Arte y Espectáculos

Concierto de canciones de cámara francesas

Por Eduardo Balestena

El 2 de diciembre tuvo lugar, en la Villa Gainza Paz, el último concierto de año del ciclo de recitales líricos que han tenido lugar en esa sede; contó con la actuación de la soprano Edith Villalba, el tenor Miguel Silva Macías y el pianista Horacio Soria y estuvo dedicado íntegramente al repertorio francés de canciones de cámara.

Las obras de Gabriel Faure (1845-1924) abordadas en la primera parte Lydia; Chanson d´amour; Après un reve; En prieè; les Berceaux, son de una línea que parece focalizada en un elemento que expone bajo distintas inflexiones; se expresa acompañada del piano. En Chanson perpétuelle, de Ernest Chausson (1855-1899) este diálogo cambia: el piano hace una introducción y crea un clima en el que la voz discurre en un contexto formal más incierto, donde la intensidad es dada por las inflexiones de una voz que parece expenderse en una suerte de improvisación.

De diferente carácter, la segunda parte estuvo integrada por Repentir, de Charles Gounod (1818-1893); D´une prison, de Reynaldo Hahn (1874-1947); Beau Soir, de Claude Debussy (1862-1918); 5 Melodies populaires grecques, de Maurice Ravel (1875-1937); Cantique de Noël, de Adolphe Adam (1803-1856) y Les chemins de l´amour, de Francis Poulenc (1899-1963). Las obras implican una amplia gama de recursos musicales: un canto sutil, expresivo y envolvente, como en Repentir; un tópico absolutamente romántico, como BeauSoir, basado en el poema de Paul Bourget (1852-1935) que propone una metáfora entre la vida humana y una tarde, lo bello e intenso y lo evanescente; o los vivos contrastes de las breves canciones de Ravel: el piano ya no es un acompañante, se imbrica totalmente con el discurso lírico: lo enmarca, lo intensifica, lo significa.

En la tradición de la música de cámara, su cercanía, la intimidad que significan sus temas y un ámbito donde los intérpretes se refirieron –breve y esclarecedoramente- a las obras, fue posible apreciar tanto sus cualidades vocales como la apreciación de un repertorio poco frecuente, tan hermoso y sutil como difícil técnicamente.

Edith Villalba, de amplia trayectoria en roles de ópera, revela que el ámbito de la canción de cámara le es algo absolutamente natural. Las melodías populares de Ravel le imponen ya una emisión marcada, a tempo con el piano en las frases, ya una modulación delicada, lo mismo que la Chanson Perpetuelle (obra de la cual Edith Villalba y Horacio Soria señalaron la influencia del lied alemán y la armonía wagneriana, que también influyó en Debussy).

Manejo del idioma, sutileza y calidez en el timbre, afinación, hacen a la unidad entre el sentido del texto y la música: sabe manejar este equilibrio a la perfección.

También Miguel Silva Macías, con un equilibrio entre la frase, la claridad del timbre y sus matices, se mueve muy cómodamente en una exigencia hecha de refinamiento, calidez y musicalidad de la frase. Es además un presentador sobrio y espontáneo.

La textura musical, particularmente de las obras de la segunda parte el recital: un diseño preciso y de constantes matices y cambios, son indicativos del dominio que Horacio Soria tiene del piano, ya en el rol acompañante como en aquel en que se encuentra casi en paridad con la voz.

Obras poco presentes en los conciertos, son a la vez de una gran belleza y es muy positivo que exista la posibilidad de acceder a ellas en vivo.

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