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Deportes 14 de junio de 2018

Con Natalia Oreiro, la Plaza Roja del fútbol

Por Vito Amalfitano

Desde Moscú, Rusia

La señora, vestida de rojo (todos visten de rojo aquí) nos estira gentilmente la mano para ofrecernos el diario gratuito que se reparte en la boca del Metro. Estación Park Kultury, paso previo al último tramo en viaje al estadio Luzhniky, al inicio de nuestra octava Copa del Mundo.

En el apuro, casi que no le prestamos atención. Un diario en idioma ruso no nos puede ayudar demasiado en nuestra urgencia por saber para que lado continuar, que “trole” hay que tomar para seguir rumbo al estadio.
Pero de repente vemos unos labios bien rojos, y la parte de arriba un vestido rojo, y una bella cara conocida. ¡Toda la portada del diario del metro para Natalia Oreiro!.

Natalia es muy querida aquí, y resiste cualquier polémica. La aman. Pese a lo que vimos hace unos días en Argentina, que supuestamente era resistida porque había bailado aquí con una remera con los colores que simbolizan el “orgullo gay” y no está permitida la “propaganda homosexual” por el gobierno ruso,

Al llegar a destino, y encontrarnos de repente con un súbito clima de Mundial, una dama rubia, ataviada con la bandera de Rusia, lee con atención el periódico del que es imposible descifrar el nombre, escrito en el lenguaje cirílico. Pero Natalia sigue ahí, impactante. Y después, en la página 13 vuelve a aparecer ella, en nota completa, ahora sí con el despliegue de todo su vestido…rojo.

De rojo se vistió el último tramo del subte, de Park Kultury a Lushniki. Recién ahí nos encontramos con verdadero fervor de Mundial, pero todo junto y en una sola dosis. Desde todos los tramos aparecieron “racimos” de hinchas rusos, con la camiseta de la selección local, y entre ellos también simpatizantes de Arabia Saudita, camisetas argentinas, de Colombia, de Perú, de México.

El metro, como en el partido inaugural de hace 4 años en San Pablo, “nos deposita” directamente en el estadio del inicio del Mundial. Parece ya “norma FIFA”, subte-cancha para facilitar el traslado de los aficionados. Pero más allá de esa similitud, aquí el transporte es infinitamente mejor que en Brasil, al menos por lo que apreciamos en el comienzo de nuestro viaje.

Y en esta estación, que es la boca del estadio, y que se denomina Lujniki, con un ligera diferencia gramatical con el nombre de la cancha (que debe provenir, seguramente, del cambio del lenguaje ruso clásico al cirílico) confluyen los hinchas de todos los mundos para que se desate una fiesta de proporciones en el camino a Rusia – Arabia Saudita. De repente, en el medio, se aparece una columna de árabes muy festivos, que cantan más fuerte cuando más acercamos el teléfono para filmar.

Una mujer con zancos y una remera con banderas de varios países, camisetas de todas las nacionalidades que se abrazan, un argentino que quiere vender una entrada a mil euros (reventa de valor moderado si se tiene en cuenta que ese ticket oficial cuesta 400 de la misma moneda), una chica de Ghana que, en inglés, nos pregunta si tenemos entradas, si podemos hacerla entrar con nuestra credencial, algo que obviamente es imposible.

Hasta el último tramo de este viaje en metro y hasta esta estación Lujniki, una verdadera Plaza Roja del fútbol, no abundaban las referencias a lo que estamos por vivir. Pero, de repente, “estalló el Mundial”, como dice Crónica. Claro, con placa…Roja.

@vitomundial



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