El crimen de Daniel Marcel (78), ocurrido en el último día del mes de junio, y los recientes asesinatos de las jubiladas Ana María Rossi (72) y Elizabet Othondo (81), marcaron el cierre del primer semestre con una dinámica en ascenso de los homicidios en Mar del Plata, además de haber causado un alto impacto en la sociedad por la forma en la que se produjeron.

La mitad inicial del año se fue en el partido de General Pueyrredon con dos grandes particularidades: por un lado supone la cifra más alta para ese período en los últimos años y por el otro, los 21 asesinatos de este 2023 están esclarecidos para la Justicia.

Como siempre se sostiene al tratarse la problemática del delito que se lleva el bien superior, como es la vida de una persona, las estadísticas sirven para conformar mapas, analizar datos que permitan diagnosticar y establecer delitos asociados, armas empleadas, tipos de conflictos. Aunque el concepto de “inseguridad” de una urbe suele verse relacionado con la cantidad de asesinatos, no necesariamente quiero dar entender que si hay menos hechos fatales, hay mayor “seguridad”. En términos de seguridad urbana, tener bajos índices de homicidios es muy bueno, pero no lo es todo.

Es fundamental distinguir las circunstancias en que se cometen los asesinatos, ya que no es lo mismo a la hora de diagnosticar y buscar alguna medida para una corrección un homicidio en ocasión de robo, que un crimen interpersonal, que otro de violencia doméstica o de género, o una disputa por narcomenudeo.

Por este motivo es que los crímenes de Marcel, Rossi y Othondo calan profundo en la población, y potencian la idea de “vulnerabilidad” de los inocentes, justamente porque se trata de víctimas inocentes, alejadas de cualquier conflictividad.

Otro homicidio en ocasión de robo fue el de Miguel Angel Rojas, el hombre al que un menor le sustrajo su bicicleta cuando circulaba por la bicisenda de la ruta 88.

El absurdo crimen de Lucio Garay, el menor que murió en plena Peatonal San Martín de tres puñaladas durante una pelea en la noche de Carnaval, fue otro hecho que se pudo esclarecer en cuestión de horas.

Hasta el momento hubo dos femicidios, uno de ellos el de Valeria González y otro el de Gabriela Giménez. En el caso de González -que fue el primer crimen del año-, el detenido resultó ser su propia pareja, mientras que a González la mató el jubilado al que ella asistía haciendo tareas domésticas en su casa del barrio 9 de Julio. El hombre luego se suicidó.

De los 21 asesinatos contabilizados en esta primera mitad del año, hubo varios en contexto de marginalidad o submundo del delito. Pese a eso -porque acostumbran ser los más difíciles de esclarecer- también pudieron ser resueltos. Fueron los que tuvieron por víctimas a Andrés Casco, de Luis Mansilla, de José Telechea, Franco Correa, Nicolás Leyes, Claudio Delgado, Jorge Sosa y Daniel Campos.

Por último hubo se dieron dos homicidios que podrían ser revisados por la Justicia. El de Alan Salinas, quien fue asesinado por su pareja cuando él la golpeaba. La mujer lo mató en lo que parece ser un caso de legítima defensa. El otro hecho es el más reciente: Dora Martínez (81) apareció golpeada en su departamento céntrico y tras permanecer unas horas internadas falleció. El hombre que cuidaba de ella -también de otra anciana- fue acusado del homicidio, aunque desde un primer momento dijo que la mujer había sufrido una caída.

Los 21 homicidios dolosos del primer semestre constrastan con los 11 del año pasado y con los 17 del 2021 y de 2020, la cifra que evidencia el ascenso del año actual.

En todos los casos la Justicia tiene a personas imputadas y, si bien el homicidio doloso es uno de los delitos con mayor tasa de esclarecimiento, no deja de ser un dato alentador, en especial para los familiares de las víctimas que pueden encontrar en la instancia investigativa un relativo alivio.