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Arte y Espectáculos 31 de mayo de 2025

Compositor marplatense grabó una obra musical que dura 24 horas

Yamandú Rodríguez es el autor de esta extensa pieza formada por paisajes sonoros y que se puede escuchar en Silencio Dispositivo Sonoro. Por qué solo suenan 12 horas de la obra.

Yamandú Rodríguez, en su estudio donde grabó un día entero "El aullido de un lobo que no hay". (Crédito Adriana Sasali).

“El aullido de un lobo que no hay” es el nombre de la obra musical que dura 24 horas y que grabó de manera ininterrumpida el músico marplatense Yamandú Rodríguez.

La obra solo puede escucharse en el Silencio Dispositivo Sonoro, que está ubicado en el local de Santiago del Estero 2052. Aunque no podrá escucharse completa, solo suenan doce horas, que es el tiempo en que se encuentra abierto el comercio.

La obra “tiene como un lado oscuro de la luna, para que la luna exista como ese cuerpo celeste que orbita sobre la tierra hay un lado al cual el sol no le da nunca -comparó-. Para el que vaya a escuchar esta grabación, hay doce horas que no las va a poder escuchar nunca porque el lugar está cerrado”, comentó Rodríguez, quien es uno de los integrantes de la histórica banda de punk local Loquero.

 


“Estas cosas no se hacen por dinero y no se hacen inclusive para los demás”

 


 

Aunque sabía que esas doce horas no iban a salir a luz para el público, igual el artista decidió ir a fondo con la experiencia. “Yo quería que transcurriera un día de mi vida haciendo ésto”, agregó, es decir quería vivir un día haciendo solo música y música improvisada, vinculada a la experimentación sonora. Y lo logró.


yamanOtro momento de la creación de la obra musical. Crédito: Adriana Sasali.


La obra está formada por “paisajes sonoros”, definió, como “texturas que van generando como capas”. Además, la situación de grabar a puertas cerradas durante todo un día lo llevó a un estado “más reflexivo, como una especie de meditación”. Pero una meditación “con mucha electricidad, porque son guitarras eléctricas y pedales conectados a computadoras”, recordó, al ser consultado por LA CAPITAL.

Mientras ejecutaba las guitarras y accionaba los pedales desde su estudio, ubicado en un primer piso, el compositor que también es artista visual no dejó de generarse preguntas. “¿Cuánto iba a aguantar yo con la misma intensidad de ganas en el momento de hacerlo? ¿Cómo iba a ser mi energía en las primeras horas de grabación o en las últimas? ¿Cómo iba a ser mi energía muscular, mis ganas, mi atención, o cómo iba a disminuir esa atención con el paso del tiempo?”, compartió.

La experiencia performática le permitió conocer que estaba efectivamente preparado para ese esfuerzo físico y que los momentos más eufóricos sucedieron al principio del raid y al finalizarlo.

“Fue algo que quise hacer, no fue un hecho divertido, no fue una algarabía generalizada el hacerlo. Descubrí que fue un hecho bastante solitario, pero al mismo tiempo fue un hecho maravilloso, hubo partes no de sufrimiento, pero sí de esfuerzo”.

Activo, siempre entusiasta y vinculado al lado más experimental del arte que hace en la actualidad en Mar del Plata, Rodríguez asume estos desafíos artísticos como una manera de evitar el adormecimiento creativo.

“Si no hiciera estas cosas viviría en un estado parecido a la muerte. Estas cosas no se hacen por dinero y no se hacen inclusive para los demás. Es decir, el arte o las realizaciones artísticas no terminan de darse sino hay alguien que las escucha, que las ve, que las consume pero no se hacen para eso específicamente. No es paradojal. Se hacen para uno porque uno quiere, pero hay gente que le gusta también ver estas locuras. Se hacen por una necesidad interna, si no lo hacés es como que te vas marchitando”, confió.

El origen de una obra musical que durara un día entero nació hace más de diez años, recordó el artista local. Quería ejecutarle en vivo en una de las salas de la galería de arte Mundo Dios, pero diversas circustancias imposibilitaron su realización. No obstante, en algún lado quedó el germen de la original iniciativa, que finalmente pudo cumplir recientemente y para que la preparó su estudio.

“Para que no explote la memoria de mi computadora, la obra la grabé cada hora, durante 24 horas seguidas. Iba a arrancar un lunes a las 8 de la mañana para terminar tipo ocho del martes. Pero ese día hubo un corte de luz”,  recordó y explicó que esa modalidad evitó que perdiera todo el material en el caso de una interrupción de energía.

“Utilicé samplers con looperas, que son pedales. Grabás una frase, apretás el pedal y esa frase se repite. Al estar con dos guitarras iba generando una base con ese sampler, y con la otra guitarra iba generando otra. De pronto me traían comida o bajé algunas veces, porque mi estudio está en un primer piso, bajé alguna vez al baño y eso siguió sonando, cuando volvía seguía tocando”, explicó.