Desde el Centro de Gestión de Tráfico Marítimo de la Prefectura Mar del Plata, un equipo de 28 efectivos monitorea día y noche la navegación, coordina rescates en altamar y controla la actividad pesquera para proteger vidas y preservar la riqueza del mar argentino.
El Centro de Gestión de Tráfico Marítimo de la Prefectura Mar del Plata es la sala de control desde la cual se ordena y supervisa la navegación en uno de los corredores más activos del país: allí confluyen datos, comunicaciones y decisiones operativas que impactan en la seguridad de miles de tripulantes y en la protección de recursos estratégicos del mar argentino.
Su jurisdicción se extiende desde el Faro Punta Médanos, al norte de Pinamar, hasta el arroyo La Tigra. Es un frente costero de 216 kilómetros que abarca puertos, zonas de fondeo, áreas de pesca y rutas de ingreso y egreso de buques de distinto porte.
Dentro de esa franja, el Estado argentino ejerce soberanía plena en las 12 millas náuticas y autoridad en la Zona Económica Exclusiva (ZEE) hasta las 200 millas. En ese espacio la Prefectura Naval cumple múltiples funciones que van desde el control de la navegación hasta la protección ambiental.
“El objetivo último, además de la soberanía y el control, es la salvaguarda de la vida en el mar”, resume el prefecto Claudio Moretti, jefe del Centro de Gestión de Tráfico Marítimo de la Prefectura Mar del Plata. “Cuidar los recursos es soberanía. Somos policía auxiliar pesquera, de seguridad de la navegación y de protección ambiental: una multitud de funciones con la misma vocación”.
El Centro opera con 28 efectivos: cinco oficiales y 23 suboficiales. La dotación se distribuye en cinco puestos de guardia permanentes que sostienen el monitoreo 24/7, sin interrupciones, con rotaciones planificadas y enlaces con otras dependencias.
La dinámica de trabajo se adapta a la estacionalidad del tráfico. Hay períodos de mayor intensidad por campañas pesqueras, arribos de ultramar o ventanas climáticas que concentran zarpes, y otros momentos en los que se prioriza el mantenimiento y la actualización de información.
La coordinación interna se apoya en procedimientos escritos y en tableros de seguimiento. Cada guardia conoce sus roles por tipo de evento: control de tráfico, verificación documental, gestión pesquera, meteorología, emergencias y enlace con otras agencias del Estado.
“Mar del Plata es uno de los tres grandes centros de gestión del mar argentino junto con Comodoro Rivadavia y Ushuaia”, detalla Moretti. “Eso implica interoperabilidad: hablamos el mismo lenguaje operativo para que una alerta que nace acá pueda ser atendida por un guardacostas que está a cientos de millas”.
Desde la sala se sigue a buques nacionales y extranjeros, pesqueros, remolcadores, buques de pasajeros, veleros y lanchas deportivas. Lo que pueda ser seguido, se sigue: por cámaras, por sistemas de posicionamiento y por plataformas que integran señales marítimas.
El seguimiento no es sólo cartográfico. Se consolida con comunicaciones radiales y digitales para verificar estados de máquina, condiciones meteorológicas locales y reportes de seguridad. El objetivo es anticiparse al problema antes de que se convierta en emergencia.
Si un buque deja de navegar sin aviso o deja de emitir, se activa un protocolo. Primero, contacto por frecuencia; si no responde, se escalan medidas que incluyen comunicaciones redundantes, verificación con otras embarcaciones cercanas y, llegado el caso, el despliegue de medios aéreos.
Ese esquema se apoya en el Sistema Guardacostas, que integra fuentes de información y posicionamiento geográfico.
Aunque la Prefectura no es la autoridad de aplicación pesquera, sí es quien hace el control en el agua. Se verifica que las tareas se realicen en zonas permitidas y que se respeten vedas y artes de pesca reguladas.
El sistema satelital de control pesquero emite alarmas si un buque ingresa a un área vedada o si deja de transmitir. La primera acción no es sancionar, sino chequear la seguridad: un silencio puede ser avería, caída de energía o un incidente a bordo.
Una vez verificado el estado del buque y de su tripulación, se constatan las condiciones de la faena. Si hubo infracción, se documenta, se da intervención a la autoridad competente y se impulsa el procedimiento sancionatorio correspondiente.
“Este año aplicamos tres multas a buques extranjeros por ingresar a la milla 200”, señala Moretti. “Y por primera vez se cobró una multa sustentada en vigilancia electrónica. Es un hito: la tecnología bien empleada fortalece el cumplimiento”.
Todo evento que compromete la vida o la integridad de personas activa un caso SAR (Search and Rescue). Puede ser un tripulante enfermo, un accidente a bordo o un hombre al agua. Desde ese momento, el Centro inicia un seguimiento especial del buque.
El protocolo incluye radioconsulta médica con profesionales de la Prefectura. Se evalúan síntomas, se indica tratamiento de primera respuesta y se define si el buque continúa, reduce actividad o regresa a puerto según el riesgo.
Si el cuadro es grave, se coordina una evacuación con medios propios o con apoyos disponibles. Cada minuto importa y las decisiones se toman con información dinámica de meteorología, distancia a costa y disponibilidad de unidades.
La solidaridad marina también cuenta. “Podemos ordenar que un buque cercano, incluso extranjero, se desvíe a asistir. Los convenios internacionales obligan a colaborar ante emergencias”, explica Moretti. “En el mar, cuando el problema es serio, todos ayudan”.
Un caso paradigmático fue el hundimiento de la lancha de pesca deportiva “Proa al Sol II”, el 13 de julio de 2024. En esa oportunidad, Prefectura pidió ayuda a un buque de bandera liberiana, que colaboró con las tareas de rescate.
Proa al Sol II tenía tres tripulantes y estaba preparada para cargar, como máximo, 300 kilos. Sin embargo, por un cálculo que hizo el sobreviviente, Nicolás Banza, llevaban alrededor de media tonelada sólo de pescado.
Cerca de las 21.45 desde la lancha emitieron una señal de alarma de emergencia que le llegó al Comando de Tránsito Marítimo, cuando estaba a unas 30 millas náuticas de la costa de Mar del Plata.
A las 23.49 hs, el buque mercante NKR “Alice” informó que encontró un casco semihundido con una persona sobre él. Minutos después, arribó el helicóptero de Prefectura Naval Argentina, que realizó de noche el rescate extraordinario de Banza, en estado de shock hipotérmico, que fue trasladada al Hospital Interzonal General de Agudos.
“Sentí una sensación muy fea, pensaba que me moría a cada rato… Vi cómo se hundía una persona al lado mío”, contó Nicolás Banza a LA CAPITAL y agregó: “Recién me di cuenta de que ya había pasado cuando el helicóptero tocó tierra. Pero durante las cuatro o cinco horas que estuve en el agua, pensaba cada dos minutos que me moría… Si no era de hipotermia era porque se me hundía el barco o porque no me iban a salvar”, expresa, aún sorprendido.
La Armada Argentina destacó al patrullero oceánico ARA “Contraalmirante Cordero”, perteneciente a la División Patrullado Marítimo, que se encontraba de guardia SAR (Búsqueda y Rescate) y a 6 horas en la Base Naval Mar del Plata, para brindar apoyo a la búsqueda del resto de los tripulantes. También se sumó una aeronave TC-12B Beechcraft Hurón de la Escuadrilla Aeronaval de Vigilancia Marítima.
La “milla 201”
Más allá de las 200 millas son aguas internacionales, altamar. Allí opera una flota de distintas banderas que ronda los 500 barcos, que pescan sin control, con principal interés en especies como calamar, merluza y abadejo.
Ese volumen de naves y maniobras exige información confiable. En 2014 se incorporó el sistema “Mira” a los guardacostas para detectar presencias en la zona incluso sin señal AIS (el sistema de identificación automática de buques).
En 2017 se dio un salto con el Sistema Guardacostas, una plataforma que integra múltiples fuentes y capas geográficas. A esa base se sumó inteligencia artificial que, analizando velocidad, rumbos y variaciones, discrimina automáticamente si un buque está pescando.
Cuando un buque cruza la milla 200 para pescar ilegalmente, una alarma se activa en el Centro de Gestión de Tráfico Marítimo de la Prefectura y el derecho internacional habilita la persecución desde aguas jurisdiccionales hacia altamar bajo condiciones estrictas. Es una herramienta disuasiva que busca preservar recursos y hacer cumplir la ley.
El uso de la fuerza tiene reglas claras: advertencias por radio en español e inglés, maniobras de disuasión y, de ser necesario, disparos al agua para mostrar poder de fuego. La integridad de la tripulación es prioritaria y no se apunta a personas.
Si la desobediencia persiste, se puede neutralizar capacidad de comunicaciones —por ejemplo, antenas—, siempre documentando cada paso. No está permitido abordar el buque en altamar, por lo que las vías judiciales internacionales cobran relevancia.
Un caso paradigmático fue el del buque chino Hua Li 8, perseguido en 2016 tras ser detectado en aguas nacionales. La Justicia Federal pidió su captura internacional y, con una alerta de Interpol, fue detenido en Indonesia. Ese antecedente marcó un cambio de paradigma.
En su rol de Estado de bandera, la Prefectura certifica que los buques argentinos cumplan estándares de seguridad y aptitud. Los certificados avalan condiciones de casco, máquinas, equipos y procedimientos a bordo.
Cuando el buque es extranjero y toca puerto nacional, rige el rol de Estado rector del puerto. Se verifica documentación, se constata el cumplimiento de convenios internacionales y se registran observaciones que pueden derivar en medidas correctivas.
Cada arribo internacional activa una comisión conjunta con Aduana, Migraciones y Sanidad de Frontera. Se controlan cargas, tripulantes y condiciones sanitarias para resguardar intereses económicos y de salud pública.
Mar del Plata cuenta con cuatro astilleros que sostienen empleo calificado y mantenimiento de flota. A eso se suman cuatro clubes náuticos con cerca de 150 embarcaciones deportivas, vela y motor.
El núcleo económico de la ciudad en el mar son los cerca de 300 buques pesqueros, que abastecen al complejo pesquero y son ya una postal del puerto de la ciudad. Completan el ecosistema cinco remolcadores y seis buques de pasajeros.
También opera una terminal de ultramar que conecta a la ciudad con rutas internacionales. Esa mezcla de tráficos obliga a una gestión de prioridades para que convivan seguridad, productividad y preservación ambiental.
Una parte clave de la tarea es difundir avisos a los navegantes y alertas meteorológicas. Es información que salva vidas: cambia decisiones de zarpes, modifica rumbos o aconseja postergar maniobras.
Con embarcaciones deportivas se trabaja en registro y ploteo de travesías, en especial cuando planean cruces a países limítrofes. El objetivo es que cada salida tenga respaldo informativo y comunicación prevista.
La cultura preventiva incluye campañas periódicas sobre elementos de seguridad, radioescuchas y procedimientos ante hombre al agua. Cuanto más entrenado está un equipo, mejor responde frente a lo inesperado.