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La Ciudad 4 de noviembre de 2016

Cómo fue el salvamento del “Victoria I”, contado por sus protagonistas

La exitosa maniobra para retirar al buque varado el viernes pasado requirió de una metódica planificación. Se trabajó día y noche hasta lograr que el pesquero llegara sano y salvo al puerto y para que Playa Grande recuperara su paisaje habitual.

Los buzos de la empresa Canal y Canal.

“¡Ahi va! ¡Vamos, vamos vamos…! ¡Salió!”, festejaba Sergio Di Nápoli desde la costa mientras observaba de qué manera el Victoria I recuperaba flotabilidad y comenzaba a desplazarse mar adentro.

El buque era traccionado por la fuerza que ejercía el “Kyokko“, un potente remolcador que su empresa, Remolcadores Mar del Plata, acaba de incorporar a su flota hace apenas un mes.

Entre los gritos y aplausos de miles de curiosos, Di Nápoli oyó cómo a través de un handy su capitán le confirmaba que la delicada maniobra progresaba con éxito.

A las cinco de la tarde del sábado 29 de octubre, tras un instante en el que se cortó el aire, el Victoria I pudo ser removido de la orilla de Playa Grande, donde había quedado varado 51 horas antes.

Cerca de las dos de la madrugada del sábado 28, el buque ingresaba al puerto de Mar del Plata cuando una fuerte ola provocó la caída de una red que terminó envolviendo su hélice.

El barco se quedó sin propulsión y comenzó a navegar a la deriva hasta que varó en la costa. Sus 11 tripulantes pudieron descender ilesos.

A partir de ese momento comenzó a ser elaborado un plan de salvamento que involucró a decenas de personas, pero que a la hora de los hechos, tuvo como protagonistas a 24 personas: 4 tripulantes del Victoria I, 12 hombres operando dos remolcadores y otros 8 pertenecientes la firma Salvamento y Buceo Canal y Canal SRL.

Toda la maniobra estuvo a cargo de una única persona: Jorge Canal, socio gerente de la compañía de buceo, quien asumió la enorme responsabilidad de liderar el trabajo.

Jorge Canal.

Jorge Canal.

Canal de ocupó de analizar la situación, diseñar alternativas, realizar cálculos, evaluar riesgos e imaginar la posibilidad de que surgieran problemas.

Según le contó a LA CAPITAL, ni bien llegó a Playa Grande no tuvo dudas que existían posibilidades de que el Victoria I volviera a flotar. En principio, todo indicaba que su situación no era tan grave como la de otras embarcaciones que en el pasado sufrieron incidentes similares.

Pero según explicó, había que actuar rápido para que la historia pudiera tener un final feliz.

Como antecedente estaba el caso del pesquero Polaris, que en 1993 también había varado en Playa Grande cuando ingresaba al puerto. Aquél barco salió flotando, pero recién 4 meses después, por lo que sufrió un deterioro tal que obligó a desguazarlo.

En octubre de 1967, el Narvachos, un buque cerealero, también varó al salir del puerto. El casco se partió en dos y fue así como al hundirse, Playa Grande se llenó de combustible y granos.

Ver más: Las mejores postales del Victoria I en Playa Grande

Según Canal, ni bien observó el panorama llegó a la conclusión de que con el Victoria I había que actuar con “celeridad”.

Clavó una estaca en la arena y detectó que por la fuerza de las olas, el casco estaba “enterrándose cada vez más” y desplazándose hacia la costa. “Entre un momento y otro vimos que se había movido 8 metros“, contó.

Al elaborar el plan de salvamento solicitado por la empresa Ardhaphez, Canal tuvo en cuenta que el Victoria I es un tangonero de unos 26 metros de eslora, de unas 240 toneladas de peso que y que con una carga de unos 2 mil cajones de langostino y el combustible de su reserva, en ese momento llegaría a las 280 toneladas.

Con todos esos y muchos otros datos sobre la mesa inició los trámites para que Prefectura lo autorizara a poner en marcha el operativo.

Video: así volvía a flote el Victoria I:

“Respondieron muy rápido y eso fue muy importante para tener éxito”, reconoció.

Los buzos rodearon al buque para verificar “al tacto”, dada la nula visibilidad, que el casco no tuviera daños.

Para Canal, pese a lo desgraciado de la situación, fue importante que el capitán reaccionara a tiempo y arrojara el ancla. En su opinión, eso permitió que el pesquero no se estrellara contra alguna de las escolleras o que quedara en una posición mucho más desfavorable.

“Dentro de todo, hizo las cosas bien“, comentó.

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A simple vista, el plan ideado por Canal era sencillo: sujetar el Victoria I al remolcador y tirar hasta que saliera.

Pero para que eso diera resultado, antes había que hacer cuentas, revisar datos de meteorología y de mareas, conseguir los materiales adecuados y contar con el personal más idóneo.

“Por suerte estamos en un puerto que no será de los mejores del mundo, pero que tiene recursos materiales y humanos para responder ante estas contingencias”, destacó por su parte Di Nápoli.

El mismo viernes, cuando el buque recién había varado, el oleaje y el viento seguían siendo intensos.

En contra de lo que cualquiera pudiera suponer, una de las primeras decisiones que se tomó fue la de agregarle peso. Como las olas lo estaban colocando en una situación cada vez más desfavorable se resolvió llenar sus tanques de combustible con agua para inmovilizarlo. Y así se esperó que transcurrieran las horas, hasta que llegara el momento elegido por Canal para iniciar la maniobra.

Según sus cálculos, el instante más favorable para tratar de removerlo era la hora 18 del sábado. Mientras tanto se decidió que el buque sería sujetado por su popa a través de un cable de acero al cabo del “Kyokko”.

Se consideró que el remolcador, con 3300 caballos, dispondría de la potencia suficiente como para sacar al pesquero de su comprometida situación.

El otro remolcador de la firma, el Cuarteador, quedó a su lado para luego hacerse cargo de trasladar al buque hasta dentro del puerto.

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Según Di Nápoli, a las dos de la tarde del sábado ya todo estaba listo para iniciar la maniobra. Sólo restaba esperar a que la pleamar llegar a su punto máximo para poner los motores en marcha.

A bordo de los remolcadores había 11 personas. Sobre el Victoria I estaban el capitán, dos marineros, el maquinista y algunos buzos.

Bajo un sol radiante, miles de personas llegaban a la playa para observar la inusual postal. Cada uno intentaba adivinar lo que estaba sucediendo.

Previendo que el trabajo demandaría varias horas, Di Nápoli se tomó un momento para ir a comprar la cena para sus empleados. En el camino escuchó cómo, mate de por medio, algunos comentaban que el barco saldría con facilidad. Otros, en cambio, predecían que habría que acostumbrarse a su presencia durante todo el verano.

Canal, mientras tanto, preveía qué hacer si algo salía mal. “Se podía cortar el cabo, alguien podía lastimarse, el barco podía escorarse o haber un derrame de hidrocarburos. Ante cada una de esas posibilidades teníamos que tener lista una respuesta”, contó.

Cuando Di Nápoli regresó, se encontró con que ya todo estaba listo para hacer una primera prueba. Minutos antes de la cinco, el remolcador encendió sus máquinas y comenzó a tensar el cabo de 360 metros de largo.

Al hacerlo, el Victoria I comenzó a desplazarse algunos centímetros. Y en ese instante se decidió progresar con la maniobra.

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Mediante una bomba de achique comenzaron a vaciarse los tanques de combustible y el pesquero empezó a hacerse más liviano.

El remolcador siguió traccionando y una hora antes de lo previsto empezó a flotar.

Hubo un instante de incertidumbre cuando el barco comenzó a flotar y se escoró, primero hacia un lado y luego hacia el otro, hasta estabilizarse.

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Desde la orilla Canal vio cómo su plan funcionaba. Recibió el abrazo de uno de los buzos y escuchó los aplausos de la multitud. “Ahí me di cuenta de que estaba lleno de gente. Hasta ese momento para mi, yo estaba solo en la playa con el equipo”, contó.

De ahí en más el Victoria I, sin propulsión propia, fue llevado hasta el interior del puerto sano y salvo.

En Playa Grande el paisaje volvió a ser el mismo de siempre. Ahora el buque se encuentra en un astillero, donde está siendo sometido a una revisión técnica. Y es probable que en poco tiempo más vuelva a navegar.



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