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Contrastes

por Vito Amalfitano

Noche muy fría en el Monumental. La despedida de un invierno demasiado largo y gris, la primavera que tarda en mostrar sus flores. La ilusión de los pibes que llegan con sus padres desde distintos puntos del país para ver a la Selección, para observar en vivo al astro del fútbol, a Lio Messi, y si es posible una orquesta alrededor que de una vez por todas toque su misma música.

Pero como ya se dijo muchas veces, el clima de una partido de Selección es diferente al de un encuentro de clubes en Buenos Aires. El estadio se abre tarde, más allá de las 17, el público se acerca despacio, con el tránsito complicado en un día laborable en Capital y el estadio no está lleno cuando comienza Argentina – Venezuela.

Se encienden los reflectores. Una rubia hace una picardía: se saca una foto con la camiseta de Boca con el gesto de abrigarse. Se acomodan las primeras banderas. Aparece una que pregunta dónde está Santiago Maldonado (la única que “se les escapó y pasó” en un desproporcionado operativo de seguridad para un partido de la Selección). Como miles de carteles o graffitis que se ven por las calles de Buenos Aires y el país. Los periodistas del interior del país llegan bien temprano. La Selección vuelve a su hogar natural, el Monumental. También lo pisa por primera vez como entrenador, en cualquier condición, Jorge Sampaoli, quien ni siquiera dirigió en primera división en el fútbol argentino. A las 19.40 justamente aparece un saludo de él en el tablero electrónico y un mensaje para los pibes sobre el significado de la camiseta argentina. En realidad, él lo explica desde su sueño cumplido, no desde la experiencia. La música bien fuerte, a todo volumen, no ayuda a que el clima lo genere el público en la previa. Pretenden montar un espectáculo que tiene que poco tiene que ver con el fútbol. El himno lo canta Ulises Bueno, que también, con todo respeto, poco tiene que ver con el himno.

No solo es la primera vez de Sampaoli en una cancha de Argentina en fútbol profesional. También de Mauro Icardi. Y la particularidad de que todo el tridente ofensivo, el que completa el delantero de Inter con Messi y Dybala, más el entrenador, nunca actuaron en primera en el país. Es una Selección cosmopolita que se pone la camiseta que Sampaoli dice desde un tablero que hay que amar. Tiempos de fútbol globalizado. Tan lejos de la anécdota que nos contó el gran Carlos Babington hace una semana. “El Flaco Menotti se portó mil puntos conmigo, mucho antes del Mundial 78 vino a mi casa a Alemania y me dijo: ‘vos estás en mi lista pero el único que voy a convocar del extranjero es Kempes, es la única excepción, quiero trabajar con los jugadores en el país y que jueguen en Argentina, tenerlos cerca’. Me aconsejó que gestionara un préstamo a Huracán pero no se dio y me quedé sin Mundial. Pero me lo explicó de frente y con razones que cumplió estrictamente, solo Kempes de afuera”, recordó “el Inglés”.

Contrastes de distintas épocas futboleras. Más allá de la pelota, afloran algunos fantasmas de aquellos tiempos que parecían olvidados. Esta vez hay esperanzas de que haya antídotos. Más cerca del partido la músico cambia y se escucha al Indio Solari, con “Vencedores Vencidos”. “Ensayo general / para la alarma actual”. Siempre quedan los artistas. A poco de empezar el partido la gente empieza a cantar: “…Que de la mano / de Lío Messi…”

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