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Opinión 24 de junio de 2016

Aranguren, el chivo expiatorio de un gobierno que sigue subiendo subsidios

por Marcelo Bátiz

El déficit financiero de los primeros cinco meses del año se redujo en 11.519,8 millones respecto del mismo período de 2015. Pero la mejora del resultado no obedeció a un comportamiento homogéneo de todas las áreas del Estado y un análisis detallado de la situación permitiría ver el lado oculto de las decisiones de gobierno, aquel en el que los villanos, en realidad, no hacen más que cumplir la tarea para el lucimiento de los buenos de la película.

Para decirlo sin vueltas: sin los recortes a los subsidios en el sector energético (electricidad y gas, para los usuarios), el recorte de 11.519,8 millones hubiera sido un aumento de 4.918,1 millones de pesos. Las decisiones tomadas al respecto por el ministro de Energía, Juan José Aranguren, el principal blanco de las críticas al gabinete presidencial, explican más que toda la mejora en el resultado fiscal. Y sin ellas, las posibilidades que aún conserva Alfonso Prat-Gay de cumplir con las metas de déficit estarían absolutamente descartadas.

Algunos “trabajos en equipo” son bastante disfuncionales, al punto que no se repara que los lujos de algunos jugadores pueden realizarse a costa de de un sacrificio poco vistoso de otros. Y en esa disfuncionalidad, Aranguren se convirtió en el chivo expiatorio de un gabinete que lo dejó solo en la deslucida tarea de recortar subsidios, en tanto otros funcionarios mantuvieron intacto el aumento inercial y otros más que los duplicaron.

Por una razón que por el momento no se explicó, el esfuerzo de los recortes en los subsidios sólo se concentra en el sector energético, que cayeron un 26,1 por ciento en los primeros cinco meses del año respecto del mismo período de 2015.

Puede parecer un contrasentido, vistos los aumentos tarifarios en transporte y agua corriente, pero un repaso de la evolución de los subsidios en tiempos macristas ayudará a desnudar una política con dos velocidades marcadamente diferentes.

De acuerdo con la información suministrada por la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP), el gasto en subsidios en el período enero-mayo se redujo en 6.400,9 millones de pesos respecto del mismo lapso de 2015. El resultado es demasiado modesto a la luz de los tarifazos que afectan a usuarios residenciales, comerciales e industriales de todo el país, pero significativo después de una década de aumentos ininterrumpidos que se puede resumir con este dato: sin los subsidios, el déficit financiero del quinquenio 2011/2015, que fue de 486.030,4 millones de pesos hubiera sido un superávit de 295.563 millones, suficientes para evitar, entre otras cosas, los vaciamientos del Banco Central y la ANSES y la persistencia de una de las cargas impositivas más altas del planeta.

Las dos velocidades se ponen de manifiesto al discriminar los subsidios por rubros. Así se podrá comprobar que si se excluyera al sector energético, los gastos no habría caído, sino por el contrario se incrementarían en 10.037 millones de pesos. De una reducción del 7,1 a un alza del 11,2 por ciento.

Esa diferencia de 18,3 puntos porcentuales no solo deja en claro que el denominado “trabajo sucio” se circunscribe al Ministerio de Energía. Las dos velocidades también demuestran que hay por lo menos tres ministerios que, en lo que a subsidios se refiere, no están haciendo los deberes correspondientes. Son los siguientes:

.- El Ministerio de Transporte, encabezado por Guillermo Dietrich, que en estos cinco meses elevó sus gastos en subsidios en 5.897,3 millones de pesos, un 28,5 por ciento. La duplicación en el precio del pasaje de colectivos en el área metropolitana no tuvo el efecto esperado, si se tiene en cuenta que la factura del Fondo Fiduciario del Sistema de Infraestructura del Transporte aumentó 1.936,4 millones de pesos, un 21 por ciento. Y a pesar de la carta de Isela Costantini en la que le aseguraba a sus empleados que “nos reducen de forma significativa el nivel de subsidios para este año”, las transferencias a Aerolíneas aumentaron un 37 por ciento.

.- El Ministerio del Interior, Obras Públicas y Vivienda, a cargo de Rogelio Frigerio, del que depende AySA. Los subsidios destinados a esa empresa alcanzaron en los primeros cinco meses de 2016 a 3,583,5 millones de pesos (1.206,2 millones para gastos corrientes y 2.377,3 millones para gastos de capital). Pese a que el incremento tarifario fue aún más alto que en el autotransporte de pasajeros, respecto de 2015 el alza fue de nada menos que del 136,6 por ciento.

.- El Ministerio de Comunicaciones, liderado por Oscar Aguad, con responsabilidad sobre el Correo Argentino. Los subsidios a la empresa aumentaron 232 millones de pesos, un 137,1 por ciento (de paso, Aguad: avísele a Jorge Irigoin que en el sitio web del Correo todavía figura como dependiente de un Ministerio de Planificación Federal que hace seis meses y medio dejó de existir).

El desbalanceo entre Energía y el resto de los ministerios no solo es notorio, sino que en caso de prolongarse amenaza con transformar la reducción del gasto en subsidios en un aumento: en enero la caída interanual fue del 53 por ciento, cayó a 21 por ciento en febrero, a 13 por ciento en marzo y abril y al ya señalado 7 por ciento en mayo.

En términos anualizados, la diferencia entre 53 y 7 por ciento son casi 115.000 millones de pesos. Casi una invitación a un nuevo tarifazo. ¿Estará dispuesto Aranguren a seguir haciendo el esfuerzo en soledad o habrá, de una vez por todas, “trabajo en equipo”?

DyN



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