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Brasil bajo fuego

El lado oscuro de la pasión por el fútbol. Conflictos económicos, rumores de peleas, actuaciones decepcionantes y un calvario para el DT Claudio Coutinho, blanco de todas las críticas. La “torcida” quemó un muñeco suyo frente al Casino.

Por Sebastián Arana

A Mar del Plata le tocó el privilegio de ser la subsede de la selección brasileña, la de mayor prestigio mundial, una de las que mayor atención concentra en todos los Mundiales. El “scratch” vivió en Mar del Plata durante diecisiete días, entre el 26 de mayo y el 12 de junio y aquí jugó sus tres partidos de primera fase.

Había en el vecino país esperanzas de conseguir el “tetra” en Argentina, fundadas en la calidad de sus jugadores y en los resultados de los últimos amistosos, especialmente los conseguidos en una larga gira previa por Europa. Y aquí expectativas de disfrutar de un fútbol de alta calidad.

Unas y otras se vieron defraudadas. Las de los visitantes y las de los locales. Los pronósticos de cómoda estadía se derrumbaron pronto. Brasil en Mar del Plata estuvo permanentemente bajo fuego.

La pelea por la plata

Los conflictos se precipitaron ni bien el equipo llegó a esta ciudad. El primero fue económico: el monto de los premios a percibir por la Copa del Mundo. El arquero Leao, el joven Zico y un consagrado como Roberto Rivelino llevaron la voz cantante en la negociación con la Confederación Brasileña de Deportes. El pedido de los jugadores fue un millón de cruceiros -moneda del vecino país en aquella época- en caso de ganar el título, algo así como 58.000 dólares. La CBD se negó rotundamente, considerando que la exigencia iba más allá de lo razonable, y pidió una reducción de la suma. Así comenzó un largo tira y afloje.

Al mismo tiempo, Leao -presidente del gremio de futbolistas en su país- y compañía llevaron la discusión a la cuestión de los viáticos. Pretendían un aumento entre el 100% y el 80% sobre los 100 dólares que percibían por día. Reclamo que provocó un nuevo enojo de los dirigentes. Todo antes del debut con Suecia.

Por otro lado, la relación del plantel con el entrenador Claudio Coutinho, según especulaban medios brasileños, no era la mejor. Los nuevos métodos del capitán de artillería y ex preparador físico -en esa función se desempeñó al lado de Mario “Lobo” Zagallo en el Mundial de México de 1970-, inspirados en el fútbol europeo, provocaban la resistencia de los futbolistas más veteranos.

Brasil tenía buenos jugadores, pero el ambiente estaba muy tumultuoso. Hoy todavía se considera un disparate que Coutinho haya dejado afuera de la convocatoria a Paulo Roberto Falcao, en plenitud hacia 1978, a raíz de una discusión.

Suecia, el primer golpe

La pretensión de apagar esos primeros chispazos con un buen debut ante Suecia se desvanecieron. Fue uno a uno y por segundos pudo haber sido triunfo si el árbitro convalidaba el agónico gol de Zico. Pero los escandinavos, que comenzaron preocupados por defenderse y se fueron soltando por la inacción rival, lucieron siempre más armónicos. “A tal punto llegó la falta de un juego atractivo de los brasileños que gran parte del público que se dio cita para aplaudirlo finalizó silbándolo”, escribió entonces Jorge Tauler para LA CAPITAL.

Como era de imaginarse, aparecieron las primeras críticas fuertes de la prensa hacia el equipo de Coutinho. En el vecino país y en el mundo. Por ejemplo, Juan José Fernández, en El País de España escribió: “Se mostró como un equipo sin entidad y con un único líder discreto llamado Rivelino, que pareció maniatar más todavía las acciones del resto de sus compañeros”.

“Brasil no decepcionó. Simplemente no jugó como puede jugar. No faltó espíritu de lucha, ni garra, ni ganas de correr. No jugó bien, nada más”, se defendió Coutinho un par de días más tarde en una tensa conferencia de prensa en la Villa Marista, llena de comentarios mordaces por parte de los colegas del vecino país.

España, el estallido

España representaba para Brasil la oportunidad de dejar todo atrás. Sin embargo, fue una pesadilla. El “scratch” jugó peor todavía que frente a Suecia y no perdió únicamente porque el español Julio Cardeñosa tuvo en la boca del arco de Leao uno de los fallos más increíbles en la historia de los Mundiales. Fue un 0-0 penoso, rematado con silbidos estruendosos para las dos selecciones de parte del público que otra vez colmó el estadio. El resultado dejaba a la selección “verdeamarelha” en peligro de ser eliminada.

Coutinho se escudó en el mal estado de la cancha, argumentó que el equipo “mejoró en relación al partido con Suecia” y salió al cruce de las versiones de mala convivencia dentro del plantel. “No me parece decente justificar una mala actuación con presuntos problemas internos”, sostuvo.

Las críticas hacia él, tras esta falta de autocrítica, fueron feroces. “Brasil sigue desprestigiando su historial futbolístico. Quizás es el único equipo de la Copa que juega sin punteros. Un equipo que deja en el Brasil a un jugador de la talla de Luiz Pereira es un conjunto que está dejando de lado la experiencia necesaria para ganar la Copa. España es una modesta formación que, ante los errores de Brasil, tomó confianza en el segundo tiempo y disfrutó de la ocasión más clara para ganar el partido”, le dijo a Julio Macías, de LA CAPITAL, el periodista brasileño Solange Bibas, de Gazeta Esportiva.

Si los periodistas estaban furiosos, la “torcida” todavía mucho más. Alrededor de doscientos hinchas, con el famoso Bustamante al frente, desfilaron por la gélida noche marplatense descargando a viva voz su bronca por la actuación del “scratch” y portando un enorme muñeco que simbolizaba al cuestionado DT. Cuando llegaron al Casino Central, cortaron el tránsito y quemaron el “monigote” de marras. Como en un rito tribal.

“Fue un verdadero carnaval. De bronca. De ganas de exteriorizar un pensamiento. De materializar en torno a ese muñeco quemado todo el malestar que irrumpe cada vez que Brasil atraviesa una crisis futbolística (…) Así lo vive un pueblo. Así lo exterioriza. En las buenas y en las malas. No hay término medio para la pasión”, se escribió en la crónica de LA CAPITAL del singular episodio, nunca antes visto en esta ciudad.

El pueblo brasileño, acá y también allá -manifestaciones por el estilo se vivieron, por caso, en las favelas de Río de Janeiro-, clamó por la renuncia de Coutinho. Hubiera sido un hecho sin precedentes en la historia de los Mundiales.

El almirante Heleno Nunes, sin embargo, el hombre fuerte de la Comisión Técnica de la selección brasileña “bancó” a su compañero de armas en ese momento. Según una interpretación de esa crisis -ver aparte “Reinaldo, el puño que desafió a dos dictaduras”-, ese respaldo vino acompañado por “sugerencias” de cambios. Pero, por otro lado, no hace falta ser muy inteligente para percatarse de que las variantes se imponían. Y a granel.

El coronel André Richer, jefe de la delegación, también sostuvo al entrenador. “Este muchacho está soportando todo tipo de anormalidades. Se inventan cosas todo el tiempo y no hacen nada bien. Pero tiene un temple sensacional. Si existe alguien que quiere que el equipo juegue bien y pase a la segunda ronda, ese es Coutinho”, le dijo a LA CAPITAL en un mano a mano en la puerta del Radio City, donde la cúpula se reunió para presenciar el tape del partido con España en pantalla gigante.

Austria, un poco de paz

El DT, finalmente, hizo cuatro cambios para jugarse la clasificación frente a Austria: Rodrigues Neto por Edinho, Gil por Nelinho, Mendonca por Zico y Roberto Dinamita por Reinaldo. Dos cámaras de televisión lo “marcaban” nada más que a él durante el juego. Pero las variantes dieron resultado y Coutinho salió del trance. Irónicamente, Brasil apagó el incendio con Dinamita. Un gol de Roberto le dio el 1-0 y la angustiosa clasificación.

La historia en la segunda fase fue distinta. Brasil igualó el primer puesto de la zona con Argentina y, por diferencia de goles, tuvo que jugar el partido por el tercer puesto con Italia. Tras el triunfo que lo subió al podio, Coutinho sostuvo que los suyos habían sido “los campeones morales del Mundial”.

La carrera del cuestionado DT no duró mucho más en la Selección. Dirigió la Copa América de 1979 y fue cesado tras la eliminación brasileña en semifinales a manos de Paraguay, a la postre campeón. Al año siguiente llevó al título nacional a Flamengo. Se dice que él puso las bases del equipo que se consagró campeón de América en 1981. Pero no recogió los frutos: se fue a dirigir a Estados Unidos.

De vacaciones en Brasil, en noviembre de 1981, murió ahogado cerca de Río de Janeiro, practicando uno de sus pasatiempos favoritos: la caza submarina. Tenía nada más que 42 años. El agua, paradójicamente, se llevó la vida de aquel entrenador cuyo muñeco fue devorado por el fuego frente al Casino Central.

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