Opinión

Ahora Peñarol: para Arroyo la clave sigue en el combate perpetuo

Por Adrián Freijo

A veces pareciera que el intendente odia todo aquello que tenga sabor a marplatense. A sus peleas con molinos de viento se le agrega ahora lo ocurrido con Peñarol. Una locura peligrosa.

Los clubes que representan a Mar del Plata en competencias nacionales ya saben que no pueden contar con el apoyo de la comuna. En más de una ocasión la administración Arroyo les ha hecho saber que poco y nada le importa esa representatividad ni los miles de marplatenses que siguen a Quilmes, Peñarol, Aldosivi, Alvarado o cualquier institución que quiera exceder la respetable pero insuficiente línea de la competencia interna.

¿Es qué para el intendente Mar del Plata debe ser un cascarón endogámico en el que todos encerrados nos conformemos con mirarnos el ombligo sin otro horizonte que no sea el de sobrevivir sin trascender?.

Hace pocas horas una circular firmada por el Ing. Santiago Camilion, Director de Infraestructura del EMDER, dirigida a la Jefatura del Polideportivo ordenaba que “a partir del día de la fecha se prohíbe la colocación de todo tipo de publicidad en el campo de juego del Polideportivo Islas Malvinas”.

Cuando a las 15 hs., como es habitual, se presentaron en el estadio los encargados de pintar el sponsoreo, se encontraron con esta desagradable novedad que bien se cuidó el intendente en comunicarles sin tiempo necesario para resolver la cuestión por la vía que correspondiese. En las formas queda clara la perversidad del fondo.

Lo que inhibió al club de la calle Garay de poder cumplir con sus auspiciantes y, por supuesto, lograr con ello fondos que resultan imprescindibles para afrontar una Liga Nacional que seguramente será la más complicada en materia económica de las últimas dos décadas.

¿Así se fomenta el deporte local?, ¿así se promociona a la ciudad?, ¿así se gobierna?.

Persiguiendo a nuestras representaciones deportivas, clausurando emprendimientos comerciales que dan trabajo a centenares de personas, desalentando inversiones y convirtiendo a quien las encara en un enemigo a destruir sin pausa ni piedad, Carlos Arroyo asesta un golpe mortal a una ciudad en la que hace falta acompañar, sostener, asistir, ayudar y no combatir y destrozar.

El daño efectuado a Peñarol es tan artero como la forma de planificarlo. Arroyo y su gente sabía que esto iba a pasar porque lo tenían premeditado con todo el efectismo de la concepción autoritaria que caracteriza su pomposo accionar de dictador frustrado.

Pero ya es tiempo que intervenga el Concejo Deliberante y ponga fin a estos atropellos ridículos que solo sirven para que un pequeño ser humano con pretensiones majestáticas pueda irse a dormir convencido de que él todo lo puede y todo lo dispone.

¿O para qué está ese cuerpo que dice representar a los vecinos de General Pueyrredón en sus necesidades y aspiraciones?.

Y aunque todos sepamos que pronto esto será un mal recuerdo y que los clubes de la ciudad y quienes en ella invierten y trabajan podrán seguir adelante pese a este daño innecesario, tal vez sea tiempo de poner un freno a este tipo de tiranuelos que cada tanto arriban a la costa de la democracia para mimetizarse con la arena de la libertad y conseguir una representación que solo utilizan para dejar salir lo peor de sus atormentadas visiones.

Porque siempre se podrá dañar…pero el sol no se tapa con las manos.

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