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Arte y Espectáculos 9 de septiembre de 2017

Baryshnikov explora el universo de Nijinsky en “Letter to a man”

Mikhail Baryshnikov regresó a Argentina para presentar "Letter to a man". Foto: Télam / Lucie Jansch.

El prestigioso bailarín ruso Mikhail Baryshnikov recorre junto al director estadounidense Robert Wilson “Letter to a man”, espectáculo realizado a partir de los “Diarios” de (Vaslav) Nijinsky, texto donde el “dios de la danza” fallecido en 1950 registró su temprano pasaje a la esquizofrenia, en un montaje de gran despliegue técnico y estética minuciosa, que puede verse en el Coliseo.

“Letter to a Man” es una carta pasional en el diario del artista que encendió el movimiento y las coreografías del siglo XX, una misiva que como no tiene remitente acentúa su misterio, aunque Serge Diaghilev empresario fundador de los Ballets rusos y amante de Nijinsky resulta el destinatario del aluvión de palabras tomadas por una patología que suele barrer con la cualidad expresiva del lenguaje.

La última visita de Baryshnikov al país en 2014 fue para realizar funciones de la exitosa “The old woman” también dirigida por Wilson (quien ya había traído aquí su obra “Persephone” en 1999 durante una edición del FIBA) pero en aquella ocasión compartió escenario con el poderoso actor estadounidense Willem Dafoe.

Aquella puesta inquietante propuso un viaje desde los sentidos al universo del desasosiego mental, a partir del relato homónimo de Daniil Kharms quien murió de inanición encerrado en una institución psiquiátrica de Leningrado en 1942, con toques expresionistas y guiños al absurdo, narrada también desde un importante desarrollo tecnológico.

La locura entonces parece un tema seductor para la aplaudida dupla creativa y fue una escena presente en aquella obra, un breve monólogo del artista ruso donde destrozaba una silla inspirada en un texto de los “Diarios” de Nijinsky lo que despertó la curiosidad en Misha, germen del unipersonal ovacionado anoche en el Coliseo.

La actual propuesta de sumergirse en las crónicas autobiográficas sobre la locura recurre a un esquema de proyecciones siempre tan perfectas que por momentos parecen congelar la trama durante un montaje de alrededor de 80 minutos.

En sincro con el despliegue, el cuerpo del gran Baryshnikov extiende los límites de su potencia: se sienta, danza con ramas en sus manos (un momento exquisito) destila tensión o se relaja, siempre con su maquillaje blanco, para lograr imponer la seductora brutalidad de la biología entre la exactitud del universo propuesto por el constante andamiaje tecnológico.

El viaje por los parajes del tormento parece realizarse desde la distancia de la precisión técnica capaz de conformar un impecable rompecabezas, donde cada pieza se mantiene firme en su lugar, lo vuelve un cuidado producto de exportación, mientras que puede alejarlo del collague de las emociones.

La reproducción de ciertos elementos asociados con frecuencia al desasosiego mental: símbolos en rojo y negro, imaginario de borde entre la ingenuidad y lo sombrío, aves, agua, campos de batalla y la camisa de fuerza bajo el frac del intérprete, signan la puesta y conforman un entramado perfecto junto al diseño sonoro.

La repetición en off de algunas frases del texto en ruso, inglés y francés, a veces en la voz del protagonista, la de un narrador o en la de una mujer dan cuenta de la letanía sonora, el revoltijo de género propio de una mente alucinada mientras se escuchan y pueden leerse sobre una pantalla.

De todos modos, la impronta de perfección conspira por momentos para transmitir la sórdida desorganización de aquellos textos, delatores de la esquizofrenia que dominó al “clown de Dios” desde su juventud hasta su muerte en 1950.

Un caso de psicosis tan poderosa que, según cuenta la leyenda, dejó sin mucho que hacer a un maestro de la psiquiatría como el suizo Eugene Bleuler, mientras que el estudio de su discurso delirante fue retomado por psicoanalistas franceses como Jacques Lacan y Piera Aulagnier.

La música de los compositores Arvo Pärt y Alexander Mosolov junto a canciones de Bob Dylan y Tom Waits se suman a la invitación estética de la pieza.

El espectáculo tiene producción de Lino Patalano y hará funciones desde el jueves 7 al sábado 9, a las 20.30; domingo 10, a las 18.30; martes 12, miércoles 13 y jueves 14 a las 20.30 en el teatro Coliseo, Marcelo T. de Alvear 1125 (Ciudad de Buenos Aires).