Opinión

¿Cómo juega el traidor?

por Walter Vargas

Digámoslo de una vez: el runrún mediático en torno a Mauro Icardi es de una enormidad tal que hasta Diego Maradona pretende convencernos de que la biografía del muchacho del Inter de Milán empieza y termina en su vínculo sentimental con Wanda Nara.

En una mezcla de clave de guapos del 900 y programa de chimentos de las dos de la tarde, el omnipresente Maradona marca el territorio y, según parece, exalta la doble fantasía de ejercer la potestad de poner y sacar jugadores de la Selección Nacional y encima bajo el prisma de su vara moral, o ética.

Más nos valdría salir rápido de la moral y de la ética de Maradona, de sus ínfulas y de Maradona mismo.

Sin embargo, urge admitir que la complejidad del “caso Icardi” excede por mucho los desvelos del ídolo radicado en Dubai.

Es posible que Icardi sea víctima del ideario ultramontano que de forma más o menos explícita o implícita aplica buena parte de la comunidad futbolera que, a grandes rasgos, se expresa en el furor fiscalizador de miles y miles de cibernautas que le atribuyen ausencia de “códigos” y alta traición.

Al margen de esa vulgata mafiosa que persiste en su eficacia, su capacidad de dañar, es cierto que el perfil público de Icardi, el que libremente eligió, ha contribuido a desplazar la mirada y desalojarlo, o por lo menos debilitarlo, en su entidad de futbolista profesional.

Y he aquí el fruto del berenjenal tuitero y otras infusiones: ¿quiénes se toman el trabajo de examinar sus condiciones futboleras?

Y habida cuenta de que no es cualquier futbolista, sino uno de los mejores del Calcio y no desde hace quince minutos, ¿quiénes se preguntan si dispone de las condiciones indispensables para ser probado en la Selección?

Bauza, se lo ha preguntado el mismísimo “Patón” Bauza, llegó a una conclusión, lo llamó y se reunió con el muchacho.

¿Cómo juega Icardi?

Icardi juega bien, a veces muy bien y otras veces de forma espléndida.

Es fuerte, de piernas y de espaldas para aguantar la fricción y de la sesera para propiciar el error del defensor y neutralizar el desaliento de los momentos de poca actividad y de remotas posibilidades de gol.

Define con los dos perfiles, desde cerca y desde lejos, con remates violentos o delicados según prescribe la ocasión, sin ser un gran cabeceador tampoco es malo y en los últimos tiempos ha sumado herramientas en el verbo pivotar: aporta mucho y bien en la cadena de elaboración.

¿Significa esto que es mejor que el Pipita Higuaín y el Kun Agüero?

Una pregunta mala que por mala no merece respuesta: ¿qué importancia tiene si está por debajo o por encima de dos de los principales anotadores de la historia de la Selección?

La pregunta correcta, sería: ¿tiene Icardi el suficiente nivel como para merecer una oportunidad?

Sí, definitivamente sí, con el añadido del hándicap biológico: Higuaín va camino de los 30 años de edad y 13 en el fútbol de elite, Agüero va camino de los 29 con 15 en Primera y en cambio él, Icardi, el villano cool que tanto irrita a Maradona y su club de fans, dentro de un par de semanas recién soplará las 24 velitas y carece del desgaste de las epopeyas que no fueron.

Télam.

Te puede interesar

Cargando...
Cargando...
Cargando...