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Opinión 20 de julio de 2025

Competencia electoral y reconfiguración del sistema

Panorama político nacional de los últimos siete días.

Por Jorge Raventos 

La de ayer fue una jornada de mucho ajetreo para las fuerzas políticas a las que, a medianoche, se les acababa el plazo para oficializar las listas de candidatos que presentarán a las elecciones del 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires. En esa fecha los bonaerenses elegirán senadores y diputados provinciales de las ocho secciones del distrito así como concejales en sus municipios y también consejeros escolares.

¿Los nombres no importan?

Recién hoy, pues, se difundirán las nóminas legalizadas, pero algunas incógnitas principales del comicio ya parecen despejadas. El oficialismo nacional ha terminado de absorber al macrismo, que correrá con la divisa violeta bajo el nombre de Frente La Libertad Avanza. Cristian Ritondo, Diego Santilli y Guillermo Montenegro, los validos de Mauricio Macri para la negociación con el mileismo bonaerense participaron de esas conversaciones más predispuestos a la resignación que al regateo, convencidos de que Karina Milei y sus equipos rechazarían la mayoría de las demandas que llegaban desde las estructuras municipales del Pro, como se habían negado previamente a admitir el nombre del partido amarillo en la cartelera electoral. Los negociadores macristas ya habían consentido el cambio de casaca; para ellos la prioridad reside en estar anotados en el bando que prevén vencedor o, para formularlo en los términos que ellos prefieren, derrotar al kirchnerismo.

Entre los detalles que se aclararán después del trámite de ayer por la noche está comprobar cuántos liderazgos territoriales del Pro decidieron mantenerse fuera de la boleta violeta y, eventualmente, qué alternativas prefirieron. Se adelantaba que algunos de ellos optarían por la “boleta corta” (sólo a cargos de la órbita municipal) y otros se inclinarían por asociarse a alguna alternativa provincial diferente.

Lo que el violetismo tendrá enfrente en septiembre en la provincia, sólo con bastantes prevenciones puede definirse con la palabra kirchnerismo. Se trata, en rigor, de una combinación sui generis en la que conviven fieles de la señora de Kirchner con seguidores del gobernador Kicilof, que lidera una escisión contenida de lo que fue el kirchnerismo y ha desafiado sin modales irrespetuosos (lo cortés no quita lo valiente) a quien fuera su jefa y también a su “orga”, La Cámpora. Junto a ellos, el Frente Renovador que lidera Sergio Massa (exkirchnerista, exantikirchnerista, exministro de Alberto Fernández) y un abigarrado mosaico en el que hay de todo, como en botica: desde comunistas hasta excomunistas, pasando por radicales y exradicales sin excluir a algunos paleoperonistas.

Performances anteriores

Con las variaciones y permutaciones que se han producido en los meses que separan la próxima elección provincial (7 de septiembre) de la anterior (13 de agosto de 2023), es decir: la asunción presidencial de Javier Milei y el eclipse de los liderazgos de Cristina de Kirchner y Mauricio Macri, podría decirse que los bloque que se enfrentaron hace dos años volverán a chocar dentro de dos meses, pero modificados.

Lo que entonces se llamó Unión por la Patria (hoy, Fuerza Patria) obtuvo en agosto de 2023 casi el 47 por ciento de los sufragios (46,94 %), que le alcanzaron para ganar la elección porque los partidos que hoy corren unidos bajo el pabellón violeta dos años atrás marcharon separados y recaudaron: 26,61 por ciento el Pro (en la alianza Juntos por el Cambio) y 24,57 por ciento La Libertad Avanza. Sumados, congregaron un 51,28 por ciento de las voluntades.

Aquellos porcentajes establecen una vara alta para ambas corrientes que, en cierto sentido, no sólo compiten entre ellas, sino que lo hacen consigo mismas; el antecedente insufla en el oficialismo nacional un optimismo que las encuestas parecen confirmar. Aunque se sabe que en política dos más dos no siempre son cuatro: el matrimonio con el Pro no asegura a priori que este violetismo engordado pueda en aeptiembre retener aquel 51 por ciento.

La unidad pegada con saliva bajo el techo de Fuerza Patria tampoco es garantía de que ese bloque pueda conseguir el 47 por ciento de 2023. Por otra parte, como los porcentajes se proyectan sobre votos positivos, en los que obtengan no se notará en primera instancia si en estos dos años conquistaron o perdieron votos efectivos. Los analistas suponen que en septiembre volverá a registrarse la fuerte tendencia al ausentismo que afectó a los primeros actos electorales de este año.

La línea media

Además seguramente habrá que tomar en cuenta otras presencias en el comicio. De un lado, fuerzas locales, propias de determinadas secciones electorales o determinados municipios, que pueden presentar alternativas circunscriptas que, en esos puntos, afecten el caudal de alguno de los bloques mayores (o de ambos). Párrafo aparte merece el emprendimiento electoral unitario que, corriendo por el centro del espectro, pretende ofrecer a los votantes una alternativa independiente del mileísmo y del kirchnerismo. Constituida por el radicalismo provincial, el GEN de Margarita Stolbizeer y líderes territoriales que se apartaron del macrismo, del oficialismo nacional y del justicialismo, la agrupación Somos Buenos Aires puede terciar, así sea discretamente, en el paisaje del comicio, competir por una cuota del electorado y, de tener un éxito módico, constituirse en árbitro en la Legislatura bonaerense. Para eso deben primero ordenar los equilibrios internos: se trata de una coalición de caciques y la falta de un cacique en jefe perjudica las mejores intenciones.

Más allá de su indudable importancia intrínseca, la elección bonaerense de agosto difícilmente consiga imponer una agenda provincial, como alegó afanosamente el gobernador Kicillof para argumentar el desdoblamiento de fechas en relación al comicio nacional. El debate sobre la economía, la producción, el desempleo, los ingresos, las jubilaciones impondrá su ritmo. En todo caso, las cuestiones estrictamente provinciales (o municipales) se desplegarán en terrenos locales, en medios periodísticos de esa escala, siempre compitiendo con la agenda nacional que prevalece en los grandes medios.

Hay una tendencia (conservadora) a definir fenómenos nuevos como el crecimiento de las problemáticas locales en términos y categorías heredados.

La brecha que se desvanece

Probablemente a esa rutina hay que adjudicar el hecho de que tantos encuestadores y analistas observen el paisaje político como un match entre el mileísmo y el kirchnerismo. Si bien se mira, el kirchnerismo, como alternativa política, es una tendencia en retirada, tiende a concentrarse en algunos puntos del conurbano bonaerense (donde, además, sufre desprendimientos notables), carece de peso en el interior y nunca pudo enraizarse en la Capital.

El competidor potencial del mileísmo –y su principal cooperador potencial- acaba de hacerse presente una semana atrás: es la convergencia de los gobernadores de provincia, que no sustentan esa confluencia en pertenencias partidarias o ideológicas, sino en el hecho de que tienen responsabilidades sobre sus territorios y antes sus pueblos. Igual que Milei, ellos gobiernan. Para competir o para cooperar se requiere cierta simetría. Entre los gobernadores y el presidente hay un piso fáctico común: necesitan –y en la mayoría de los casos, aplican- el equilibrio fiscal. Milei encarna una mirada centralista de las virtudes fiscales, los gobernadores tienen obviamente una mirada federal del mismo tema. Como lo resumió el gobernador tucumano, Osvaldo Jaldo: “A la Nación le tiene que ir bien, pero con las provincias adentro”.

Hace más de un año escribíamos en este espacio: “Es probable que el ritmo al que se mueven los acontecimientos en el país termine empujando a sus gobernadores a una dinámica conectiva aún más intensa que la mera participación en el grupo de whats-app donde los mandatarios provinciales intercambian puntos de vista.

De hecho, en las condiciones que impone la presencia de Milei en el poder central la fuerza gravitatoria federalista influye inclusive en la provincia de Buenos Aires, donde Axel Kicillof empieza a desplegar un relacionamiento con colegas (como el santafesino y radical Pullaro o el chubutense y “macrista” Ignacio Torres). El signo federal opera como denominador común y le ofrece al bonaerense, si él se anima, una ventana para airear la atmósfera K que lo ha rodeado y tiende a sofocarlo. Del mismo modo puede airearse el paisaje nacional en conjunto a partir del punto de inflexión que se experimenta”.

El, reclamo de recuperar recursos propios (los porcentajes de ATN y del impuesto a los combustibles, que los gobernadores impulsaron en el senado) es una manifestación de federalismo: “Le pedimos a la Nación que tenga superávit pero no con nuestros recursos”, tradujo el gobernador Jaldo. Milei conoce el lema: “Con la nuestra, no”.

La dialéctica mileísmo versus kirchnerismo facilita un esquema repetido al análisis rutinario pero se parece al cuento del que perdió su llave a mitad de cuadra (donde está oscuro) pero la busca en la esquina porque allí hay un foco de luz: aunque allí está iluminado, lo que se quiere encontrar está en otro lado.

Para ensayar una contabilidad significativa en las elecciones del próximo octubre habría que comparar la suma de los votos del oficialismo nacional con (en la otra columna) la suma de los diversos oficialismo locales. Ese balance puede resultar más interesante que la vieja rutina. Orientará sobre la reconfiguración del sistema político.

Hablará de octubre y también de 2027, porque esta es una competencia que no acaba este año.