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Arte y Espectáculos 31 de enero de 2022

Alejandra Darín: “Me gusta la fuerza de los argumentos, no de las armas”

Tras las funciones con "A la izquierda del roble", este martes vuelve a subir a escena junto a Pablo Razuk con esta obra que es un homenaje y, a la vez, plantea "dilemas existenciales que todos tenemos".

Enero terminó pero la temporada teatral sigue con nuevas puestas en escena para entretener y hacer reflexionar a los espectadores. En este caso, con una perspectiva histórica, Alejandra Darín y Pablo Razuk protagonizarán “Scalabrini Ortiz”, de Florencia Aroldi, con la dirección de Sebastián Berenguer.

Esta pieza teatral llega a la sala Astor Piazzolla del Teatro Auditorium este martes y miércoles y los días 8 y 9 de febrero a las 21.

Después de “A la izquierda del roble”, en homenaje a Mario Benedetti, con la que inauguró la temporada marplatense, Alejandra estará protagonizando esta puesta desarrollada a partir de hechos reales sobre la vida del historiador, filósofo, periodista, escritor y ensayista Scalabrini Ortiz. La pieza se sitúa en en 1974 cuando Mercedes Comaleras, pareja y madre de sus 5 hijos, es desalojada de la casa donde vivió toda su vida junto a Raúl.

Con la pandemia de por medio el equipo pudo aproximarse al texto y al grupo de trabajo por videollamada y lograron conocer en profundidad a este personaje de la historia argentina. Alejandra Darín dialogó con LA CAPITAL y detalló como fue la composición de este relato junto a Pablo Razuk.

-La nueva propuesta para febrero también es en memoria u homenaje al escritor. ¿Qué representa para vos Scalabrini Ortiz?

-Conocerlo a través de la obra me hizo quererlo muchísimo más y acordar con él. Por otro lado, la obra no habla solamente sobre Scalabrini, su personalidad, sus escritos, su trabajo, su dignidad y nobleza, sino también sobre la relación con su mujer en un momento muy duro de su vida, que fue su enfermedad y su muerte. Eso nos permitió ir un poco más allá y, a mi entender, hablar de algunas cosas que tienen que ver con los dilemas existenciales que todos tenemos. Es un valor de la obra importantísimo, aunque es simplemente una búsqueda, no es que uno tiene las respuestas para nada, sino que en ese ‘hacer teatro’ vas encontrando una suerte de posible respuesta a algunas cosas. Ese es el aporte de Scalabrini para mí y tiendo a pensar que eso que me provoca lo puedo interpretar y lo puedo transmitir a otras personas.

-¿Cómo fue la construcción de tu personaje?

-Obviamente el protagonista de la historia es él, pero esta era una pareja muy sólida, no solamente porque tuvieron cinco hijos, sino porque fueron compañeros. Mecha representa a todas las mujeres de una época anterior a la mía, de mitad del siglo pasado, que sostenían, acompañaban y eran ejes de muchas cosas de estos grandes hombres. Obviamente fueron silenciadas o ignoradas justamente por su condición de mujer, o por lucir como sólo la compañera, pero era bastante más que eso, fue su amiga, su amante y su compañera de trabajo.

-¿Sentís que tenés algo en común con Mercedes Comaleras?

-En líneas generales no, pero sí me puedo identificar en su rebeldía, sobre todo en el último tiempo de la vida de Scalabrini cuando la vienen a desalojar de esa casa que compartieron juntos. Rebeldías que no son violentas, sino que tienen que ver con la palabra o la acción puesta.

Además, en un momento él le dice ‘nunca te gustó la policía’, ella responde que no y explica… ‘Yo no sé si con la policía pero sí con la autoridad armada, con la fuerza de las armas no concuerdo porque no me parece. Me gusta la fuerza de los argumentos, no de las armas’.

-¿Cómo es trabajar Pablo Razuk?

-Nos conocemos de antes pero la verdad es que nunca habíamos trabajado juntos. Somos dos en el escenario y esa complicidad se intensifica mucho más porque es con él con quien te tirás a la pileta y enfrentás ese espacio contando esa historia. Nos entendemos muy bien y ahora en esta etapa de las funciones el placer es enorme porque tenés la reacción del público que te aporta todo lo que viniste a buscar.

-¿Hasta ahora cómo sentís que fue la devolución del público, era lo que esperabas?

-Sí, fue muy buena. Lo sentís en el cuerpo, se te eriza la piel, es lo que pasa con la famosa “cuarta pared”, que más que una pared es un canal o un puente de conexión entre un intérprete y el público y esas personas se pueden sentir de alguna manera identificadas con algo. Ahí hay una fuente de emoción, que es lo que uno intenta construir y cuando tenés un buen material entre manos lo lográs. Uno siente en el cuerpo lo que está pasando en ese lugar intangible que es muy difícil de explicar pero te das cuenta si pasa o si no. Es ese lugar que quizás cuando a uno le preguntan el valor del teatro puede teorizar mucho pero me parece que es una de las cosas que solo el arte puede hacer con las personas: meterte en ese espacio donde huelgan las palabras y lo único que prevalece es la emoción humana.