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Río 2016 16 de agosto de 2016

De vuelta

Por Pablo Amalfitano

Cuando llegaba a la casa de mi abuelo y me sentaba con él, lo primero que me preguntaba era cómo estaba Del Potro y cuándo jugaba. Todas las semanas la respuesta era distinta, claro, hasta que el tandilense se lesionó de gravedad y yo le contaba que intentaba recuperarse por todos los medios. Adolfo sabía mejor que nadie cuál era la pasión de su nieto mayor y por eso su primera intervención en nuestras charlas solía abarcar el presente del ex 4° del ranking de la ATP.

Tres operaciones en la muñeca izquierda y casi dos años después, Del Potro no desaprovechó su oportunidad de demostrar que todavía tiene pólvora para generar cimbronazos en el circuito. Si mi abuelo estuviera con nosotros, seguramente ya habríamos hablado sobre la medalla de plata que consiguió Juan Martín en Río de Janeiro, la segunda en su cuenta personal tras el bronce en Londres 2012.

Desde su regreso en febrero hasta antes de los Juegos Olímpicos, Del Potro había disputado 21 partidos con 13 victorias y 8 derrotas. Fue semifinalista en Delray Beach, su primer torneo en once meses, y luego también en Stuttgart. La muñeca dejaba menos rastros de la lesión y el tandilense podía empezar a soltarse. En Wimbledon ganó dos partidos al mejor de cinco sets, incluido un resonante triunfo sobre el suizo Stanislas Wawrinka.

Las buenas sensaciones crecían y Del Potro tomaba una decisión importante: desestimar el torneo de Washington, donde había ganado tres veces, para posar el foco en Río 2016. “Tengo que ser realista: mis aspiraciones en los Juegos Olímpicos dependen de un buen sorteo”, repetía en el camino. Fue al bolillero y, caprichos del destino, cayó en el cruce con Djokovic. Y ahí comenzó el show…

El servicio y el drive fueron los mejores amigos de Del Potro durante su estadía en Brasil. Borró al serbio, que soñaba con ser campeón olímpico; jugó varios partidos en muy pocas horas por la impericia de la organización; después se cargó a Joao Sousa, a Taro Daniel, a Roberto Bautista Agut y al mismísimo Rafael Nadal, medalla dorada en Beijing 2008.

Por primera vez desde Wimbledon 2013, cuando fue semifinalista, el tandilense debía afrontar seis partidos de singles consecutivos. Andy Murray le arrebató de las manos el sueño dorado pero Del Potro ya había logrado su victoria más valiosa. “Nunca lloré tantas veces en tan pocos días; esto es más grande que el US Open, es una felicidad enorme por todo lo que atravesé”, se emocionó.

Se avecina la semifinal mundial de la Copa Davis, en Glasgow ante Gran Bretaña, cuyo líder es el propio Murray, y la Torre de Tandil dejó en claro que puede ser una alternativa real para disputar los singles. Luego vendrá la gira de Asia y quién sabe si jugará los torneos europeos bajo techo. Pero ya habrá tiempo para averiguarlo. Por lo pronto, con el ranking protegido vencido para la fecha del torneo, Del Potro recibió una vital invitación para jugar el Abierto de Estados Unidos.

La esperada invitación de la Federación de Estados Unidos después de su gran actuación en los Juegos, no evitará, no obstante, que otra vez se someta al bolillero, como le pasó con Djokovic en Río. Esta vez los Juegos no dieron puntos y está 141. Eso sí, jugando como en los Olímpicos, es un Top 15 por lo menos, y los demás también estarán preocupados en que no les toque en primera ronda.

Del Potro está de vuelta en serio y mi abuelo Adolfo, desde donde quiera que esté, seguramente verá su actuación y se emocionará con nosotros. Se puede soñar con más.



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