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Opinión 28 de noviembre de 2018

Bloque oficialista: cada vez va cayendo menos gente al baile

por Adrián Freijo

La salida de Guillermo Volponi, las actitudes más críticas del radicalismo y la posición díscola de María Angélica González marcan el inicio de una peligrosa disolución oficialista.

No son días fáciles para el arroyismo. A las dificultades conocidas, generalmente causadas por la propia impericia y esa constante actitud de dinamitar los puentes con quienes pretenden ayudar, se agrega ahora el fantasma de la desaparición de esa costosa mayoría automática que, aún con sobresaltos, le sirvió muchas veces para disimular errores de gestión o avanzar sobre derechos ajenos con la impronta de una dictadura travestida en democracia.

En las últimas horas es Guillermo Volponi el que anuncia su salida del espacio. Y su decisión adquiere un doble valor político ya que es el único integrante del PRO que integraba el bloque; con él se marcha también el nombre identificatorio y ahora el rey queda desnudo: de aquí en más será solo Agrupación Atlántica, el casi inexistente partido del intendente que cada vez se encuentra más menguado y en soledad.

Ya no cabe a esta altura duda alguna acerca de la estrategia política de Arroyo y su pequeño círculo: ninguna. Todos se improvisa de acuerdo al momento, las reacciones se encadenan con el ánimo y no con la reflexión, la emoción se lleva puesta a la inteligencia y la falta de visión acerca de los problemas ya no puede ser suplantada con falsos axiomas, miradas torvas y posturas de autoridad que han quedado expuestas como un simple estereotipo y no como una convicción.

Las viejas peleas hoy se toman para la broma, los discursos grandilocuentes invocando al patriotismo asoman como propios de un país bananero…todo se asemeja a aquel nacionalismo ajado de la década del 50 del siglo pasado, tiempo en el que quedaron depositadas las visiones de un hombre que niega el progreso, se opone a las nuevas tecnologías y juega a una sociedad bucólica y romántica que ya no podrá volver jamás de las convulsiones actuales.

Carlos Arroyo sigue soñando con que la realidad es la que él quiere; y no parece tener cerca gente dispuesta hacerle entender que ello no es así. O tal vez ocurra que quienes tienen llegada a su cercanía no tienen capacidad, envergadura o interés en intentarlo.

Claro que tampoco debe descartarse otra lectura: estar cerca de Arroyo ha dejado hoy de ser un buen negocio. Por supuesto que hablamos desde lo político…desde el ángulo del interés económico no son pocos los que están demostrando que ello no es tan así y encaran alegremente cuestiones que terminarán lastimando el único gran valor agregado que tiene el intendente y que es su honestidad. Pero eso a los oportunistas poco les importa.

Todo se irá haciendo cada vez más cuesta arriba y posiblemente la próxima interpelación del Concejo a Mourelle y Destéfano sea el primer anuncio público de que se ha iniciado la cuenta regresiva.

Que solo se detendrá si el porfiado Zorro Uno abre su cabeza a otras visiones y convoca a su lado a gente capaz, honesta más allá del discurso y con ganas de resolver problemas y no multiplicarlos.

Claro que para ello debería dejar de ser él mismo. ¿Difícil no?