CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
Opinión 2 de octubre de 2020

Como vivir de espaldas a la vida

por Gustavo A. Crego

Desde el punto de vista de la ciencia, la vida se define como la capacidad de administrar los recursos internos de un ser físico de forma adaptada a los cambios producidos en su medio.

Podemos aceptar una cuarentena desde varias posiciones y bajo varios sustentos. Ante la interrupción abrupta del coronavirus, es lógico una adaptación de la comunidad para protegerse, enfrentarlo y eliminarlo, si es posible, o convivir con él de la mejor manera, por que creo que a esta altura se trata de eso.

En el comienzo de la pandemia, al igual que casi el mundo entero, nos recluimos en una cuarentena. Se nos explicó que era el único remedio para evitar los contagios y le brindaba a las autoridades el tiempo necesario para organizarse, adecuar los recursos sanitarios, hospitales, camas, respiradores… Lo que también nos dejó ver la cruda realidad es una sociedad pobre, pobre en recursos, pobre en estructuras y cada vez más pobre en sus sueños de superación y bienestar.

Tuvo que venir una pandemia para que asumamos que lo que hay no sirve, que lo que ha hecho el Estado desde hace 10, 15, 20, 30, 40, 50 años no sirve, porque sencillamente no se hizo nada. Mar del Plata, por ser ejemplo, tiene su última asistencia hospitalaria creada en la década del ’50: el Hospital Regional, ícono de esa época, para la ciudad y la zona, formador de cientos de profesionales y en su momento y por su fama, receptor de gran parte de la sociedad aún dependiente del sector privado, que por la jerarquía de sus profesionales y su estructura, prefería esa atención.

Y esta realidad, que ya existía, quizás estaba velada para gran parte de la sociedad, que con la aparición del coronavirus la descubrió, la asimiló y en muchos casos la sufrió: la imposible adaptación de un sistema sanitario quebrado para enfrentar una pandemia como esta.

Debemos sumar a este lado público, el triste esfuerzo de la medicina privada, cuyas clínicas -sin excepción- pelean constantemente contra la exigencia del pago diferido de los prestadores del Estado y la exigencia antes datada del fisco recaudador y guadañero. Ese Estado que con una mano paga a largo plazo y con la otra recoge la paga corto plazo.

¿Podemos vivir de espaldas a la vida? Por un tiempo determinado y hasta organizarse creo que sí; pero indefinidamente sin tiempo, también ‘matamos’ a cada uno de sus integrantes, los desgarramos desde lo anímico, desde lo económico y desde las virtudes de la vida, las que estamos haciendo perder al prójimo: esfuerzo, esperanza, resiliencia, serenidad, sentido del humor…

Hay una gran diferencia entre lo que digo que hay que hacer y lo que hago. entre lo que impongo hacer y lo que hago; son muy pocas las muestras de ejemplo que recibimos en casi todos los casos de los maestros políticos. Pregonan como vivir, que hacen por la sociedad, que hacen por la seguridad, la justicia, la educación, y viven en barrios privados, se atienden en instituciones privadas, andan con seguridad privada, y educan a sus hijos en instituciones privadas. En definitiva, una gran diferencia entre lo que digo que hagan y lo que hago.

La mejor educación empieza siendo el mejor ejemplo

Y no es lo que recibimos. Y en esta pandemia ha pasado lo mismo. Convivir con este virus y al no poder destruirlo, ha de asumirse que debemos vivir con ello, porque de otra manera estamos aniquilando a la sociedad que produce. Debemos invertir más y mejor en el ejemplo de mantener los cuidados para convivir (distancia, uso del barbijo, limpieza constante, evitar reuniones) pero la vida ha de seguir. Porque la vida además significa enfrentar y sobrevivir, porque además pesa sobre muchos de nosotros la responsabilidad de seguir asistiendo a los nuestros, no solo a la familia, a los que son de nuestros equipos, a los que requieren que estemos para que puedan sobrevivir, para seguir cobrando sus justos salarios, para seguir manteniendo y empujando a los que no pueden, a los que necesitan.

Estoy cansado de ver a los políticos peleándose por bobadas, dejando cada vez más las cosas serias de lado, ‘que me dijo’, ‘que le dije’, ‘que tuiteo tal o cual cosa’; ‘que fue lo que heredamos’; ‘que fueron los años anteriores’. Falsas peleas de falsos dirigentes que no tienen ni sienten la necesidad de velar por lo que deben.

La vida no se puede vivir de espaldas, podemos acomodarnos, podemos adecuarnos, pero parte de la vida es enfrentar lo que nos depara. Cumplamos las normas básicas para seguir adelante, eduquemos con el ejemplo en seguir estas normas, pero el país, nuestros hijos, nuestro prójimo y nuestro 40,9 por ciento de pobreza nos impone la necesidad de seguir trabajando y tirando del carro.



Lo más visto hoy