Opinión

Alfonsín, caminante y camino

Por Ariel Martínez Bordaisco (*)

 

En la historia circular de la Argentina casi todo lo que nos pasa ya ha pasado. Durante los años en los que el presidente Raúl Alfonsín mantenía en simultáneo sus batallas económicas, sindicales, políticas, militares, regionales e internacionales, apelaba a una mirada que esquivaba el puro presente, porque el horizonte no era salvar a un gobierno, sino salvar a un país. Decía que era necesario una acción en conjunto que administrara las tensiones y que sirviera “ahora para resistir, después para gobernar”.

El puro presente en uno de los problemas de la dirigencia. A veces, es difícil evitarlo, hay coyunturas que se llevan todo, que arrastran a lo demás. A todos nos pasa, a todos nos va a pasar. Pero en miradas como la de Alfonsín se juega una diferencia: no se trata de postergar problemas hasta el “después vemos”, sino de poner la política posible de hoy en la perspectiva del tiempo.

Si quien gobierna gobierna para hoy lo que en realidad hace es administrar. Es diferente. Alfonsín cometió errores, tuvo dificultades con las que su gobierno no pudo. Pero entró en la historia grande de la Argentina porque siempre supo que la visión política de un dirigente moralmente constituido es la del conjunto: la del pasado, la del presente y la del futuro. Hoy, Argentina vuelve a demostrar fragilidad económica, regional, institucional, política. Pero aquella visión del líder no está.

Por eso la estatura política de Alfonsín no pierde vigencia, ni las complicaciones finales de su gobierno invalidan la dimensión que tuvo en la realidad pública contemporánea. Y eso es posible porque la visión de Alfonsín sirve para pensar la política del futuro, aún cuándo hoy se cumplan 12 años de su desaparición física.

No se trata de asimetrías intelectuales, ni de capacidades. Se trata de concepciones de la política, de miradas opuestas sobre lo que es y para qué sirve gobernar un país. En la conducción del Estado nacional se impuso una utilización del pragmatismo que ya no tiene que ver con sus postulados fundacionales respecto el valor práctico de las cosas y de las enseñanzas que deja, sino que se convirtió casi en un sinónimo de la improvisación. Gobernar se ha convertido en intentar terminar el día, el mes. Sobrevivir.

Pero, si como entendía Alfonsín, el valor práctico implica administrar diferencias hoy para poder gobernar mañana, la mirada del presente incluye al futuro. Implica decisiones estratégicas en términos nacionales, implica un compromiso con un punto de llegada. Allí hay caminante y hay camino. Eso da esperanzas, da horizonte, nos obliga a pensar, como país, a dónde queremos llegar y, por lo tanto, qué dirección debemos tomar.

La improvisación lo primero que borra es el rumbo: nadie explica a dónde va, porque no lo sabe, ni le preocupa. Alfonsín hoy, entonces, es el refugio frente a la visión inmediata y corta de la política. Su figura y pensamiento, que fueron una realidad en la Argentina de hace pocas décadas, se convirtió en algo aspiracional. Es, para nosotros, aquella resistencia del hoy, para gobernar un mañana distinto.

(*) Presidente UCR Mar del Plata – Batán

 

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