Ciudadano: el destino cultural y económico que usted intenta alcanzar, por ahora se encuentra bloqueado
Por Leonardo Z. L. Tasca *
¡Sombra terrible de Facundo (1), voy a evocarte para
que, sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre
tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta,
las convulsiones internas que desgarran las entrañas
de un noble pueblo! (DF Sarmiento).
“Dadme una palanca y moveré el mundo”, le dijo Arquímedes a uno de sus discípulos. Al parecer un ayudante más modesto observó: “¿Qué hace señor con la palanca sino tiene donde apoyarla?, Usted lo que necesita es un punto de apoyo y no una palanca para mover el mundo”.
De esto se desprende que debemos apoyarnos en algo, y ese algo sin duda es la cultura, sin cultura para cimentar y cambiar la política, para proyectarnos en las acciones que provocan las transformaciones profundas, es imposible pensar sólidamente en una salida a todas las cuestiones socioeconómicas que afligen al país.
Domingo F. Sarmiento, que marcó varias generaciones con sus profecías culturales, escribió en el Facundo, refiriéndose a los argentinos, que “los españoles no somos ni navegantes ni industriosos, y la Europa nos proveerá por largos siglos, de sus artefactos, en cambio de nuestras materias primas; y ella y nosotros ganaremos con el cambio; la Europa nos pondrá el remo en la mano y nos remolcará río arriba, hasta que hayamos adquirido el gusto de la navegación”.
El gran maestro nos condenó a ser la granja de Europa, ¿no hubiera sido mejor decir que Europa nos guiará la mano y el espíritu hasta que sepamos industrializar las materias primas, es decir tener industria nacional ser un país manufacturero como ellos y después recién quedarnos solos?
En la medida que cambiemos materias primas sin valor agregado por artefactos o productos manufacturados, pasaran “largos siglos” en esa situación que imprime el subdesarrollo y la pobreza no se desprenderá de nuestra cultura. Una consolación sería que el Facundo apareció en 1851, lo cual en el 2051 se cumplirá el segundo siglo y como Sarmiento dijo “la Europa nos proveerá por largos siglos, de sus artefactos, a cambio de nuestras materias primas” es de suponer que “largos siglos” son apenas más de dos y nada más, cumpliéndose, en consecuencia, su terrible profecía, en el año 2051.
El Dr. Raúl Alfonsín, en la rememoración de los inicios de su gobierno en 1983 (ver Clarín 10.12.02.), ha opinado sobre “la distorsión grave que sufren nuestras democracias desde adentro de su propia existencia y sustentabilidad, frente a cuestiones tan fundamentales como la extrema desigualdad, la pobreza extendida, la exclusión social y la corrosión de valores, principios y formas de nuestra vida social”. En principio se trata de un error de concepto, el radicalismo se arroga el principal custodio de la democracia, porque suponer que es “desde adentro” de donde surgen las debilidades, y no de afuera que es el lugar en que opera la falta de cultura para el desarrollo, presupone imaginarse una situación que la democracia es débil por la inoperancia de sus dirigentes, y no por el accionar de su propia dinámica.
La democracia no es débil porque hay pobres, si no que la pobreza extendida, es la consecuencia lógica de políticas erráticas, aun cuando funciona la democracia, todas ellas enancadas en no saber que hacer para resolver las cuestiones atinentes a la pobreza, por dar algún ejemplo de los tantos que exhibe el sistema de partidos políticos y el funcionamiento de alguna de las instituciones que componen la estructura institucional y democrática.
Así como la sustitución de importaciones no forma parte de ningún programa partidario, y mucho menos está incluido en algún Proyecto Nacional, la cultura nacional se encuentra huérfana de padres políticos, aunque todos hablan de ella y digan defenderla. ¿Quién no quiere una cultura nacional?, sin embargo, lo que hay que cambiar para que ella sea una realidad es la conducta de quienes hacen la política para que lo nacional se involucre en un proceso material inducido por el querer definitivamente producir los cambios y esos cambios no nacen por pregonarlos sino por implementarlos a través de un proyecto.
¿Por qué insistimos con el concepto de que sustituir las importaciones es un modo de cultura? Porque las sociedades que gozan de niveles altos de acceso a la cultura, a las artes y a los estándares aceptables de vida, salud y ancianidad, no viven pendientes de la introducción o importación de productos importados en sus economías vernáculas. Muy por el contrario, sus dirigentes saben que en caso de hacer vulnerable su sistema productivo y comercial, pierden todo eso y la población cae rápidamente en la indigencia, se empobrece la cultura popular, suben los niveles de mortalidad infantil y en el poco tiempo futuro, queda todo el país a merced de las expoliaciones o las depredaciones de sus materias primas sin manufacturar que le hacen intercambiar los monopolios y las empresas que responden a los imperialismos de turno.
En consecuencia, es un punto de apoyo y no una palanca lo que hace falta para revolucionar el escaso dinamismo productivo que caracteriza a la comunidad argentina. Razón por la cual la palanca es el desarrollo y el punto de apoyo es una cultura que distinga lo fundamental de lo accesorio. Que sepa elegir a sus dirigentes por la idoneidad de producir el cambio material que eleva no sólo la cultura, sino el conjunto espiritual de La Nación detrás de un proyecto integrador de las diversas regiones y comunidades que es este país en su peculiar tradición. El núcleo de estas afirmaciones, radican en una comprensión cultural por encima de las pasiones que en muchas ocasiones guían los procederes de la clase dirigencial y la expresión más acabada y franca requiere la sapiencia decidida de un grupo de hombres que osen acometer la empresa política que resulta el desarrollo de las fuerzas productivas.
Entonces, no hay cultura nacional sin desarrollo y no hay hombres y mujeres que puedan acceder a los beneficios económicos de lo nacional, sin que previamente opere el desenvolvimiento acelerado de las riquezas inertes bajo nuestros pies. Esta comprensión nace del dinamismo político, de un proceso partidario que levante las banderas del desarrollo, pero no como parte de una fracción minoritaria o exclusivista con petulancia intelectual, sino llevada por el gran conjunto de hombres y mujeres que quieren vivir mejor. Solo así, no hay otro modo, que no es inventar nada, sino copiar a los países, principalmente los europeos, que tanto nos gusta imitar en la vestimenta y en los modos juveniles, como ellos a través de un proceso cuyo destino es producir sin dependencias extranjeras, sin tutelajes extranacionales, sin descuidar el mercado interno y las pymes, consiguieron que la mayoría de la población tenga acceso a la cultura, que es el punto de apoyo y elevación espiritual que estamos buscando.
El porvenir de este hermoso país depende de las habilidades de sus políticos. Domingo Faustino Sarmiento decía, “el Missisippí no es más ventajoso que el Paraná; ni el Ohío, el Illinois y el Arkansas no recorren territorios más feraces ni comarcas más extensas que las del Pilcomayo, el Bermejo, el Paraguay y tantos grandes ríos que la Providencia ha colocado entre nosotros para marcarnos el camino que han de seguir más tarde las nuevas poblaciones que formarán la Unión Argentina”. ¿Dónde esta la diferencia por la cual en los márgenes de aquellos cursos de agua se han formado grandes y populosas ciudades? La cuestión radica en una cosa fundamental, en la decisión nacional y estratégica de sus dirigentes en querer producir riquezas, civilización y cultura.
Claro que, a lo dicho up supra, no faltará quien diga ¡qué fácil¡, claro que no es fácil, ni mucho menos. Pero la introducción de estos ligeros apuntes, que no tienen otra finalidad que la de provocar un despertar de la conciencia de que si otros lo pudieron hacer porque nosotros no.
Habrá mil razones para justificar el subdesarrollo que campea la cultura política Argentina, pero nadie podrá negar que la empresa está esperando, que en la medida que gane la postergación, la pobreza cultural guiará nuestros pasos. No hay males que sean eternos y llegará un día que los afluentes intelectuales de nuestras mentes políticas se abrirán al desarrollo y los hombres capaces y decididos volcarán sus esfuerzos patrióticos en defensa de la cultura nacional, en la formación de un proyecto cultural que ponga un dique de contención a las aspiraciones de las multinacionales y los monopolios que insisten en expoliar y llevarse las materias primas estratégicas sin manufacturar.
En ocasiones pienso que el silencio triste de la pobreza turba el pensamiento y las gestiones políticas. Que es muy difícil imaginar otro país, solo por la única vía vital y segura de darnos cuenta que la vida normal de una nación es producir sus propios productos.
Que la oscilación perniciosa que le producen las importaciones es un sueño para empobrecer. Que es posible llenar el vacío con un proyecto nacional y desterrar ese sueño que termina siendo una pesadilla para las nuevas naciones que viven bajo el yugo de ser dependientes de los centros internacionales de financiación y artífices de las políticas liberales que nos llevaron a la ruina, vía la introducción de mercaderías importadas y las privatizaciones de las principales empresas locales estratégicas.
- Se trata de Juan Facundo Quiroga, (1788-1835), invocado por Sarmiento como prototipo del caudillo americano.
- El autor es historiador y escritor.
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