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Opinión 20 de noviembre de 2017

Charles Manson, el asesino de la inocencia hippie

por David Villafranca

Los deseos de amor y paz, los aires revolucionarios y el espíritu libre e inocente del movimiento hippie encontraron un final sangriento y atroz en Charles Manson, cuyos siniestros asesinatos marcaron un punto y aparte en la contracultura de los años sesenta.

La figura de uno de los criminales más famosos del siglo XX, que falleció el domingo a los 83 años en California, alumbra diferentes lecturas: el gran criminal que se aprovechó de jóvenes cándidos para sus fechorías, el líder racista de una secta apocalíptica, el asesino de la actriz Sharon Tate, el gran trauma para el hedonismo de California o el reflejo del mal convertido en fenómeno pop.

En todas ellas se refleja Manson, aunque el relato mayoritario lo sitúa como un punto clave del declive de la contracultura de los años sesenta, un movimiento en el que participó activamente en San Francisco y Los Ángeles y al que acabaría asestando un golpe mortal como un hijo bastardo de los ideales que lo inspiraban.

Pero muchos años antes de que sus seguidores, “La Familia”, asesinaran a nueve personas siguiendo sus instrucciones, Manson había dado evidentes muestras de su afiliación al crimen.

Hijo de una mujer alcohólica, Manson (Cincinnati, 1934) nunca conoció a su padre y pasó su turbulenta juventud entre reformatorios y cárceles.

Su historial refleja que fue un violador y que también fue víctima de abusos sexuales, que robó tiendas y automóviles, y que se desempeñó como proxeneta durante los periodos en los que salía brevemente de su encierro.

Con esos inquietantes antecedentes aterrizó en el San Francisco del Verano del Amor, una ciudad que en 1967 vivía una catarsis de experimentación sexual y espiritual que seducía a muchachos de todo el país.

Manson, que entre rejas ya había comenzado a desarrollar sus ideas apocalípticas y esotéricas, se aprovechó de la vulnerabilidad de algunos jóvenes y se rodeó de un grupo de seguidores, sobre todo mujeres, cegados por sus sermones místicos y atraídos por orgías de sexo y drogas.

“La Familia” se trasladó posteriormente a Los Ángeles, donde vivió en una comuna y donde Manson trató de abrirse un hueco en el mundo de la música.

Trabó amistad con Dennis Wilson, baterista de The Beach Boys, y entabló cierto contacto con músicos como Neil Young, pero nadie accedió a editar sus temas, que sólo verían la luz tras los crímenes en 1970 con el título “Lie: The Love and Terror Cult”.

Bajo un esquizofrénico prisma que creía en una guerra racial y encontraba turbios mensajes en las letras de The Beatles, Manson desencadenó una matanza que lo convertiría en un sinónimo del mal en Estados Unidos, en un Lucifer contemporáneo.

Nueve personas fueron asesinadas en diferentes momentos de 1969 en Los Ángeles a manos de los seguidores de Manson, quien como un perfecto tiritero de la muerte daba instrucciones a su secta pero no se manchaba directamente las manos de sangre.

Los asesinatos de “La Familia” incluyeron a Sharon Tate, pareja del director Roman Polanski y que estaba a punto de dar a luz a su primer hijo, y dejaron a la sociedad sin habla por los detalles de extrema crueldad de las escenas, como las pintadas con las palabras “cerdo” o “Helter Skelter” (canción de The Beatles) que hicieron en las paredes con la sangre de las víctimas.

El juicio a Manson y sus seguidores se convirtió en un espectáculo mediático, con el cerebro de los asesinatos intentando atacar al juez o apareciendo ante el tribunal con una equis perforada en su frente.

Manson fue sentenciado a muerte en 1971, pero su condena fue conmutada a cadena perpetua después de que California aboliera la pena capital.

Su estancia en la sombra fue de todo menos discreta: cometió decenas de infracciones en la cárcel, transformó su cicatriz de la frente en una esvástica, y trató de casarse, sin éxito, con una veinteañera cuando él superaba los 80 años.

Lo que nunca decreció fue la perversa fascinación que Manson despertó en la sociedad.

Las revistas Rolling Stone y Life le dedicaron dos emblemáticas portadas, la escritora Joan Didion le incluyó en su ensayo “The White Album” y el libro “Helter Skelter” de Vincent Bugliosi y Curt Gentry se convirtió en un fenómeno de ventas.

El magnetismo de su figura pervivió, con el artista de metal Marilyn Manson adoptando la mitad de su nombre por el asesino, la reciente serie de televisión “Aquarius” o el libro “Las chicas” de Emma Cline.

Este mismo año se supo que la próxima película de Quentin Tarantino abordará los asesinatos de La Familia Manson, aunque no se conocen más detalles acerca de si será la trama principal o una historia secundaria.

Más allá de reinterpretaciones modernas, los asesinatos de Manson simbolizaron el final de la era hippie junto al trágico festival de Altamont (1969), la caída del barrio Haight-Ashbury de San Francisco bajo el influjo de las drogas duras, o las prematuras muertes de profetas como Jimi Hendrix o Janis Joplin (1970).

EFE.