Opinión

Cuando los viejos se nos mueren de soledad

por Diego Corbalán

La noticia sobre la creación de un ministerio de la Soledad en Gran Bretaña pareció sonar a burla de la política. Sin embargo, los fundamentos para darle vida son estrictamente científicos.

Según un amplio informe de una comisión del Parlamento británico, la soledad a menudo está asociada con enfermedades cardiovasculares, demencia, depresión y ansiedad. Un dato que también vienen arrojando otras investigaciones en varias partes del mundo.

El trabajo de la comisión parlamentaria británica revela que la epidemia de la soledad no es ajena al deterioro de las instituciones tradicionales que funcionaban como nexo entre las personas: sindicatos, iglesias y hasta los tradicionales pubs, además de la mismísima familia.

Soledad en tierras latinas

El flagelo de la soledad no sólo golpea a los países del primer mundo, como sucede en las islas británicas. En América Latina la problemática está presente, pero con matices.

Consultado sobre la cuestión, el defensor de la tercera edad de la ciudad de Buenos Aires, Eugenio Semino, consideró que uno de los componentes culturales y sociales que aún preserva de la soledad a los adultos mayores en países como la Argentina es la propia familia. Sin embargo, este rasgo positivo de integración social está en constante mutación.

Para el médico psiquiatra integrante de la Secretaría Técnico-Médica del PAMI, Fabián Triskier, “hay que diferenciar un adulto mayor que vive solo de uno aislado. Para muchos es un devenir natural porque, por ejemplo, se murió su pareja”. Sin embargo, el especialista reconoce que el aislamiento es “nocivo”.

Para la actual diputada y especialista en temas previsionales Mirta Tundis, la Argentina vive un proceso de envejecimiento de la población, un fenómeno que, con economías más estables que la de nuestro país, puede morigerarse pero no evitarse.

Los especialistas en Tercera Edad no dejan escapar un antecedente histórico que hoy sigue siendo motivo de análisis: la virulenta ola de calor que asoló a Europa en 2011, que sólo en Francia provocó la muerte de más de 11.000 ancianos. ¿Murieron de calor o fallecieron abandonados a su soledad? Los gerontólogos no dudan en afirmar que aquella verdadera “matanza de viejos” fue consecuencia “literalmente, de no haber tenido quién les alcance un vaso con agua”, reflexiona Eugenio Semino. Ni un familiar, ni una persona allegada; nadie.

Volviendo a nuestro país, según un estudio ampliamente reconocido del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA) sobre la Deuda Social con los Adultos Mayores, mientras la población general aumentó 2,5 veces entre 1947 y 2010, “la población de más de 60 años y más se sextuplicó” mientras que “la población de personas de más de 75 años y más se multiplicó por 10”.

Semejante crecimiento de la población mayor de edad refleja un nuevo paradigma poblacional en la sociedad contemporánea. Resta saber cuántas de esas personas de más de 60 o 75 años viven en soledad, sin contacto con la familia (si es que la tienen) o con personas de confianza que las asistan en sus necesidades básicas.

Para el médico Fabián Triskier, “a nivel público hay algunos recursos no del todo bien utilizados”, aunque hace hincapié en la necesidad, por ejemplo, de mejorar cuestiones como la movilidad en las grandes ciudades: “Se puede mejorar demoliendo barreras arquitectónicas y fundamentalmente en el transporte público”.

La vejez, como oportunidad

Subyace en la reflexión de los especialistas en Tercera Edad el reconocimiento de que la vida en la última parte de la adultez suele ser observada por las generaciones más jóvenes como una etapa “de descarte social”.

Para Eugenio Semino, la sociedad no tiene interés en entender lo que significa la soledad en la vejez; y tampoco lo entiende así el sector público, según el Defensor de la Tercera Edad quien consideró que, si bien existen distintos programas de contención para adultos mayores “no hay políticas de envejecimiento”, que acompañen al adulto en el paso de los años en su cuerpo y su mente”.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) introdujo el concepto de “envejecimiento activo”, que promueve un acompañamiento entre pares de la tercera edad, junto al resto de la sociedad. “El concepto de envejecimiento activo postulado por la OMS, manifiesta que la participación de los adultos mayores en la vida social no sólo es beneficioso para ellos sino también para toda la comunidad”, resalta la investigadora.

En definitiva, el desafío es, por ejemplo, terminar de leer estas líneas y mensajear, llamar por teléfono o (mejor aún) visitar a nuestros querido “viejos”, no sólo por culpa sino por compromiso con ellos. Ah, y hacer del hábito de la visita a sus sobrinos o nietos; los más jóvenes deben entender que esos tíos y abuelos son parte de nuestro entorno y de nuestra existencia, porque después de todo, sin ellos, nosotros probablemente no estaríamos transitando esta vida y seguramente el destino biológico nos colocará en la misma situación que ellos, esperando ser cuidados y visitados periódicamente.

(*): Periodista y director de Voz por Vos. Especial para NA.

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