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Opinión 20 de diciembre de 2016

Cementerio de La Loma: radiografía moral del gobierno municipal

Por Adrián Freijo

Las autoridades del Cementerio de La Loma me comunicaron que la bóveda familiar había sido profanada. Nunca pensé que iba a encontrarme con algo semejante.

El panteón donde descansan los restos de mis abuelos, mi padre y muchos otros seres queridos estaba destruido. Las puertas violentadas, sus vidrios rotos, las barandas de bronce de las escaleras arrancadas y faltantes, los crucifijos, los candelabros, las manijas de los ataúdes; todo, hasta un panel de mármol de 1,20 x 0,40 de la entrada con la inscripción, también en bronce, que decía “Flia. Freijo”.

Más allá del dolor -más emparentado por el golpe moral que por lo económico- algo me llamó mucho la atención: para hacer semejante estropicio hace falta trabajar un largo tiempo y luego transitar por el mismo cementerio con los objetos robados. Que además, le aseguro, requerirían por lo menos un carro manual de no pocas dimensiones, una moto o un grupo de no menos de cuatro personas.

Y al plantear mi inquietud me encontré con una respuesta que jamás habría imaginado.

1- Por orden del intendente se ha retirado del cementerio toda custodia policial. Ni siquiera ha atendido los pedidos de quienes están a cargo para que asigne personal de la Policía Local a dicha tarea.

2- También por exigencia de Arroyo el cementerio debe quedar abierto fines de semanas y feriados, sin custodia y sin personal, siendo así campo fértil y seguro para que se lleven adelante todas estas tropelías sin control alguno.

3- Tampoco ha sido designada autoridad a cargo y quienes allí trabajan -con una desazón y soledad que no borra ni por un momento su interés por el lugar que les ha sido “tirado” en custodia- no tienen forma de comunicarse con el titular del EMSUR, Eduardo Leitao, de quien depende La Loma y a quien por cierto nada le puede ser imputado por ahora ya que hace apenas semanas que está a cargo. Pero si pedirle una rápida intervención, la designación de un Director y la resolución de la falta de seguridad.

Es importante descartar toda otra intencionalidad detrás de lo ocurrido en el panteón familiar. La carencia de seguridad en el lugar hace que cada fin de semana o feriado sean varias bóvedas las que sufran la acción descontrolada de los predadores. Saben que para Carlos Arroyo el dolor de las familias no tiene importancia alguna y que prefiere que los pocos dineros necesarios para custodiar el camposanto vayan a engrosar los cuantiosos sueldos de él, sus familiares y sus amigos.

Un tema que se multiplica por miles en el Cementerio Parque y que señala como pocos el contenido moral de esta administración.

Cuando volvía para mi casa, golpeado e indignado por lo que ví y por lo que supe, me preguntaba que puede pasar por la cabeza de un hombre para menospreciar de esa manera el dolor ajeno. Y de golpe, pienso que por casualidad, recordé que en el pueblo de Leonding, en la Alta Austria, había dos humildes tumbas que guardaban los restos de dos personas que allí quedaron abandonadas sin que su hijo se acordase alguna vez de acercarse o mantenerla pese a llegar a dominar la mitad del mundo. Eran los padres de Adolfo Hitler.

Tontamente, y solo por un segundo, creí entender todo…