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Interés general 13 de enero de 2024

Buenos Aires desde abajo: cuatro paseos subterráneos para conocer la otra historia de la ciudad

La capital argentina esconde bajo sus cimientos un universo de túneles que revela episodios poco conocidos de más de 300 años, hipótesis de atentados contra funcionarios y relatos de amores no destinados.

Vista de los túneles subterráneos de El Zajón. Foto: Télam | Eliana Obregón.

Por Florencia Fazio

La cosmopolita ciudad de Buenos Aires, que seduce a miles de turistas nacionales y extranjeros por su rica historia, impresionante arquitectura y bulliciosa vida nocturna, esconde bajo sus cimientos un universo de túneles que revela episodios poco conocidos de más de 300 años, hipótesis de atentados contra funcionarios y relatos de amores no destinados, que se pueden revivir de manera virtual y con visitas guiadas.

“Los túneles son una de las incógnitas y mitos que tenemos en Buenos Aires, y su valor antropológico es inmenso, porque el Buenos Aires primitivo nació en los barrios del sur. Es una alternativa fascinante para conocer la historia desde otra óptica”, cuenta a Télam el guía turístico Javier Cortese.

“Estos túneles ayudan a entender el pasado de nuestra ciudad en su origen, cómo sirvieron a familias tradicionales, en función al desarrollo urbanístico y al proceso de inmigración, e invitan a repensarnos en el ahora”, reflexiona.

Estas galerías subterráneas, construidas en diferentes períodos y con diversas finalidades, son aún hoy motivo de intriga: unas se remontan a la época colonial, cuando sirvieron para el transporte de bienes y refugio, otras fueron construidas para encauzar arroyos que atravesaban la ciudad y, más recientemente, nuevos tramos fueron parte de un ambicioso proyecto de infraestructura para conectar la ciudad.

“Todos buscamos entrar en un túnel y salir cinco o diez cuadras más lejos, y aunque eso todavía no se pudo lograr, se estima que había una red de túneles de Belgrano a Perú, más al Cabildo y a la Catedral y otros que salían al Río de la Plata”, detalla Cortese sobre algunas conexiones subterráneas del casco histórico.


Manzana de las Luces

En pleno centro porteño, debajo de lo que ahora es el Complejo Histórico Cultural Manzana de las Luces, entre las calles Moreno, Bolívar, Alsina y Perú, se despliega un entramado de pasadizos subterráneos, construido entre los siglos XVII y XVIII por personas esclavizadas de pueblos originarios y afrodescendientes supervisados por jesuitas.

Su existencia reflotó en 1848, por una investigación policial, luego de que obreros se toparan en el fondo de un terreno de la cuadra con un pasaje que conducía a la casa del entonces gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas y la prensa alimentara la hipótesis de un intento de asesinato. Tanto el dueño de la construcción, como los obreros y el propietario anterior, terminaron tras las rejas.

“Hay muchas especulaciones sobre los túneles de la Manzana de las Luces. Algunos dicen que era una salida de contrabando, algo que es poco probable porque en esa época estaba todo blanqueado, y otros comentan que se utilizaban para guardar armamentos y traficar esclavos”, detalla Cortese.

Al igual que los tramos descubiertos en la antigua Aduana Taylor -detrás de Casa Rosada-, y en el Cabildo, los de la Manzana de las Luces están cerrados al público por trabajos de conservación, pero pueden visitarse de manera virtual en tuneles360.manzanavirtual.net.


Iglesia San Ignacio de Loyola

Una de las ramificaciones de la galería principal, que se conecta con la Iglesia San Ignacio de Loyola, sobre la calle Bolívar, se podrá recorrer a partir de febrero.

En este caso, los pasillos, ubicados entre tres y seis metros bajo tierra, tuvieron una función defensiva en caso de invasiones. Son 30 metros los que se pueden caminar y al recorrerlo con velas es posible advertir marcas de cinceles que los jesuitas dejaron en la tosca a lo largo de los años. Para más información, ingresar a www.sanignaciodeloyola.org.ar.


Zanjón de Granados

A unas cinco cuadras, otro relato habita los subsuelos del imponente Zanjón de Granados, una construcción que primero perteneció a una acaudalada familia española que vivió allí con seis esclavos africanos y que, luego, de 1861 a 1960, funcionó como un conventillo para 23 familias.


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La amplia puerta de hierro de la calle Defensa da la bienvenida a paredes con ladrillos de adobe, techos con vigas de quebracho cortadas con hacha, ambas de la década de 1830; marcos de madera verdosa originales de la casa española, y sus tres patios: uno para visitas, otro con un mirador para observar la circulación de barcos y el del fondo, donde la familia colocaba todo lo que no se mostraba.

El terreno fue comprado en 1985 por Jorge Eckstein, un empresario e ingeniero químico, que perseguía el sueño de inaugurar allí un restaurante, proyecto que quedó trunco después de que, en pleno proceso de remoción de escombros, el piso del tercer patio colapsara y aparecieran restos de una casa de ya casi 300 años y un túnel subterráneo.

Se trata del corredor de un arroyo fundacional de la ciudad que trasladaba agua de lluvia desde las zonas altas hasta el Río de la Plata, donde ahora se emplaza la avenida Paseo Colón, y es parte de unos 200 metros de laberintos ubicados a un centímetro de las napas y a casi cuatro metros de la superficie. Para más información, ingresar a elzanjon.com.ar.


Antigua Tasca de Cuchilleros

Otro sitio con tramos de túnel es la Antigua Tasca de Cuchilleros, la casa de adobe más remota de la ciudad, construida entre 1729 y 1730 sobre la calle Carlos Calvo, protagonista de una historia de amor y revancha, donde funcionó el primer horno de ladrillos que se hizo en Buenos Aires y que cubrió los túneles.

Allí vivía el General Olidén, sargento de los mazorqueros (fuerza policial afín a Rosas), quien había determinado que su hija, Margarita, se casaría con el líder mazorca, don Ciriaco Cutiño, a pesar de que ella estaba profundamente enamorada de un payador y domador de caballos y su amor era correspondido.

Al pasadizo subterráneo de techo alto abovedado y ladrillos a la vista se accede por una escalera caracol y con cada escalón que se desciende es posible sentir como la temperatura también disminuye.

Según la historia, frente a la negativa de su padre, Margarita abrazó la hondonada de aire frío y el olor a humedad del corredor y huyó junto a Cuello, sin saber que el camino los conduciría a la iglesia de San Pedro Telmo. Para más información, ingresar a antiguatasca.com.ar.

Télam.