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Arte y Espectáculos 10 de enero de 2020

Bonín y Ruedas: “Para nosotros, el teatro tiene que ser solidario, es un trabajo colectivo”

Este viernes estrenará en la sala Roberto J. Payró del Auditorium "Un instante sin Dios", un thriller que aborda la violencia de los años 70', a través de los dos personajes: un sacerdote y un empresario que quiere hacer una donación.

Elogiada por la crítica especializada, esta noche estrenará en la sala Payró del Auditorium en la temporada marplatense “Un instante sin dios”, con las actuaciones de Arturo Bonín y Nelson Rueda bajo la dirección de Daniel Dalmaroni.

Si bien muchas voces resaltaron el duelo actoral que lograron los protagonistas durante sus presentaciones en la cartelera porteña, ambos artistas coinciden en la “importancia de la empatía” y conciben al teatro “como un trabajo solidario”. Asimismo, subrayaron el magnetismo del texto.

Recién llegados a nuestra ciudad, los intérpretes dialogaron con LA CAPITAL mientras recorrían la sala Roberto J. Payró del Teatro Auditorium, donde subirán a escena de viernes a domingos a las 21.30.

“Nosotros trabajamos juntos en una obra anterior y es muy agradable hacerlo con alguien con quien hay empatía, con el cual podés tomar las sugerencias que hace acerca de la actuación. Cuando termina la obra nosotros hacemos un análisis y nos sugerimos cosas que pueden mejorar la función. El teatro para nosotros es así. Tiene que ser solidario, es un trabajo colectivo, no una situación individual”, señaló Nelson Rueda.

“Y el que no lo entiende de esa manera se pierde una parte maravillosa de lo que es el teatro: la legitimidad de un personaje a través de la mirada del otro, de la aceptación del otro”, agregó entusiasmado Arturo Bonín.

“Un instante sin dios” sitúa al espectador ante un poderoso empresario que visita a un veterano sacerdote de una humilde parroquia de frontera para ofrecerle una importantísima donación para su iglesia. Pero la oferta tiene una condición: una confesión. No del feligrés hacia el cura, sino del sacerdote hacia el empresario. Allí surge el thriller en tiempo real: ¿qué es lo que el sacerdote tiene para confesar y por qué es de interés del empresario? ¿El cura está dispuesto a aceptar el dinero para la gente pobre de su parroquia a cualquier precio o también impondrá sus condiciones?

Así surgirá la violencia de los años ´70 en la Argentina y se colará constantemente en esta conversación que va de los milagros de la Biblia y de Cristo a Santo Tomás de Aquino, el celibato y la caridad, mientras sus protagonistas comparten una “nutritiva sopa pastoral”.

Al respecto, Bonín explicó que “entendemos esta obra como un thriller porque es una investigación mutua que se hacen estos personajes. Ambos personajes se van descubriendo en sus diálogos y van investigando acerca de sus pasados. Desde el principio sabemos que se oculta algo y a veces con desconfianza, y otras de manera más amena se van interrogando acerca de sus pasados. Son dos personajes muy queribles”.

“El espectador también actúa de manera activa, porque va descubriendo con los personajes y va imaginando cómo podría ser el final de la obra -agregó- pero todo puede cambiar ya que tres minutos antes parece que termina de una manera y en los últimos tres minutos se da vuelta. Todo de acuerdo con la empatía que van descubriendo los espectadores con cada uno de los personajes, con uno y con otro al mismo tiempo”.

Siguiendo con el argumento, consignó que la obra “es un recorrido por los años 70´, años tan duros para nosotros. Se tocan diferentes momentos de la historia argentina. Es una obra que se sostiene gracias a la dramaturgia del autor y eso lo tenemos que destacar. El autor con muy buenas manos nos muestra caminos y va desviando esos caminos. De a poco nos va mostrando, desglosando lentamente cual será el final de esta historia. Hasta llegar a ese final inesperado, hermoso final”, añadió.

En cuanto a la exigencia de su trabajo, el destacado actor consagrado como una de las grandes figuras nacionales, dijo que “ninguno de los dos puede relajarse, bajar la guardia porque es una obra que requiere cuerpos presentes activos y contando esta historia”.

“Por ello -enfatizó- desde que comenzamos a hacerla hace un año hasta ahora es otra obra para nosotros. Hemos recorrido varios teatros del país y cada espacio respira de manera distante. Para nosotros la obra es la misma, pero la percepción del espectador varía. Así como también se modifica la gestualidad, la voz, pero después la obra es la misma. También tenemos la escenografía, que nos marca, nos contiene, nos delimita. Sin embargo uno recorre teatros que son espectaculares, grandes, que no vuela una mosca a lo largo de toda la obra, propio de la tensión que genera”.



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