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Opinión 29 de abril de 2021

Arbolado Urbano, asignatura pendiente

Ejemplo de un árbol que obstaculiza la luz alumbrado publico y tapa marquesinas comerciales y señaletica vial.

Por Nicolás Antoniucci

Comienza el otoño y pareciera que inicia la temporada de motosierras alocadas. Cientos de vecinos corren a anticiparse a la caída de las hojas para zafar de barrer las hojas antes de que caigan de manera natural ¿pero qué pasa cuando cortamos el siclo natural del árbol? La caída de hojas es la respuesta del árbol al entorno climático. En invierno los suelos suelen congelarse y las plantas no pueden tomar los nutrientes del suelo por estar solidificados (solo disponibles de forma soluble).

A su vez, la helada cristaliza el agua contenida y transmitida por todo el sistema foliar del árbol, rompiendo sus vasos al aumentar esta de tamaño y produciendo daños irreversibles. Por estas dos causas la planta decide desprenderse de la hoja para economizar recursos y evitar daños retirando la savia con su clorofila y demás compuestos útiles para almacenarlos en otros tejidos. Esta retirada le permite al árbol volver a brotar con fuerza cada año.

Pero si podamos un árbol antes de que esto ocurra interrumpimos el almacenamiento de nutrientes y sometemos al árbol a un esfuerzo extraordinario que lo debilitará dejándolo a merced de enfermedades y provocándole un anticipado e innecesario envejecimiento. Esto ocurre frecuentemente y con la única y egoísta razón de no barrer o de evitar obstrucciones en pluviales. Cosa que pasa en todo el mundo y que en ciudades desarrolladas a nadie se le ocurre cuestionar, ya que es un proceso natural a cambio de múltiples e invaluables servicios que nos presta el arbolado urbano y que enumeraremos en el desarrollo de esta columna como argumento de por qué el bosque urbano debería ser en Mar del Plata (como lo es en Buenos Aires) una cuestión de patrimonio estatal y no un problema para cada frentista.

sombra

Una ciudad desarrollada se distingue, entre otras cosas, por su gestión del arbolado urbano. Por ejemplo CABA (ciudad donde nuestro intendente fue funcionario) obtuvo el premio Tree Cities of the World 2020, patrocinado por Arbor Day Foundation y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.

También las ciudades de Mendoza, Córdoba y rosario son buenos ejemplos de gestión de arbolado urbano dentro de nuestro país. Creo que nadie puede poner en duda, a esta altura del siglo, las ventajas insuperables que ofrece el bosque urbano cuando éste es el resultado del planeamiento y de la gestión. Para ello se requiere un equipo de funcionarios de planta permanente con la capacitación adecuada y un plan sostenible en el tiempo con políticas de largo plazo. Increíblemente Mar del Plata contó con ello en la primera mitad del siglo pasado, con Adolfo Primavesi como su mayor referente. Sí, en la antigüedad éramos más modernos que en el futuro, solo en Mar del Plata.

El tiempo parece que devoró la llama desarrollista de la vocación urbanística del estado municipal, haciendo menguar sus tareas y responsabilidades sobre el espacio público. Hoy debemos agradecer si cortan el pasto una vez por mes en las plazas fuera del casco céntrico, como si fueran las únicas que importaran.

Los noventas, en su locura privatizadora y de achicamiento del estado, también repercutieron en el lavado de manos más grande de responsabilidades de la historia de nuestro espacio público. Antiguamente era la municipalidad quien se encargaba de la poda. A veces bien y otras veces muy mal. De hecho, la realizaba la empresa de limpieza que por aquellos años se llamaba Venturino. Estuvo la moda del trasmoche, poda barbárica que mutilaba los árboles de manera cruel y contraproducente.

El costo de dicha tarea se trasladó al frentista, debiéndolo afrontar como pudiera y sin las herramientas del conocimiento y el criterio. Por lo cual, de esta manera, comenzó el desbarajuste más notorio que nos trajo hasta aquí. Las políticas de los últimos diez años han sido sacarle una foto al intendente de turno haciendo jardinería o plantando un arbolito que nadie cuidará y seguro morirá. Jamás se ha efectuado nunca en nuestra historia un censo del arbolado para tener ubicado cada uno de los árboles, monitorear su estado fitosanitario, la poda y si faltante en caso de haber sido extraído ilegalmente.

También ha desaparecido la guardia permanente para la atención de denuncias y podemos ver las prácticas de poda y extracción más salvajes, especialmente los fin de semana y feriados. Si cualquiera intenta denunciar telefónicamente entra en un laberinto de conmutadores que nunca lo llevan a ningún lado y lo dejan a uno más enojado y desanimado que antes. Una verdadera vergüenza que contrasta con la fotito del intendente plantando un plantincito que, de nuevo, muy poca esperanzas le tengo si no hay una gestión que se ocupe de sus cuidados iniciales para que pueda sobrevivir.

Más importante cuidar que plantar

Gracias a la gestión de los intendentes llamados socialistas, que eran ni más ni menos que los primeros “marplatenses de todo el año” y no los veraneantes de buenos aires con casa aquí, hoy disfrutamos de una arboleda digna de cualquier ciudad desarrollada, al menos en el trazado original de la ciudad. Plátanos, Tilos, Fresnos, Arces y Olmos entre las principales especies que podemos plantar. Árboles que cumplen varias funciones o, mejor dicho, servicios ecológicos.

Regulador Climático: el aire pasa por la copa frondosa de los árboles actuando como un radiador; tomando el fresco de su sombra y bajando así algunos grados. También evita que el asfalto absorba los rayos solares acumulando el calor como una batería y largándolo más tarde generando lo que se denomina “isla de calor”. De esta manera también se protege la durabilidad de las calles, ya que los materiales a temperatura más estables dilatan menos y no se fatigan tan rápido.

Filtro: de más está decir que la actividad del hombre genera residuos en el aire, como el gas de la combustión de vehículos y fábricas o el polvo proveniente de la actividad agrícola que rodea las ciudades. La gran mayoría de estas partículas son atrapadas por las copas de los árboles antes de llegar a nuestros pulmones y quedan allí esperando una lluvia para ser disueltos y llegar al suelo en las gotas de agua sin pasar por nuestro sistema respiratorio. Son fundamentales para reducir la huella de carbono.

Erosión: son un verdadero escudo ante dos agentes primordiales de la erosión del suelo, el agua y el viento. También, las superficies verdes son absorbentes y contribuyen en situación de inundación.

Acústico: la misma actividad de la ciudad además de contaminación aérea produce contaminación acústica. La arboleda profusa es absorbente de las ondas cacofónicas mitigando el estrés que produce el ruido sobre las personas.

Vial: el horario del amanecer o del atardecer puede ser un desafío visual para los conductores que quedan segados en aquellas calles despobladas de sombra natura y deben manejar a tientas por momentos.
Ahorro: una buena arboleda regula el clima y ayuda a que las condiciones climáticas no sean extremas como en los desiertos o despoblados. De esta manera se contribuye a un ahorro energético muy importante destinado a la climatización de hogares y lugares de trabajo.

Valuación: los mejores barrios son los más arbolados y, por ende, los que más demanda de compra reciben. Los entornos arbolados son uno de los recursos más valorizados a la hora de vender.

Diversidad: la arboleda es hábitat de animales como aves e insectos nativos que, sin ellos, se verían desplazados de la zona por la actividad humana en ciudades y agronomía.
Sociológico: las ciudades verdes aumentan la sensación de bienestar, innumerables estudios neurocientíficos avalan la premisa, pero más allá de eso, está la propia percepción del lector.

Gestión de Arbolado

Desde que la municipalidad desligó su responsabilidad sobre el mantenimiento del mismo ocurrió una de las peores cuestiones que puede ocurrirle a una gestión: la diversidad de criterio. Hoy cada vecino está obligado a contratar un podador matriculado, aún si no cuenta con los recursos económicos para hacerlo. Pero, si el arbolado urbano es de beneficio público ¿porqué debe hacerse cargo una sola persona de su árbol?. Esto a incurrido en que muchos frentistas hagan ellos mismos el trabajo, empujándolos injustamente a una situación ilegal y, por otro lado, sin las herramientas necesarias, ni siquiera las del conocimiento.

De esta manera cada uno hace lo que puede y comienza a darse la diversidad de criterios, creando un caos total y una “nogestión o digestión de Arbolado Urbano”. Cuando no se tiene un criterio unificado no podemos hablar de gestión, ni de organización ni de planificación, esto es un hecho. Y si cualquiera puede sacar un árbol añoso a los ojos de todo el mundo y no se puede denunciar porque no hay quien en la práctica reciba la denuncia: tampoco es gestión.

Si no podemos constatar la falta de un árbol porque no está censado: tampoco es gestión. Si un árbol está enfermo y en peligro de caer y no es advertido: tampoco es gestión. Si la empresa de electricidad poda fuera de término, sin personal capacitado ni habilitado por la misma municipalidad para la tarea y sin planificación: también es falta de gestión. A mi entender: Mar del Plata no tiene gestión de arbolado urbano, con lo barato que esto para el presupuesto de una ciudad y los inconmensurables beneficios económicos, ecológicos y sociales que esto trae.

Cómo elegir el árbol de vereda

Para ello primero hay que derribar un Gran Mito: el tamaño. Para muchos árbol grande significa problema grande y les aseguro que es al contrario. Los árboles pequeños, que no desarrollan más de 5 a 6 metros de altura (Lagestroemia indica, Punnus cerascifera, Ligustrum lucidum, Myoporum laetum, entre los más populares) eclipsan la luz del alumbrado público con sus copas bajas y enredan sus ramilletes de hojas con los cables eléctricos y telefónicos ocasionando cortes los días de temporal. Además, a escala peatonal y vehicular obstaculizan la vista de las marquesinas comerciales y de señalética vial.

Los árboles altos que vegetan sobre los 8 hasta 10 metros de altura y llegan sus copas a los 15 a 18 metros superan ampliamente la línea de cables y lámparas haciendo un uso eficiente del espacio aéreo y dejando desnudos esos primeros metros para que las marquesinas comerciales se puedan ver y la luz de las farolas de alumbrado lleguen al suelo sin sombras ni oscuridad. También otro mito es el de las raíces. Si bien hay especies que sí es real que ocasionan inconvenientes (como sauces, álamos y olmos, por ejemplo) muchas como Tilo y Plátanos solamente se deben a un mal cultivo de jóvenes, ya que al no ser regadas éstas debidamente sus raíces se extienden superficialmente bajo veredas y pavimentos en búsqueda de humedad en vez de buscar la profundidad del suelo. Por esto se han ganado múltiples enemigos humanos que limitan su conocimiento a esa sola experiencia y sin la amplitud necesaria que pueden tener los expertos en arboricultura y silvicultura (la ciencia que estudia el bosque urbano).

Por eso sostengo y afirmo que la cuestión vegetal es demasiado importante a efectos económicos, urbanísticos y sociales para que un frentista sin los elementos del conocimiento necesarios tomo decisiones por todos, por el conjunto de la ciudad, ya que el tema forestal urbano nos atañe a todos. Nadie tiene porque saberlos tampoco (de la misma manera que no sabemos de ingeniería hidráulica y tenemos agua o que no sabemos de electricidad y tenemos luz en nuestros hogares), solo el estado debe ocuparse de estos temas de todos y velar por el bien común. Por otro lado los costos de poda para la ciudad son muchísimos más bajos que para el frentista, por lo cual me parece una injusticia sea por el lado que se lo mire.