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Opinión 22 de octubre de 2025

 Carta abierta para impulsar el cambio de la Ley de Tránsito

Foto ilustrativa.

Por Oscar Sánchez e Inés Juárez

Mi nombre es Oscar Sánchez, junto a mi esposa Inés Juárez y mi familia emprendimos una lucha que nació del dolor más grande que puede existir: la pérdida de un hijo.

El 27 de enero de 2023, a las 10 de la noche, asesinaron a mi hijo Alejandro “Pipi” Sánchez en un siniestro vial. Me enteré de su muerte a las 2 de la mañana, cuando un amigo de la familia reconoció su moto en el lugar del hecho.

Mi hijo iba camino al cumpleaños de su cuñada, luego de haber cobrado su semana laboral. Estaba feliz, soñando con construir su casita, porque teníamos un emprendimiento familiar y él trabajaba con ilusión y esfuerzo.

Aquella noche, varios testigos —entre ellos policías— nos contaron que un efectivo se acercó al cuerpo de mi hijo y tomó el dinero que llevaba. Cuando le pedimos declarar, nos respondió: “La policía es una familia grande”.

En ese momento no comprendimos el peso de esas palabras, pero con el tiempo empezamos a unir los cabos y entender lo que había detrás. La persona que mató a mi hijo cruzó en rojo, sin VTV, sin registro, y nunca se acercó a asistirlo. Jamás pidió disculpas. Su familia incluso se enojó con nosotros porque el responsable quedó sin trabajo, como si nuestro dolor no existiera.

Desde entonces, nuestra lucha es por un cambio real en la Ley de Tránsito. No queremos venganza, queremos justicia. Queremos que las condenas sean ejemplares, que los jueces y fiscales tengan las herramientas legales para aplicar penas firmes y justas, y que ninguna otra familia viva lo que nosotros vivimos. Porque hoy, en Argentina, matás y te vas a tu casa. Y eso tiene que cambiar.

Lo hacemos por mí, por mi esposa, por nuestros nietos —en especial por la nieta que es el pedacito de cielo que mi hijo nos dejó—, y por cada familia que sufre en silencio la impunidad vial.

Durante el juicio sentí que la vida de mi hijo no valía nada para la Justicia. Al responsable le dieron cuatro años de prisión, y eso fue solo porque luché sin parar: corté calles, puse mi bandera, soporté insultos, indiferencia y dolor. Pero también descubrí la fuerza que nace del amor por un hijo. Hoy sigo de pie, con mi bandera que dice: “Ale Sánchez por siempre”. Mientras yo viva, hasta mi último suspiro, voy a gritar su nombre en alto: “Pipi Sánchez presente”. Y voy a seguir luchando para que la muerte de mi hijo no haya sido en vano y para que la Ley de Tránsito cambie para todos.