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El Mundo 9 de marzo de 2019

Carmine Persico, el capo del clan Colombo que sembró el terror en Nueva York

Carmine Persico.

por Rafael Salido

WASHINGTON, Estados Unidos.- Carmine Persico, uno de los grandes capos de la mafia neoyorquina de los años 80, falleció a los 85 años de edad y después de pasar los últimos 36 encerrado en una celda por el reguero de sangre con el que la familia Colombo bañó las calles de la Gran Manzana en sus días de gloria.

Persico, alias ‘Serpiente’ o ‘Junior’, falleció por causas que no trascendieron en el centro médico de la Universidad de Duke, próximo a la penitenciaría de Butner, en Carolina del Norte, donde cumplía condena desde 2017.

Nacido el 8 de agosto de 1933 en Brooklyn, Nueva York, en un principio nada hacía presagiar que la vida de uno de los cuatro hijos del humilde taquígrafo legal Carmine John Persico y de Assunta Plantamura acabaría marcada por su protagonismo en La Cosa Nostra.

La carrera criminal de Carmine, no obstante, comenzó cuando era apenas un adolescente.

A los 16 años ya era conocido por las fuerzas del orden por ser el líder de la pandilla de los Garfield Boys, una cuadrilla de jóvenes armados con cuchillos y pistolas de elaboración casera que empleaban para extorsionar a los adolescentes del barrio.

Así, con tan solo 17 años, ‘Junior’ se enfrentó a su primera detención, acusado de asesinato. Y entonces nació la leyenda.

A pesar de que Carmine pasó gran parte de su vida tras los barrotes, su perseverancia y sus escasos escrúpulos, que lo llevaron a denunciar a muchos de sus cómplices y rivales, le permitieron ir ascendiendo puestos en el clan Colombo, aunque fuera desde dentro de una prisión.

Otros de los aspectos del mafioso que ayudaron a construir su leyenda fueron su inquebrantable perseverancia y su inteligencia.

Pese a que no llegó a terminar el instituto, Persico decidió representarse a sí mismo durante el proceso judicial al que se enfrentó en 1986 y, según refleja la prensa de la época, realizó un gran trabajo a la hora de interrogar a los testigos y de cimentar su defensa con argumentos legales.

Su gran trabajo no logró, sin embargo, maquillar la realidad de sus actos y fue sentenciado a 100 años de prisión.

Fue precisamente desde su celda que, durante la segunda semana del mes de agosto de 1989, Carmine se enzarzó en una guerra con los capos de otros dos importantes clanes de Nueva York: Anthony ‘Fat Tony’ Salermo, jefe de la familia Genovese, y Anthony ‘Tony Ducks’ Corallo, líder del clan Lucchese.

Fue uno de los períodos más sangrientos que se recuerdan en la ciudad, con el asesinato de una madre de familia que luchaba contra el tráfico de drogas en su comunidad y cuatro ejecuciones al estilo mafioso, además de otros incidentes violentos.

El testimonio de Robert Kubecka, que fue un informante clave en la investigación policial, permitió a la Justicia procesar a los tres capos. Menos de 24 horas después, el transportista y su cuñado, Donald Barstow, fueron acribillados a balazos en unas oficinas de Long Island.

A pesar de seguir aún en la cárcel, la alargada sombra de la ‘Serpiente’ también se dejó notar en el sangriento enfrentamiento entre facciones que tuvo lugar en la ciudad que nunca duerme, a finales de 1991.

El padrino del clan Colombo había cedido el control del clan a su hombre de confianza, Victor Orena, con la intención de que su hijo, Alphonse Persico, también encarcelado por aquel entonces, lo sucediera al salir de prisión.

Sin embargo, Orena no quiso ceder el control del clan y buscó el apoyo de las familias Gambino y Lucchese, dando lugar a una lucha entre clanes que, sin duda, amargó la Navidad a los neoyorquinos.

Cuando no estaba en la cárcel o dirigiendo las operaciones del clan en Brooklyn, Persico pasaba los días en una granja de 23 hectáreas al norte de la ciudad, donde la policía se aprehendió de cerca de 50 escopetas y 40 artefactos explosivos durante una redada, en 1972.

Sin embargo, hacía ya muchos años que el mafioso no podía disfrutar de los réditos de su vida criminal, y apenas salía de la cárcel para enfrentarse a nuevos juicios, el último en 2009.

Fue entonces, cuando ya siendo un anciano y sabedor de que nunca volvería a saborear la libertad, aprovechó para preguntar desde el estrado: “¿Cuándo se termina?, ¿cuándo para?, ¿cuándo te dejan en paz?”.

EFE.