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Opinión 13 de junio de 2018

Afuera no hay más lugar

La obra Ensayo sobre el miedo, del grupo La rosa de cobre, propone una lectura sobre la implosión inminente de la sociedad contemporánea. Un grupo de personas intenta resistir abrazado a sus propios errores.

por Agustín Marangoni

Hay siete personajes, ninguno es protagonista. Están encerrados en un espacio indeterminado donde suena un piano. Resisten la llegada de distintos grupos que quieren entrar. Cada cual tiene un arma, pero ya no hay balas: son siete sujetos que dejaron de ser lo que eran –dejaron de ser– por miedo al otro.

Podría decirse que Ensayo sobre el miedo es una obra cómica. Las escenas son una sucesión de momentos rebalsados donde la disputa de fondo es el sistema que moldea a la sociedad. O que moldeaba. Estos siete personajes parecen atrincherados en los últimos días del mundo contemporáneo, a la espera de un estallido inevitable. Hablan sobre los muros, la propiedad privada en abstracto y el rol de la policía. Hacen reír sin reírse de ellos mismos, porque no son conscientes de su estado de abandono, todavía creen que hicieron las cosas bien. A su manera dicen que las reglas eran claras y que la culpa fue de aquellos que estaban del otro lado del borde.

Cada tanto golpean una puerta. Son los grupos y llevan carteles para mostrar sus exigencias. Llegan críticos de arte. Llegan personas con hambre. Llegan los que se están muriendo. Y llegan los que gritan al hueso lo que está pasando:

– Afuera no hay más lugar.

Los siete suben y bajan por tarimas móviles; declaman en la altura y se desparraman por el piso para contar sus historias. El escenógrafo Juan Ignacio Echeverría fabricó piezas ágiles que les permiten ilustrar la dinámica del encierro. Los movimientos no llevan a ninguna parte, sólo dan vueltas sobre sí mismos para crear la ilusión de que pueden evitar el final que está al caer. El director y autor, Federico Polleri, cargó en la espalda de cada personaje un discurso corrosivo. Eligió el camino del teatro brechtiano para no andar disfrazando posturas tibias. Todos van al corazón de la batalla utilizando conceptos de alto vuelo ideológico, que cuidan sus formas en citas a Jauretche, a Marx y al mismísimo Charles Chaplin. Cada elemento humorístico asume un riesgo complejo, está siempre al borde de caer en el terreno de los elementos incrustados, sin embargo hay audacia narrativa en el guión y los engranajes giran con total fluidez.

Ensayo sobre el miedo se propone conectar un par de golpes a la conciencia social. La figura principal es el otro. Y el otro no se ve. Los diálogos, por necesidad, se activan con una zona oscura del relato que sólo da sus señales a partir de la interpretación de los siete encerrados. Ellos leen los carteles que construyen el cuadro de situación. Los reclamos son fundamentales. Pero nadie desde adentro está dispuesto a compartir nada.

La obra sintetiza en una hora y diez minutos distintas posturas vigentes en el análisis político a nivel macro. Encaja con el avance del neoliberalismo en Latinoamérica, con la concentración de la riqueza y con los dogmas anacrónicos que siguen pensando la sociedad, pero también muestra que el futuro es algo más que un punto donde confluyen pasado y presente. La lectura de la historia es una suma de individualidades, con mil caminos paralelos y transversales.

El fin de mundo está exhibido como un amanecer con olor a colillas de cigarrillos y azufre. Es una luz ámbar que ilumina un pedacito de ese encierro donde el arte se quiere suicidar cada diez minutos. Esta obra pone en primer plano unos cuantos tropiezos colectivos que nadie debe perder de vista.

Dónde y cuándo

Se presenta todos los sábados de junio, a las 21:00, en Cuatro elementos (Alberti 2746).



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