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Interés general 7 de enero de 2018

Arte, puesta en valor

Por J. Mario Musumeci. Técnico Universitario en Gestión Cultural

 

El arte es un elemento fundamental en los procesos de desarrollo comunitario, en niveles cultural, político, económico y social, que permite a la ciudadanía en su conjunto participar de forma voluntaria en las tareas de creación, difusión y recepción cultural, con un elevado número de actividades vinculadas a esos procesos.

El arte escénico es un arte vivo que subsistirá a los tiempos combinado o no con las nuevas tecnologías, ya que estas últimas representan un arte virtual, ficticio, cada vez más plagiario y carente de participación personal. En Mar del Plata, el teatro constituye parte importante de su patrimonio intangible otorgándole una impronta e identidad substancial a la ciudad, transmisor del saber, la actualidad, educador, imitativo, atrayente para el ocio y esparcimiento.

La imitación es la iniciación primigenia de aprendizaje desde el nacimiento de cada humano, reproduciendo a quien actúa para que este entienda, tanto sus movimientos como posteriormente sus exclamaciones, emociones, sentidos, su habla y su incursión primaria de comportamiento social, por lo que debe considerarse a la actuación como agente de desarrollo relacional en los niveles de formación educacional, social y cultural.

Los valores educativos del arte desarrollan la formación integral de la persona, en el fomento de valores como la tolerancia, la igualdad, la responsabilidad, la solidaridad, el equilibrio, la autonomía personal y en la adquisición de las más disímiles competencias, entre ellos las capacidades personales de expresión no estructuradas del lenguaje formal oral y escrito.

Todos los ciudadanos, sin excepción, deberían participar activamente en los procesos de creación, difusión, recepción y en todas las actividades artísticas, directa o indirectamente, relacionadas con esos procesos, como en la implicación de diferentes colectivos en los procesos de expresión y comunicación escénica, musical plástica, etc. como ejercicio de sus derechos en relación con las dinámicas sociales, culturales y artísticas de la sociedad, combinando su dimensión artística con sus dimensiones social, educativa, cultural y comunitaria.

Las políticas culturales deben orientarse hacia políticas de fomento, formación y consolidación de partícipes, tendientes a aumentar el capital cultural y expresivo de la ciudadanía con una relación dinámica entre espectadores, gestores y creadores. Estas políticas culturales deben tener como finalidad identificar y satisfacer las necesidades sociales, aumentando el horizonte de expectativas estéticas y expresivas de los distintos extractos sociales y estableciendo una relación flexible, dinámica y dialéctica entre espectadores y creadores.

Un sector productivo

La cultura tiene una importante dimensión económica, que la convierte en un sector productivo capaz de generar puestos de trabajo, que precisa para su desarrollo de la creatividad y consolidación de un tejido cultural sólido y dinámico, integrando a agentes e instituciones de muy diverso tipo.

El impacto económico del sector cultural en el desarrollo económico tiene una evidencia empírica creciente. El turismo está estrechamente ligado a la economía, aunque el turismo como la economía se nutren del “capital simbólico”, éste es quien domina las acciones, comportamientos, las conductas, pertenencias, otredades, las formas y las modas, lo que implica una dinámica que fomenta la economía cuaternaria y quinaria, la primera refiere a servicios, comercio, comunicaciones, finanzas, hotelería, transportes, turismo, la administración pública y los servicios públicos, prestados por el Estado o la iniciativa privada. En el sector quinario se incluyen las artes escénicas, el audiovisual, edición, medios de comunicación, software, industria textil, museos y patrimonio histórico, los que también son parte de la economía creativa que en los últimos años ha sido el motor de la economía mundial del tercer milenio.

La economía del nuevo milenio se asentará en la cultura y ya se ven nuevos paradigmas económico – culturales que influenciarán la macroeconomía mundial, estos son la economía naranja, la economía creativa, el esteticismo, la propiedad intelectual, la economía de la experiencia, de la felicidad, entre otros menos conocidos.

La ¨teoría objetiva del valor¨ (A.Smith, D.Ricardo y K.Marx, …) plantea que el valor de los bienes y servicios tienen un valor intrínseco dado por el trabajo incorporado, la ¨teoría subjetiva del valor¨ (Marshall, Mill, Walras, …) sostiene que el valor se da por lo escaso y su utilidad. Al principio del siglo XX se pensaba que la existencia del Mercado era el que trazaba el valor de acuerdo a la disposición de pago. La Escuela de Chicago incorpora la noción de que el valor está determinado por cuestiones que van más allá del criterio economicista, poniendo énfasis en los valores de responsabilidad, éticos y morales.
Me atrevo a inferir que el valor económico cultural está dado por el ¨evento¨ como un bien económico social único, creativo, innovador, educativo, transformador, evolutivo, que hereda y tiene reproductividad.

Toda evento humano, desde la percepción, hecho o descubrimiento genera desarrollo cultural, debemos prestar atención a la cultura como hecho primario del desarrollo económico y social de nuestras comunidades.

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