Arte y Espectáculos

Anunciaron tormenta, sobre la hegemonía española en Guinea: un “olvido sangrante”

El documental forma parte de la sección Estados Alterados. Lo dirigió el español Javier Fernández Vázquez, quien realizó un profundo trabajo de investigación sobre sucesos ocurridos en la isla de Bioko, en 1904. La historia oficial versus la historia oral y el modus operandi de "las invasiones coloniales".

 

“Anunciaron tormenta” es la película documental del director español Javier Fernández Vázquez que introduce un tema, a su entender, poco abordado: la hegemonía del Imperio Español en Guinea Ecuatorial, en Africa, territorio que estuvo bajo poder ibérico hasta 1968.

El filme integra la programación de la sección Estados Alterados, en este Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.

Con recursos estéticos que abrevan en conceptos como el olvido y la memoria y un profundo trabajo de archivo, el cineasta contó a LA CAPITAL cómo la sorpresa movió su interés por este capítulo de la historia de la España Imperial.

“Entre 2010 y 2012 estudié antropología y me sorprendió la escasez de estudios históricos que había en España sobre la época colonial en Guinea Ecuatorial. En la calle, de hecho, el que este territorio hubiera sido una colonia española hasta 1968 era y es algo desconocido u olvidado”, indicó.

En el documental, el director introduce un contrapunto entre la historia oficial sobre la suerte que sufrió el lider bubi Ësáasi Eweera, en 1904, en la isla de Fernando Poo (actual Bioko) y los relatos de quienes custodiaron la historia oral del jefe “a través de generaciones”.

En la larga investigación “di con esta historia que, además de ser decisiva para el devenir del pueblo bubi en el futuro –subordinado a los poderes coloniales- sintetizaba de manera muy ilustrativa el modus operandi de las invasiones coloniales: el supremacismo europeo, las justificaciones ideológicas, la dispersión de la responsabilidad en un aparato burocrático y en el caso particular español, el rol indispensable de las misiones católicas como avanzadillas de la ocupación”.

-¿Cuánto trabajo le llevó la investigación?

-Realicé un viaje prospectivo en 2014 a Guinea Ecuatorial, concretamente al valle de Moka –la región donde ocurrieron los hechos- con este proyecto en mente. Allí constaté que, en efecto, se habían mantenido versiones orales que contradecían la historia oficial española pero que, no obstante, esta última versión sancionada por escrito en libros de texto y otros documentos escritos era a la que recurrían muchos habitantes. Ahí vi que había una historia. En España visité los archivos y transcribí los documentos originales relativos la muerte de Ësáasi Eweera y constaté, como otros investigadores, que allí había una operación de encubrimiento de un crimen. Conté con la colaboración crucial de Justo Bolekia –escritor y poeta que lee el poema en lengua bubi sobre Ësáasi Eweera con su hija al final del film-. Él me abrió las puertas de una serie de personas que habían custodiado la historia oral del líder bubi a través de generaciones.

-Es muy notable el tratamiento que realiza sobre las imágenes, el fundido del blanco actúa como una suerte de recuperación de la memoria? Juega con el olvido y la memoria a través de ese recurso?

-La sobreexposición de la imagen tiene una interpretación paradójica. Por un lado, la luz permite ver las formas, los contornos hasta que una imagen completa termina por formarse. Es decir, permite ver, “ilumina”. Pero un exceso de ella, ciega, borra. Para mí esta ambivalencia tenía que ver con la propia imposibilidad de establecer con rotundidad la verdad de lo sucedido en ese lugar hace más de cien años. La película se posiciona a favor de las versiones orales y, de hechos, estas van asociadas a las imágenes del presente, mientras que las imágenes archivo, inasibles, a punto de descomponerse, van asociadas a esas versiones escritas que esconden los hechos, que los modulan según el interés de quien escribe. De ahí también mi interés por identificar los lugares “marcados” por la historia y establecer la comparación entre las imágenes de aquella época y los lugares tal y como se encuentran en la actualidad.

-Cuál cree que es el rol del documental? Es un género que ha mutado en los últimos tiempos y que incluso se permite meterse en lo ficcional.

-Es una pregunta muy amplia y yo solo puedo responder por mí, por mi manera de trabajar. Mi visión del documental, de la no-ficción o del cine-ensayo es muy amplia pero considero que establecer límites entre lo que es ficción y deja de serlo cuando estas fronteras son tan porosas –y tan fértiles, precisamente por eso- no es muy útil. Tampoco sé cuál es el rol -¿ideológico? ¿político? ¿estético?- del documental en general ni si debe tenerlo. En mi trabajo es clave que mi documental aporte conocimiento e invite a la reflexión sobre el olvido, la memoria y la justicia histórica buscando en el proceso las formas expresivas y estéticas más adecuadas para ello. Pero, insisto, esto no desacredita a quién considere el documental de otra manera.

-¿Como escribió el guion de este documental, lo fue escribiendo a medida que lo iba filmando?

-En cierto modo sí. Fue un trabajo a lo largo de los años que, a medida que avanzaba, me daba cuenta de mi ignorancia y me exigía nuevas investigaciones, nuevos viajes. Solo tuve la “escritura” clara cuando decidí yuxtaponer los textos escritos “oralizados” a través de actores que los leen y contraponerlo a los testimonios orales bubis. Esto sirvió para organizar un pequeño rodaje en Madrid en 2018 y un último viaje a Guinea Ecuatorial. A partir de ahí, fue un trabajo largo de montaje. La verdadera escritura se dio en la sala de montaje, en la que por fin puede entrelazar y articular las diferentes versiones de la historia con las imágenes de archivo y con lo grabado en la actualidad, descartando muchas opciones y aceptando otras.

-¿Nota alguna clase de autocrítica respecto del rol de España en las colonias americanas durante siglos?

-Me temo que poca. Si bien es cierto que desde ámbitos de izquierda hay una mayor consciencia y conciencia de la responsabilidad histórica de España en estos territorios, tengo la impresión de que no es una prioridad en su agenda. Y lo que es más preocupante es que la ola reaccioanaria y nacionalista española que ha impulsado la derecha y ultraderecha en España con bastante éxito no solo no reniega ni reflexiona sobre ese pasado sino que lo celebra y lo sigue encontrando motivo de orgullo usando justificaciones supremacistas similares a las de los funcionarios coloniales, cuyos textos se leen en “Anunciaron tormenta”. Además, esta nostalgia “imperial” se apoya en una cobertura mediática muy fuerte, con apoyo a libros como Imperiofobia, de Elvira Roca Barea -desacreditado por historiadores serios-, que favorecen corrientes de opinión mayoritarias muy reaccionarias mientras que las opiniones disidentes o, simplemente, reflexivas y fudamentadas, las cuales, por supuesto, admiten el etnocidio y la explotación en las colonias son silenciadas, arrinconadas o atacadas por “anti-españolas”.

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