de otro, a un mandato histórico que se fue legando, transmitiendo de generación en generación, de muchos siglos”. La propuesta de Sbaraglia y Tarrés es empezar a desobedecer: “La idea es que a través de la desobediencia se encuentra la libertad”.
“Nosotros recibimos de nuestros padres, de nuestros abuelos, de nuestros maestros, de todo aquel que haya tenido un criterio de autoridad en nuestra formación, cosas que tenemos legitimadas o normalizadas y que son sórdidas y que son una mierda. La idea es registrar eso y tratar de ver cómo se desprocesa”, cuenta sobre la intención del espectáculo.
Dice que le aclara al espectador que aquello que están a punto de presenciar es “un juego, un encuentro, un viaje” que nunca es dos veces igual, que tiene las pinceladas de la improvisación del jazz y del ida y vuelta. “Me lo digo a mi mismo, porque uno a veces tiene la tentación de asegurarse un espacio, un resultado, como actor y yo toda mi vida he luchado como actor de no asegurarme ese espacio, de tratar… quizá lo que no me animo tanto en la vida me animo más en la actuación: correr riesgo creativo, como actor. Mi maestro Agustín Alezzo me decía que uno no puede tener un prejuicio de cómo tienen que ser las cosas, uno tiene que transitarlas”.
Y así anda, buscando el placer de lo no sabido, de la sorpresa, de lo no masticado. Descubriendo. “Lo mejor que uno le puede pedir al espectador y a nosotros mismos es no tener esa presensación de lo que tiene que ocurrir, sino tener la apertura de entrar en un viaje, en un viaje en el que no tenés que saber de historia sino que tenés que saber de tu propia historia”. Sbaraglia lo define: “Salir a explorar”.