Por Jorge Raventos
El domingo 19 de noviembre se consumó en las urnas del balotaje un capítulo relevante de la reconfiguración del sistema político. Ese proceso, que venía desplegándose en los últimos años bajo la forma de la disgregación de las coaliciones y del ocaso de los principales liderazgos, se precipitó con el triunfo del candidato de La Libertad Avanza sobre el peronismo y la previa derrota (y posterior ruptura) de Juntos por el Cambio.
La reconfiguración, versión exógena
Si Sergio Massa representaba como camino hacia la reconfiguración una reforma del sistema desde dentro, con la promesa de dejar atrás la grieta inmovilizadora y convocar a un gobierno de unión nacional con representantes de diferentes fuerzas políticas, sociales y empresariales, el voto ciudadano prefirió el camino que ofrecía Milei: barrer el escenario con un outsider y dar paso, a suerte y verdad, a una experiencia diferente aunque luciera aventurada.
Irónicamente, al convertirlo en Presidente Electo, ese voto ya empieza a transformar la naturaleza de outsider de Milei antes aún de hacerse formalmente cargo del gobierno: naturalmente recaen sobre él responsabilidades que no tenía como candidato y que se le han traspasado con una elección que lo empoderó en la misma medida en que desarticula, desfleca y desempodera al gobierno saliente. Las fechas formales indican que el cambio se produce el 10 de diciembre. Los hechos determinan su propia cronología.
Por otra parte, el resultado de las urnas , al proyectar a los libertarios a funciones de gobierno, incorpora a su propia fuerza al proceso de reconfiguración: lo que se proclamaba durante la campaña (consignas y candidaturas a cargos y responsabilidades en el escalafón) se modifica en las vísperas de la etapa de gobierno.
En la noche de su victoria (consguida además por una diferencia notable, que ni él ni su círculo imaginaban) Milei no había aun avanzado en la mutación desde el rol de candidato a la condición de Presidente. Su discurso fue todavía el de jefe de una parcialidad que hablaba con y para los suyos (a quienes suele definir como “argentinos de bien”). No mencionó a los 14 millones y medio (44,3 por ciento) de ciudadanos que votaron a Massa ni mencionó el hecho de que su contendiente lo había llamado para reconocer su triunfo y felicitarlo inclusive antes de que se dieran a conocer los primeros datos oficiales.
Pragmatismo y plasticidad
Pero a las pocas horas hubo evidencias de que el realismo que impone el compromiso presidencial empezaba a operar sobre él (en la entrevista que concedió al canal de cable TN admitió que estaba “más pragmático”).
En verdad, la reconfiguración plena del sistema reclama una estrategia de unidad nacional (para usar la formulación de Massa o la que supo emplear Juan Schiaretti), de “ampliación de la plataforma de gobierno” o “nueva mayoría” ( según el fraseo de Horacio Rodríguez Larreta, entre otros). Que el voto haya preferido un cambio exógeno no cambia la importancia estratégica de aquel objetivo: la unión nacional es una política de convergencia y participación colectiva, más indispensable aún, si se quiere, para un gobierno que puede ostentar el fuerte respaldo de la opinión pública (un respaldo que, no obstante, se canalizó por otras vías a la hora de renovar el Congreso y poderes provinciales, lo que determinará dificultades parlamentarias al Ejecutivo libertario).
El pragmatismo creciente del presidente electo emana de la comprensión paulatina de ese cuadro complejo. No habría que confundir esa actitud con la “tranquilidad” y el apego a las formas que Mauricio Macri vive recomendándole al presidente electo, ni a algún tipo de dependencia política del expresidente, como sugieren fuentes próximas a éste. En rigor, Milei parece empeñado en demostrar que, si bien ha aceptado de muy buen grado la colaboración del macrismo en la fiscalización del comicio y parece dispuesto a seleccionar a algunos hombres o mujeres de esa matriz política para cubrir puestos en la estructura de su gobierno, en modo alguno consentirá formas de cogobierno como las que pretenden y deslizan a sus medios amigos ciertos cuadros del Pro macrista. El Presidente electo tomó desde el principio al pie de la letra la idea de que la ayuda que le prestaba ese sector era “incondicional”, como juraron tanto Macri como Patricia Bullrich, y está dispuesto a hacerla realidad.
Si bien se mira, varios políticos sugeridos por el expresidente y la excandidata para puestos prominentes (Federico Pinedo para cancillería, Javier Iguacel para la presidencia de YPF, Germán Garavano para Justicia, Guillermo Dietrich para Infraestructura) quedaron fuera de esos destinos (y quizás de otros de reemplazo).
Las nuevas fuentes de Milei
Milei está reclutando cuadros principalmente entre ex compañeros de trabajo en Aeropuertos Argentina 2000, la plataforma empresarial de Eduardo Eurnekián, y entre ejecutivos de otras grandes empresas nacionales e i nternacionales (caso Techint).
En un asunto central, como es la política hacia el sector agroalimentario, Milei ha elegido a un técnico de mucho prestigio y de fluidos vínculos con esa actividad. Se trata de Fernando Vilella, ex decano de la Facultad de Agronomía de la UBA. Vilella es el autor de la expresión “Vaca Viva”, para subrayar que en la bioeconomía la Argentina tiene una fuente de crecimiento y exportaciones análoga a lo que Vaca Muerte significa en el campo energético. El futuro secretario asegura que las retenciones que afectan a los principales cultivos (soja, maíz, trigo) serán paulatinamente eliminadas hasta quedar en cero al final del período presidencial de Milei. El horizonte de la solución económica del país es la consolidación de lo que Pablo Gerchunof llamó “coalición popular exportadora”. A ella hay que confluir desde distintos puntos.
El presidente electo sondea también en la pecera de los partidos (se basa en el lema de que aquel que sea de la casta y se sume a la gestión libertaria pasa a convertirse en un “argentino de bien”). La idea de atarse a una alianza predominante o exclusiva con el macrismo no parece ser una solución práctica para el libertario. La fuerza legislativa que puede aportar Macri es, sin duda, mayor que la que ha cosechado autónomamente La Libertad Avanza, pero lo que suma no es suficiente para garantizar la aprobación de leyes y mucho menos para ampliar decisivamente la base operativa del gobierno.
Por otra parte, el Presidente tiene abierta la vía de un diálogo directo con los gobernadores que supieron referenciarse en Juntos por el Cambio (de eso se ocupa el ministro del Interior en ciernes, Guillermo Francos) y no necesita pagar el peaje en la casilla del expresidente. Cuando se habla de gobernadores, vale aclarar, una reflexión paralela puede hacerse sobre los que son de origen peronista: ellos tampoco necesitan intérpretes. Milei ya muestra el producto de los diálogos y coincidencias con el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti; de esa cantera han surgido ya tres designaciones: los secretarios de Energía y de Transporte y el titular de ANSES (nombramiento que desplazó de la silla en la que ya empezaba a acomodarse a la libertaria Carolina Píparo)
La indispensable unión nacional
En la Cámara de Diputados, Milei parece estarse orientando a buscar una presidencia que pueda tender puentes hacia la bancada más numerosa y, en principio, más difícil: la del peronismo. Parte de la idea de que el macrismo y sus aliados están en primera instancia forzados a respaldarlo (¿acaso van a ponerle la proa después de haber roto Juntos por el Cambio para apoyarlo? ). Ese cálculo perjudica sobre todo las chances de Christian Ritondo, impulsado por Patricia Bullrich y por Macri.
El beneficiario de aquellas reflexiones puede ser Florencio Randazzo, que además de buen diálogo con muchos diputados peronistas, cuenta con el valor agregado de ser un puente hacia Juan Schiaretti, el gobernador (saliente) de Córdoba, que exhibió una propensión a los libertarios (olfateando cómo se iba a pronunciar el 75 por ciento de su provincia). En esa operación puede converger Miguel Pichetto. El Encuentro Republicano que él conduce se propone “fortalecer el espacio de centro democrático que tenga como objetivo garantizar la gobernabilidad de la Argentina”. Vecino a ese espacio o integrado a él se ubicará lo que queda de Juntos por el Cambio después del apartamiento de Macri, Bullrich y sus halcones. La búsqueda plural permite conjeturar que Milei entrevé la necesidad de una covergencia nacional que, sin renunciar a ideas y objetivos propios, ofrezca gobernabilidad y contribuya a perfeccionar prioridades y determinar los ritmos y formas adecuadas para su concreción.
El pragmatismo de Milei se mostró en su actitud de diálogo con el presidente saliente (un Alberto Fernández oportuno para el rito de pasaje), un paso que constituye una señal de civilización política. En ese encuentro, incidentalmente y con una sonrisa, Milei se describió a sí mismo como “menemista; no como Macri, que es más gorila”. Era una broma, aunque no por ello carece de sentido. Milei está orgulloso de su carácter de “primer presidente liberal-libertario en la historia del mundo”, pero admira el pragmatismo de Menem y su capacidad para reformar el país tomando con eclecticismo los aportes de distintos sectores (por caso, el de su también admirado Domingo Cavallo).
A diferencia de Milei, sin embargo, Menem no era un outsider de la política: llegó a la presidencia con una historia y una identidad política sobre sus hombros y con la experiencia de haber gobernado su provincia casi tres períodos. Triunfó en una amplísima interna partidaria y de inmediato convocó a los mejores cuadros de la otra fracción a colaborar con él (integró a los derrotados en cargos de gran responsabilidad, pero no armó una coalición con la otra tendencia).
Menemismo autopercibido
Es probable que Milei se autoperciba menemista en este último sentido: como el riojano, él parece dispuesto a aprovechar aportes de otros sectores, pero no a constituir alianzas que lo limiten o determinen.
Eso puede explicar la mezcla de agradecimiento y distancia prudencial que mantiene con el macrismo, y la irritación de sus colaboradores cercanos cuando verifican que desde esas fuentes se filtra la idea de que el expresidente “impuso” ministros como el de Economía, Luis Caputo, y la de Seguridad, Patricia Bullrich, o la de que la presión de Macri llevó al presidente electo a postergar sine die sus banderas emblemáticas de dolarización y eliminación del Banco Central.
En verdad, Caputo venía colaborando con los equipos de Milei como consultor contratado desde hace meses y lo que terminó promoviéndolo fue el registro, por parte del presidente electo y sus hombres de confianza, de que la figura, las ideas y los cálculos de Luis Ocampo, el hombre que Milei había señalado para dirigir y eliminar el Banco Central, creaban resistencias en sectores empresariales y financieros de mucha influencia.
Milei aceptó que hubiera una etapa intermedia antes de la dolarización, pero reiteró que ese objetivo y la eliminación del Central se mantienen, son “innegociables”. El libertario resiste las presiones; su pragmatismo lo limita a los tiempos.
En cuanto al ofrecimiento de Seguridad a Patricia Bullrich, se trata de una idea que Milei había voceado prematuramente, al pie de su victoria. Fue una ocurrencia propia que tardó en concretar (en rigor, no fue oficialmente anunciado todavía) porque produjo reacciones en su vicepresidenta, Victoria Villarruel, a quien el propio Milei había asignado reiteradamente responsabilidades sobre las áreas de seguridad y defensa.
La filosa vicepresidenta habría terminado aceptando con reticencia que Milei cumpla el compromiso con Bullrich y que, en los hechos, recupere la función que le había señalado a ella de designar a los responsables de aquellas áreas y supervisar sus políticas. Tras visitar la Jefatura de la Policía Federal, esta semana, Villarruel dejó sentado que va “a tomar contacto con cada una de las fuerzas federales y las fuerzas armadas, más allá de quiénes sean los ministros designados por el presidente Javier Milei. Mas allá de las conjeturas, que entiendo puedan hacerse, mi respaldo para las personas designadas”. Bullrich, en todo caso, tendrá un monitoreo extra, no sólo el de la Casa Rosada.
Realismo en el mundo
Otro hecho significativo: Milei instruyó a quien será su canciller, Diana Mondino, para que el presidente de la República Popular China, Xi Jinping, sea invitado a su asunción el 10 de diciembre. Xi Jinping envió un mensaje de con gratulación al presidente electo por su victoria y la canciller formuló la invitación. No se trató de una formalidad: Milei estaba rectificando en los hechos una afirmación equívoca de su campaña, que creaba cortocircuitos con el principal cliente de Argentina en el mundo.
Más trascendente aún: el presidente electo atendió con naturalidad el llamado del Papa Francisco, un gesto del Pontífice que permitió a Milei dar por zanjados los desatinos verbales (propios y de su mentor ideológico, Benegas Lynch) cometidos durante la campaña. Se ha mencionado la gestión de esa llamada por parte de la futura canciller y de un oftamólogo que atiende al Papa. No habría que dejar de lado la prédica del arzobispo porteño, Jorge Ignacio García Cuerva el mismo domingo del comicio: “No decidamos con miedo. Nada bueno podemos hacer si tenemos miedo (…) la crisis social se ha profundizado porque nos tenemos miedo unos a otros”.
A decir verdad, los argentinos votamos sin miedo, pese a los cruces de campañas que dramatizaban los rasgos menos agradables de cada uno de los rivales.
La campaña se acabó. Ahora es responsabilidad de todos (pero siempre la cuota mayor es la de quien tiene poder, de quien ha vencido) desactivar los mecanismos que han subsistido y frenar la tentación de venganza de algunos.
“En la derrota, dignidad; en la victoria, magnanimidad”.