Asilo Unzué: arquitectura y disciplinamiento femenino
Por Susana Delgado
El Asilo Unzué de Mar del Plata fue inaugurado con la presencia del Presidente de la Nación, Roque Saénz Peña, el 5 de marzo de 1912. Seis meses antes, María Unzué de Alvear y Concepción Unzué de Casares habían entregado en donación el edificio a la Sociedad de Beneficencia de la Capital. Las actas de dicha institución mencionan en diversos registros la activa y decidida intervención que protagonizó la señora de Alvear en el diseño del edificio que acogería a niñas “débiles” entre 7 a 16 años, como así también en la elección de la congregación religiosa que se haría cargo de regentear la institución: las Franciscanas Misioneras de María.
Nos interesa en este caso revisar las características estéticas del edificio diseñado por el arquitecto Louis Faure Dujarric, y su conexión con el proyecto de disciplinamiento para la mujer que con decisiva voluntad de poder llevó a cabo María Unzué de Alvear.
La historiografía ha revisado la forma de organización de la asistencia a las niñas y mujeres por parte de las damas de la elite, como moralizadoras de la Nación (Ciafardo, 1990), en su centralidad en la cuestión social (Suriano, 1996, Moreno, 2000, Lobato, 1996, 2005, 2008; Barrancos, 1995- 2007, 2008; Nash, 1991, Nari, 2000-2004); pero también al destacar los dones propios de su feminidad: humildad, dulzura, abnegación (Tenti Fanfani, 1989), y su vínculo permanente con el Episcopado argentino, cada vez que solicitaban autorización para la inserción de oratorios en sus estancias (Di Stéfano- Zanatta, 2000; Lida, 2005), y su preocupación por los métodos médicos aplicados, muchas veces en tensión con los higienistas (Pita, 2004, A. Alvarez, 2008- 2010).
Por su parte la información sobre la arquitectura es más profusa, pero su interés sobre las características excepcionales del diseño del conjunto, (Ayesa, 1995,2000 Insanti, 2004, Cova, 1980, Cova-Gomez Crespo, 1982, Cesarelli de Pescia, 1994, Novacovsky, Paris, Roma, 1994, 1997, 1999), se revitaliza con el proceso de restauración de 1990 por parte de los arquitectos de la FAU :Durante, Novakovsky, Otero, Paris, Roma, Paris, 1994- 1997) y la declaración en 1997 como Monumento Histórico Nacional.
Consideramos que las características arquitectónicas del asilo y los símbolos de la religiosidad propuestos, exhiben estilos diferentes según las esferas que representan. La esfera espiritual, por un lado, centrada en el oratorio de características neobizantinas, y la física corporal, que corresponde a la vida cotidiana de las niñas asiladas y las monjas franciscanas, situada en la estructura en H, con dos plantas de estética más ligada a la de la Secesión Vienesa, de estructura clásica y austera, de volúmenes simétricos de escasa curvatura, con excepción de los contornos sobresalientes de las ventanas.
El plano espiritual, de raigambre bizantina se destaca por tres aspectos. La justeza de las proporciones, en primer lugar, verificable en cada uno de los elementos que integran el todo, desde la planta crucífera, abovedada de plano central, hasta el basamento de las columnas, diseñado a partir de los cánones del simbolismo criptográfico. En segundo lugar, las piezas y revestimientos de mármol, adornados con elementos de la naturaleza, las hojas de acanto, la tortuga y otros motivos, a veces calados, a veces en relieve, con detalles en materiales preciosos; en tercer lugar, destacamos la pintura de las teselas con laminados de oro con la representación de la figura del Cristo Pantocrátor], en el ábside con seis registros con dibujos geométricos y rosas místicas de ocho pétalos en estucos policromados. (Novakosky-Paris-Roma, 1997).
Por último, destacamos la escultura –también en mármol- que representa a la Virgen María, el oratorio lleva su nombre Inmaculada Concepción de María, ajena al arte bizantino. El culto mariano fue impulsado por la Iglesia Católica hacia 1850 con el objetivo de resaltar y definir las cualidades femeninas: castidad, abnegación, piedad y dulzura. (Bravo- Landaburu, 2000). En el todo, hacia arriba del plano celestial, el Pantocrator rige y guía a la virgen que abre sus brazos, por debajo.
En el plano físico-corporal -o esfera terrenal- distinguimos a su vez dos elementos. Hacia el jardín interno, se encuentra una imagen de San Francisco de Asís, en diálogo con el lobo de Gobbio- representa el pecado- a quien el santo había amansado para el bien de la aldea, mientras que en el centro de la construcción, arriba de las puertas, se ubica una reproducción del reloj de la Abadía de Westminster. (Novakovsky, Paris, Roma, 1997). El amor del santo a todas las criaturas, incluye a las niñas débiles y desamparadas que eran alojadas en el asilo, mientras que el reloj expresa la necesidad de tiempo para avanzar por el riguroso camino espiritual, y a su vez las estaciones que debían atravesar las niñas en cada etapa, para extirpar el lobo interior salvaje.
La grandiosidad del conjunto propone un equilibrio entre ambas esferas, la riqueza y el esplendor del reino de los cielos, al que podrán acceder las niñas asiladas, si logran avanzar por el camino del bien, el trabajo y el decoro virginal. Esta conjunción exhibe un preciso modelo de disciplinamiento para la mujer pobre que garantice una elevada moral y un abnegado sacrificio como madres de los futuros brazos y espadas de la Nación.
María Unzué, viuda muy joven de Angel de Alvear, fue presidenta de la Sociedad de Beneficencia durante el primer gobierno de Yrigoyen y también durante la presidencia de su cuñado. Marcelo T. de Alvear. Su obra estuvo siempre estrechamente ligada a la Iglesia, por lo que fue distinguida con el título honorífico de Marquesa Pontificia. Donó terrenos en distintos puntos de la provincia de Buenos Aires, donde hizo construir escuelas e iglesias. Entre ellas se destacan el Asilo Unzué y la escuela Agrotécnica de Luján, Angel T. de Alvear. También hizo erigir el santuario Santa Rosa de Lima en la Capital, por lo que mereció la orden del Sol del Perú. Participó como Vicepresidenta de la Comisión de Señoras en el Congreso Eucarístico Internacional de 1934. De estrecho contacto con las autoridades políticas y eclesiásticas, tenía un panorama claro de las dificultades por las que atravesaba el país en la cuestión social. Cómo la mayoría de los sectores de poder, veía en la educación a través de las órdenes religiosas, las herramientas adecuadas para promover los cambios necesarios en la sociedad. Sus estancias en la zona de la Biarritz argentina, donde hizo construir un palacio, al mismo arquitecto que diseñó el Asilo Unzué, le permitieron vislumbrar una ciudad que crecía vertiginosamente, al mismo ritmo que se poblaba con gente que provenía desde distintos ámbitos rurales de la provincia y de la incesante inmigración.
Así, su precisa acción política –ligada a la Iglesia y al Estado- le permitió intervenir activamente para la puesta en marcha de un engranaje de disciplinamiento para las mujeres en pos de espíritus castos y laboriosos, bajo la mirada atenta de San Francisco con la omnipresencia de Dios-Júpiter a través de la Virgen María.
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