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Arte y Espectáculos 20 de noviembre de 2017

“Columbus” y una reflexión sobre cómo nos influye el espacio y la arquitectura

La primera película del coreano Kogonada, que tiene una vasta trayectoria como crítico, llegó a la competencia internacional del Festival de Cine.

por Paola Galano

“Soy un creyente del cine, valoro la conversación que promueve”. Así se presentó ayer el director de la película “Columbus”, el coreano Kogonada. Su filme -una ópera prima que no parece tal, según palabras del programador de la sección- se proyectó en la competencia internacional de este Festival de Cine.

“Columbus” buscó construirse como un relato que se detiene en la relación de las personas y el espacio, en una ciudad como la mencionada en el título, impactante por su singular arquitectura modernista y su belleza.

“El cine es una cuestión temporal y es difícil sentir la cuestión temporal sin el espacio arquitectónico”, dijo el cineasta, para quien el vínculo entre espacio y tiempo también se proyectó en otro ingrediente: el vacío y “la capacidad de encontrar vacío en la propia vida y en las relaciones personales”.

Kogonada, quien es un crítico y estudioso del cine y elabora videoensayos en los que desarrolla diferentes temas (algunos de ellos publicados en la plataforma Youtube), entendió como clave “la relación entre el espacio interior y el espacio exterior y cómo puede influenciarnos”. Y, en ese sentido, agregó: “El espacio nos da forma a nosotros mismos y nos hace reflexionar sobre nuestra existencia”.

Con esa tríada de elementos centrada en el espacio, el tiempo y el vacío, Kogonada dio vida a dos personajes que, a su manera, se encuentran imprevistamente, se parecen más de lo que creen y hasta pueden ayudarse.

Aficionada a la arquitectura, Casey (Haley Jo Richardson) tiene hecha una lista de los mejores edificios de su ciudad, conoce el diseño y el autor de cada uno. Cree que la arquitectura puede curar y redescubrió su entorno a partir de vivir una crisis con su madre.

Jin (John Cho) llega desde Corea para hacerse cargo de su padre, un prestigioso especialista en arquitectura, quien no atraviesa un buen momento. Traductor, no parece tener una relación sana con su trabajo, menos aún con su padre.

Ambos tendrán que resolver cuestiones conflictivas con sus respectivos padres, en lo que se presenta como un interesante contrapunto cultural: ¿dejar lado los mandatos que sus culturas de origen les imponen o bien tomarlos y no contradecirlos?

“Podemos no ser padres, pero todos somos hijos, (el de los padres) es un drama universal”, reconoció y aclaró que ese tema ingresó en el filme como parte de su propia “biculturalidad”. A la tradición coreana que impone a los hijos hacerse cargo de sus padres antepuso la tradición norteamericana, más libre en ese aspecto. Aunque en este ítem, los personajes pueden responder de maneras inesperadas.

Kogonada buscó, además, que las abundantes imágenes fijas de su relato no colocaran a la historia en el camino de un filme lento y frío, sino más bien todo lo contrario. La relación de proximidad de los personajes generó calidez, ahondó la relación de cada uno con el espacio exterior y mostró que, al modo asiático, la contemplación del paisaje arquitectónico bien puede ser una manera de introspección. “El cine insufló aire en mi vida, en un momento crítico”, resumió Kogonada y se emparentó con los personajes de su película, que encuentran aire en la armónica simetría de esa ciudad del medio oeste estadounidense.



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