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Opinión 5 de julio de 2017

Campaña por Alma Mía: estamos con las manos en la obra 

Por Lynette Hooft 

Yo tenía alrededor de 6 años cuando mi mamá me llevó por primera vez a la Capilla Nuestra Señora de la Esperanza, del barrio Regional, dependiente del Instituto María Auxiliadora.

Mi mamá es Profesora en Filosofía y daba clases de Educación Cívica en la Escuela Piloto de Mar del Plata. Los sábados por la mañana iba al Centro con sus alumnos y llevaban alimentos y ropa y preparaban juegos para los más pequeños.

Tengo ese recuerdo claro, nítido y vívido. Ver ayudar a las personas que más lo necesitaban sembró en mí un sentimientoaltruista y desinteresado que me motiva para brindarle ayuda al otro, a contenerlo, abrazarlo y acariciarlo. Esa fue la semilla.

Mi familia y yo continuamos yendo a la capilla para colaborar con las monjitas. Ahora, 32 años después, a principios de este año, Alma Mía llegó a mi vida y fue directo a mi corazón. Alma Mía tiene 4 años y vive en el barrio El Progreso de Mar del Plata junto a su madre y dos hermanitos, Melanie y Dilan, que la cuidan como a un tesoro.

A los dos meses de haber nacido, el 13 de febrero de 2013, en el Hospital Interzonal Especializado Materno Infantil de Mar del Plata, le diagnosticaron “Síndrome de Criduchat”, una enfermedad que le ocasionó microcefalia, malformación de columna, hipotonía, falta de fuerza motriz y un retraso físico y mental que le produce una discapacidad del 90 por ciento.

Además de su enfermedad y la falta de recursos, Alma no tiene papá. Poco después de su nacimiento él quedó cuadripléjico y ya no la ve.

A principio de año, cuando decidí ayudarla, organicé una campaña solidaria entre familiares y amigos. Luego de ir varias veces a visitarla, compartir tiempo con ella, sus hermanitos, su mamá, mi hija de 6 años y mi esposo, Carlos Balmaceda, me di cuenta de que nada de eso era suficiente.

Sus necesidades básicas no podían ser mínimamente satisfechas y el paliativo debía ser mayor.Así fue como decidí lanzar una campaña solidaria en las redes sociales y medios de comunicación para ayudar a reacondicionar el lugar en donde vive Alma Mía. La respuesta fue inmediata, maravillosa y conmovedora.

Se necesitaba plata, pero también debíamos conseguir materiales y recursos humanos. Rápidamente se armó una cadena de voluntades y Dios, o el destino, me puso delante de personas maravillosas y excepcionales que no sólo están haciendo un trabajo dedicado y eficiente sino que además aportan el cuerpo y el corazón.

Una persona lleva a la otra, y a la otra, y así se abre un nuevo horizonte.

Claudio Wherteim es un arquitecto ejecutivo, apasionado de la vida y de lo que hace. Aporta sus conocimientos y su tiempo a disposición del proyecto solidario para ayudar a Alma Mía. Ella parece intuirlo cada vez que lo ve y hasta se sube a sus brazos. Y así como él hay muchísimas personas que nos acompañaron. Claramente esto no era posible hacerlo sola.Ayudó el marmolero Miguel Roma y Sergio Patanchón donó materiales sanitarios.Mario Maldini es Profesor en el Curso de Instalador Sanitarista de la Escuela N° 7 de Batán y el martes pasado, a la tardecita y hasta la noche, estuvo trabajando junto a 10 alumnos en la casa de Alma Mía. Una escena conmovedora. Por la falta de luz lograron terminar parte del trabajo iluminándose con los celulares.

Los alumnos Juan Carlos Baldiviezo, Patricio Barría, Enzo Burgos, Javier Colque, Leandro Etchebarne, Rogelio Figueroa Fernández, Luis Iglesias, Natalia Paiñel, Gustavo Vilasa y Franco Villarroel fueron a la casa de Alma y junto a su profesor aplicaron sus conocimientos y trabajaron solidariamente para mejorar la vida de Almita y su familia.

Otra de las grandes falencias de la casita era la electricidad, que no sólo afectaba a los artefactos quemándolos y produciendo reiterados cortes de luz, sino que también, debido a la humedad o lluvia, se electrificaban las paredes. Ahí dijo presente Cristian Englebiene con altruismo desinteresado y de manera práctica buscará resolver todos los conflictos de electricidad.

Hay muchas personas que nos ayudaron donando dinero, camas, acolchados, calefactores, heladera, mesada y ropa, pero que prefieren no ser mencionados.

Creo que esta historia cargada de dolor, pero también de bondad y solidaridad, merece ser contada. Yo sólo soy un eslabón. Alma Mía y su familia están al principio en medio y al final de esta campaña solidaria. Seguiremos ayudándola porque necesita mucho más de lo que pudimos brindarle.Seré feliz si Alma, Melanie, Dilan y su mamá viven más dignamente y si dentro de 30 años mi hija Sofía Bernardita mira a quienes viven en situaciones de vulnerabilidad y los ayuda solidariamente, los acompaña y les entrega su afecto.

¡Gracias a cada uno de ustedes por la ayuda!