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Opinión 11 de septiembre de 2016

Aprendizaje

por Alejandra Martínez

Sui Generis revolucionó la música de nuestro país, y llega a nuestros tiempos actuales semejante revolución de letras. Es que cuando se dice una verdad, esa fuerza natural traspasa décadas, e instituciones prehistóricas. Aprendizaje es un poema hecho canción que habla de la educación importante, de la necesaria, de la justa. Habla de una educación que enseña a ser formal y cortés, poniendo en práctica las reglas del protocolo, la norma, lo “moral”.

De los maestros que habla la canción, rescata el conocimiento adquirido, la ciencia, el deber, pero también habla de que nadie que se atrevió a decir una verdad. Por miedo, y que el miedo es tonto.

La docencia es un arte, es una vocación, y es un ejercicio ciudadano tan noble que fecunda en su práctica el futuro real y concreto de una ciudadanía que tendrá luz, o sombra.

Durante años se estigmatizó a la docencia como un espacio limitado a la mujer. También como un ejercicio puro de quienes buscan una pronta salida laboral. Y costó mucho tiempo poder empoderar ese rol fundamental y fundacional en todas las construcciones ciudadanas.

Lo importante en el desempeño de la docencia es decir verdades, parafraseando a la canción. Verdades que sirvan para plantear interrogantes. Verdades que sumen a luchas históricas, verdades que permitan vivir una vida con conciencia iluminada, verdades que inviten a hacer amigos, a tener una familia. Para repetir ya hay bastante, repetir es un oficio que no debe significar lo mismo que educar. Aquí y en todo el mundo.

Los maestros y maestras de este país hoy le rinden homenaje al “padre fundador” de la educación argentina.

Podría ser otro día, podría ser en la fecha de sanción de la Ley 1420. Pero se decidió este día, el día de la muerte de Sarmiento para que sea el día del maestro. Una efeméride ambigua a la hora de pensar el sentido de la educación, pero no vamos a escribir estas líneas apelando al revisionismo histórico. Por el contrario, vamos a instar a ello, a la búsqueda de interrogantes.

La intención de bucear en el significado de “decir verdades”, no implica caer en la obsecuencia de creerse dueños de una verdad. Muy por el contrario. Pero por ejemplo: para que los sistemas del mundo digan verdades, tiene que haber detrás una educación que lo haga. El eslabón primario tiene que ser una sinceridad de espacio. Para que los medios digan verdades, tiene que existir una sociedad educada en verdades, que demanden verdades. En el sentido amplio de la palabra “verdad” que es adjetivo, sustantivo y verbo; tiene que haber un sistema educativo que se atreva a afrontar sus problemas y se anime a superar esas barreras.

Estructuras que cambian

Y parte de ese proceso comienza con acabar con el estigma del pasado cuando se cree que la “educación de antes era mejor”. El cambio del siglo demanda que naturalmente las estructuras de educación aquí y en todo el mundo cambien. No hablamos sobre los contratos sociales dentro de una escuela que se encuentran atravesados por las crisis que existen. Sino de algo más profundo en el desafío que los docentes tenemos a diario.

Por eso la tarea del docente es clave, es fundamental y también fundacional: en el primer término porque sin la presencia de docentes que trabajen materializando su vocación en el ejercicio de construir futuro, no podría cumplirse nada. No habría transmisión de cultura, no habría hoy tantos interrogantes necesarios para la vida social. Y es fundacional porque gracias a esos espacios de práctica, donde las vocaciones se ponen en marcha, se fundan nuevos proyectos de país, nuevas formas, miradas, grupos.

Hace medio siglo atrás, no había centros de estudiantes, ni permiso para discrepar con un docente. La historia misma se encargó de demostrar lo que le ocurre a un pueblo sometido, y sin seguridad propia de pensar distinto.

Por eso es menester extender el reconocimiento a todas las mujeres y todos los hombres que se atreven a construir una patria con verdades, con conocimientos y ciencias -como afirma la canción- pero cambiando el miedo por la curiosidad de aprender y descubrir. El miedo es tonto y los docentes de hoy somos personas sin miedo. Y hay que educar sobre el valor de la seguridad que evada al miedo, el miedo no sirve. Una maestra, un maestro, que enseña verdades es un referente en la vida de cualquier persona.

Para aquellos que enseñan preguntas, que ordenan esperanzas y fe, que trasmiten seguridad, que dicen verdades, les corresponde el mayor de los reconocimientos y posiciones en esta ciudadanía que crece en democracia. Porque como afirma Paulo Freire, “somos docentes progresistas aquellos que no enseñamos la adaptación al mundo, sino la certeza de ser personajes activos de nuestra historia”. Feliz día.

(*): Diputada FPV – PJ. Vicepresidenta de la Comisión de Educación HCD.



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