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Opinión 31 de marzo de 2017

Brexit o la Caja de Pandora

Por Denise Castello. Licenciada en Relaciones Internacionales

 

La salida de la Unión Europea por parte del Reino Unido podría constituir el mayor acto de auto-destrucción de la historia política moderna. Los populismos, los nacionalismos, la crisis de refugiados, la migración masiva, el terrorismo islamista y otros desafíos internos y externos ponen en peligro las instituciones democráticas y exigen un liderazgo europeo que sea capaz de volver a unir y reafirmar los fundamentos de una Europa al borde de la desintegración.

A pocos días de haberse celebrado los 60 años de la Unión Europea (UE) y a 44 años de formar parte de la misma, el pasado 29 de marzo la Primera Ministro del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte (RU) Theresa May, invocando el Artículo 50 del Tratado de Lisboa, comenzó formalmente las negociaciones para el llamado Brexit –la salida del RU de la UE – que deberán finalizar en el término de dos años.

Un largo y sinuoso camino

A siete años de la crisis de 2008, cuando las economías europeas aún no se habían recuperado, se desencadenó la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial, generando profundas divisiones sobre temas como la inmigración y la seguridad, especialmente frente al desafío del terrorismo, los grupos islamistas radicalizados y sus efectos disruptivos en las democracias modernas, cuestiones para las cuales los partidos políticos tradicionales no ofrecían soluciones inmediatas. En ese contexto tomaron impulso partidos “euroescépticos” populistas y nacionalistas que comenzaron a cuestionar la conveniencia de pertenecer a la asociación regional, olvidando los valores que la sustentan y sus logros.

En Gran Bretaña un partido minoritario euroescéptico logró que el entonces Primer Ministro (PM) David Cameron, necesitado de apoyos políticos para ganar las elecciones de 2015 y en un acto de torpeza superlativa, le prometiera llamar a un innecesario referéndum que no sólo le costó su cargo como PM (desde entonces ocupado por Theresa May) sino que abrió una suerte de caja de Pandora con consecuencias económicas, sociales, políticas y estratégicas aún incalculables.

Help!

Nunca antes un país desarrollado había decidido retirarse por voluntad propia de una asociación regional con implicancias geoestratégicas tan significativas, sin una revolución o guerra que lo justifique, lo cual hace del Brexit un salto sin red hacia el vacío.

En lo económico, Europa pierde a uno de sus principales contribuyentes, mientras que el RU, cuyo principal mercado es la UE, pierde su lugar en el mercado común de la economía más importante del mundo sin un proyecto alternativo razonable.

La intención del RU es recuperar el control sobre la inmigración, liberarse de la jurisdicción de las instituciones europeas y a la vez conseguir el mejor trato comercial posible. Pero esto último no será fácil pues la UE, para evitar un posible “efecto contagio” del Brexit, deberá adoptar una política de “mano dura” hacia el RU –incluida una sanción de 60 mil millones de euros a pagar previamente a cualquier conversación sobre una nueva relación económica y política. Además, para el Consejo Europeo las cuatro libertades de movimiento (de personas, bienes, servicios y capitales) del mercado común son indivisibles, es decir que no se puede negociar una sin las otras.

Asimismo el Brexit menoscaba lo que durante siglos fuera uno de los pilares de la geopolítica británica: el equilibrio de poder en Europa –esto es, evitar que una sola potencia domine el continente. Con el Reino Unido afuera, Alemania reuniría todas las condiciones.

Todos juntos ahora

Más allá de la economía, el Brexit plantea amenazas a la estabilidad política e importantes desafíos en materia de defensa y seguridad en el plano local, regional y global, que en algunos casos requerirán firmes liderazgos, soluciones creativas y regímenes especiales.

En el RU, las diferencias entre los que votaron quedarse y los que votaron irse de la UE parecen insalvables. Escocia, que en el referéndum votara mayoritariamente (62%) por permanecer en la UE y ahora se ve arrastrada fuera de la misma, reclama a través del Parlamento Escocés un nuevo referéndum sobre su independencia del RU, reclamo que fue rechazado hasta después del Brexit. Mucho más complejo y delicado es el panorama de Irlanda del Norte, con un 56% de su electorado a favor de permanecer en la UE y donde el restablecimiento de fronteras podría reavivar viejas tensiones, poniendo en peligro una paz alcanzada con muchísimas dificultades –el Acuerdo de Viernes Santo (Belfast, 1998) que puso fin a 30 años de conflictos en el Norte de Irlanda sólo fue posible en virtud de la membresía de Irlanda y el RU en la UE.

En caso de prosperar alguna de estas iniciativas en el RU, no tardarían en replicarse en otros países de Europa continental (España e Italia para empezar), desencadenando una oleada de divisiones que pondrían en peligro la estabilidad política y estratégica europea y debilitando también a la OTAN –a la cual Donald Trump, quien apuesta a la desintegración de la UE, considera obsoleta.

Sin embargo, desde los tiempos de la Guerra Fría, la OTAN nunca fue tan necesaria como lo es ahora para apoyar los valores democráticos en Europa y para defender a Europa Central y Oriental de las ambiciones de Rusia –principalmente a los países que se encuentran en la frontera, desde Estonia hasta Bulgaria. Es comprensible que Vladimir Putin, a quien la desintegración europea y una OTAN debilitada le resultan muy convenientes –tanto para promocionar temas de su interés en la agenda internacional como para asegurarse el acceso a los mercados europeos en términos ventajosos-, apoye los partidos separatistas en la UE y celebre el Brexit como una victoria.

Ante este panorama turbulento es fundamental mantener el status-quo: evitar las divisiones territoriales y que la UE realice las reformas necesarias para asumir un liderazgo que vuelva a unir y reafirmar los fundamentos democráticos de una Europa al borde de la desintegración.

Ciudadanos y residentes son la prioridad

El punto 8 de la guía presentada por la UE al RU para las negociaciones proclama que el derecho de todos los ciudadanos de la EU y de sus familias a vivir, trabajar y estudiar en cualquier estado miembro es un aspecto fundamental de la UE y que acordar garantías recíprocas para establecer la situación de los ciudadanos del RU a la fecha de la salida de la UE será un tema prioritario en las negociaciones.[1]

Por su parte, si bien Theresa May manifestó que a partir del Brexit restringiría la libertad de movimiento de europeos hacia el RU, también dejó claro que se respetarán los derechos adquiridos por los que ya residen allí. Incluso Guy Verhofstadt, el representante del Parlamento Europeo en las negociaciones del Brexit, propuso ofrecer a los británicos que así lo desearan una “ciudadanía asociada” que les permita mantener la libre circulación por la UE, trabajar en todo el territorio y votar en las elecciones al Parlamento Europeo. Para que esto prospere aún deberá ser aprobado por los estados miembros y por supuesto se esperaría reciprocidad en los términos. Aún quedan dos años de negociaciones por delante. Mientras tanto, todo sigue igual.

(1)Fuente: The Telegraph, “In full: EU’S draft guidelines for Brexit negotiationes” 31-03-2017



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