La Ciudad

Cuarenta años en el corazón del teatro: la historia del boletero que hasta vendió su silla

Ricardo Martino fue el primer boletero de Carlos Rottemberg y juntos recorrieron los últimos 40 años del teatro de la ciudad. Los secretos de la boletería, las noches en la dictadura, los grandes éxitos, las locuras de Nito Artaza y el día que vendió hasta su silla.

Por Hernán Kloosterman

Ricardo Martino conoce como pocos el detrás de escena del mundo del teatro. Empezó de casualidad, hace 41 años como boletero del Corrientes y nunca más dejó la actividad. Desde sus inicios en la boletería, al presente que lo encuentra como apoderado de la empresa en la ciudad, Martino recorrió junto a Carlos Rottemberg, cuatro décadas del teatro marplatense.

Los secretos de la boletería. El folklore de las propinas. Cuando los militares se llevaron a un productor del teatro. La noche que fue la esposa de Videla. Los grandes éxitos. El día que vendió hasta su silla. Las apuestas con Adrián Suar. Las demoras de Nito Artaza. El trato con el público, y un medio de vida que se transformó en pasión: “Para mí no es un trabajo. Yo jamás dije en mi casa: ‘Voy a trabajar’. Yo voy al teatro”, define.

Arriba el telón

La historia comenzó a fines de los 70. La familia de Carlos Rottemberg se alojaba en el hotel Corbel, donde Ricardo Martino padre era el conserje. Cuando el incipiente empresario teatral decidió largarse en Mar del Plata, la relación que tenía con la familia Martino fue fundamental. Luisa, la mamá de Ricardo, le confeccionó el primer telón y cuando hizo falta el primer boletero, fue el turno de Ricardo. “Yo tenía cero teatro, No sabía nada”, admite 41 años después.

“Hacía los dos turnos de boletería para ganar un mango más. Después de un mes, el administrador se peleó con uno de los actores (Rudy Carrié) y se fue. Me quedé solo. Carlos me preguntó si me animaba y me quedé. Hacía los bordereaux, el pago a los actores y el depósito en el banco. Así empecé”, recuerda.

A fin de febrero, cuando el personal se fue de la ciudad, la compañía decidió continuar un mes más, pero ya no había personal. “Ahí entró mi cuñado, mi señora, mi suegra, mi vieja, mi viejo. Eramos todos los Martino. Ahí empezamos y nos fue bastante bien. Realmente era una familia, junto con Carlos”.

Primeros éxitos y dictadura

Los primeros éxitos no tardaron en llegar. La Zorra, con Leonor Benedetto, en 1982, fue uno de ellos. “Conseguimos traerla al Corrientes, hicimos un desastre de venta. No teníamos nunca entradas”, recuerda.

Los primeros pasos de Rottemberg como productor teatral en la ciudad fueron en plena dictadura militar. “Carlos tenía a Mercedes Sosa que estaba prohibida en esa época. Todo era subversivo. A Fernando Haider (productor) una noche lo vinieron a buscar al teatro en los Falcon verde. Después de unas horas, lo soltaron. En “Engañadas Anónimas” vino la mujer de Videla a ver el espectáculo. Había un Falcon verde y tipos armados por todos lados. En esa época era bastante jodido”.

-¿Eran tiempos de mucha venta de entradas?

– Toda la gente venía con entradas de otro espectáculo. Se veían más espectáculos que ahora. Todos hacían dos funciones y la gente daba mucha propina. En esa época poníamos sillas, ahora no se puede. Solíamos poner 20 sillas. En la última función de La Zorra vendí todas las sillas del camarín ¡y la mía!. No quedaban más y vino un hombre que la quería ver. Le vendí la mía y me quedé parado. Fue un éxito rotundo.

-¿Cuáles son los éxitos que más recuerda?

– Hubo muchos… Recuerdo Made in Lanús. Fue la primera vez que un espectáculo se hizo dos años en Mar del Plata. La obra era hermosa. Yo veo poco las obras, porque no sé separar las personas del personaje. Made in Lanús me encantaba y la vi varias veces. O Salsa Criolla, Taxi, con Calvo y Darín en el Corrientes. Francella y Suar en el Corrientes con La cena de los Tontos fue muy fuerte. O Confesiones de mujeres de 30. Fueron éxitos. Eran temporadas de vender entradas todo el tiempo.

-¿En alguna la situación se desbordó?

– La más reciente fue La cena de los tontos. Eran dos cuadras y media de cola. Antes del debut vinieron a saludar Francella y Suar al teatro. Había una multitud. Yo le decía a Carlos: ‘No van a alcanzar las entradas. ¡Nos van a matar!’ Había dos colas: la de la gente de los comercios que nos puteaba y la del que estaba por llegar y se quedaba sin entradas. Probamos de abrir a las 8, pero a las 11 no teníamos más. Estaban los dos boleteros, yo, y tres acomodadores que venían a la mañana para organizar.

Otra prueba que hicimos fue mandar a Ernesto (uno de los boleteros históricos de la empresa), a calcular cuál era el límite, y avisar que a partir de ese lugar no garantizaba que llegara a conseguir. Otra prueba fue dar números. El Corrientes tenía la boletería adentro, entonces la gente quedaba protestando ahí.

Martino en sus orígenes.

-¿Cómo era la convivencia con los actores?

– Agarramos los últimos años de Nito Artaza y Cherutti. Eran dos funciones por día y llenaban. Pero no trabajaban como estamos acostumbrados. Siempre inculcamos que la gente no espere, que diez minutos antes de la función la gente se tiene que empezar a mover. Nito era todo lo contrario: daba puerta tarde para que se hiciera fila. Nos costó, éramos distintos. Una vez no habíamos dado sala porque él no había aparecido. Ya era la hora. Lo llaman por teléfono y pide que demos puerta despacio que estaba en viaje. Estaba en Las Armas… ¡le faltaban 130 kilómetros! Venía volando. Dejó la camioneta por la costa, se bajó y venía corriendo por el medio de la calle. Después decía que era por una falla técnica y pedía disculpas. ¡Nos volvía locos!

-¿Qué significa la boletería en el mundo del teatro?

– Es todo. Vos podés hacer una linda escenografía, tener buenos actores o un lindo teatro, pero si no funciona eso, no funciona nada. Ahí está el corazón de todo. Es el lugar fundamental. Hay muchos actores que entran y no saludan al boletero porque son así. Hay otros que sí: esos saben de teatro. Saludándote y estando bien con vos, está cuidando el negocio. Pero la boletería es el corazón, si no funciona eso, no funciona nada.

-¿Cuándo el espectáculo interesa, el público va, más allá del precio de las entradas?

– Puede haber mil personas caminando por la vereda y si el espectáculo no interesa, adentro tenés 14. Cuando a la gente le interesa no hay vuelta que darle. En la escuela en la que yo aprendí, cuando el espectáculo va mal, tenés que vender igual que el resto, al mismo precio. Si las bajás, vas a vender la misma cantidad de entradas. Aprendí que tenés que venderla al mismo precio, pase lo que pase.

-El ritmo de trabajo en el teatro es particular, muy diferente al resto de los empleos. ¿Qué sentís cuando se termina la temporada?

– Es de psicólogo. Tenés el bocho todo el día ocupado y de un día para otro quedás vacío. No hay nada más triste que ver el teatro a oscuras, cuando el día anterior lo viste con luces y los actores. Por eso, no me gusta ver cuando se desarma todo. Quedas vacío y electrificado. No sabés qué hacer en tu casa a las nueve de la noche, cuando estás acostumbrado a cenar a la 1. En invierno o verano, yo a las diez menos diez de la mañana, salgo de mi casa para venir al teatro. Es mi lugar.

-¿Algún momento triste en los cuarenta años?

– La venta del Corrientes me hizo muy mal. Era mi vida el Corrientes. Ahí empecé a saber de teatro. Era mi casa. Cuando falleció mi viejo en 2008, Carlos le quiso poner su nombre a una sala y no quise. Quizás anticipándome a que el teatro se vendiera.

-¿Cuál es el secreto de Rottemberg para llevar 41 años en teatro en la ciudad?

– Un trabajador del teatro incansable. Le consultás lo que quieras y sabe. Es un tipo que está las 24 horas laburando. Lo llamás un domingo a la tarde y el tipo está. Todo lo que se hizo fue por él. Nadie le regaló nada. Es laburo y más laburo. Aparte, una buena persona. Con él siempre valió más la palabra que los papeles firmados. Un buen tipo en todo sentido, por eso estuve tanto tiempo con él.

-¿Imagina su vida sin el teatro?

– Y… no. Esto es lo mío. Me gusta el teatro del lado de afuera, de la cocina, pero no me veo en otra cosa. Estoy en una zona de confort. Me siento bien personalmente, bien con la empresa y con la gente que trabaja.

Las apuestas con Adrián Suar

Entre las muchas anécdotas que acumula en sus cuatro décadas en el rubro, Martino recordó las apuestas con Adrián Suar y su pronóstico con la que fue una de las obras más convocantes.

“Después de tantos años en boletería vos te das cuenta rápido si el producto va a trabajar. Abrimos la boletería para ‘La cena de los tontos’ y vendimos 7 entradas en el primer día. Faltaban diez días para el debut. Lo llamé a Carlos y le dije: ‘Esto es un éxito’. Me llama Suar y me decía que iba a ir al psicólogo. ‘Esto va a ser un éxito’, le repetía. ‘¿Pero estás seguro Ricardo? Mirá que yo sufro’, me decía. Le dije: ‘Si llenamos, te juego una cena’. Llenó del primer día al último. Le gané tres cenas en toda la temporada y las pagó”, rememoró.

Pero la anécdota no terminó ahí: “Cuando Suar vino años después al Roxi con Griselda Siciliani, yo estaba en la oficina del Atlas y me vino a ver exclusivamente para que le diga cómo le iba a ir. Le dije que no iba a ser ‘La cena de los tontos’. Llegó con toda la custodia y me dice: ‘¿Te vine a hacer una pregunta, cómo me va a ir?’ ¡Adrián Suar!”, enfatizó.

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