Opinión

Del triunfo de Schiaretti a la “extravagancia” de Cristina

Por Jorge Raventos

La semana que se inició el último domingo -12 de mayo-estuvo colmada de hechos políticos relevantes. El primero ocurrió en Córdoba, con la arrasadora victoria del peronismo federal, que duplicó los votos sumados por los candidatos ligados al oficialismo nacional y le arrebató al radicalismo el gobierno de la capital de la provincia.

Juan Schiaretti quedó entronizado, con ese triunfo, como el gran articulador del peronismo alternativo. Y el discurso postelectoral con el que agradeció el apoyo de los cordobeses le sirvió para dibujar el identikit de esa corriente:  El gobernador reelecto se definió como demócrata y federal; reivindicó un peronismo de sesgo republicano al tiempo que advirtió a los espíritus recalcitrantes que “no hay república posible sin peronismo”.

Defendió la libertad de prensa sin cortapisas, subrayó la necesidad de políticas de equilibrio fiscal, respaldó la necesidad de alentar a la empresa privada y simultáneamente insistió en la necesidad de “un estado fuerte”, destacó que “Córdoba nunca defaulteó su deuda” y se opuso enérgicamente a la política de “la grieta”, “aunque haya algunos -dijo- que con ella quieran ganar elecciones”.

La Justicia vapuleada

Apenas 48 horas después de la elección cordobesa, se produjo una circunstancia que velozmente fue proyectada al nivel de escándalo. Ello ocurrió porque una interpretación pret a porter dio por sentado que la mayoría de la Corte Suprema (4 a 1: única excepción, su devaluado presidente, Carlos Rosenkrantz), había decidido hacer un favor a la señora de Kirchner al solicitar al Tribunal Oral encargado del proceso que se iniciaría el martes 21 de este mes el expediente completo de las actuaciones.

Se atribuyó al alto tribunal la intención de suspender sine die el primer juicio oral al que debe someterse la expresidente o promover alguna forma de protección indebida. “La Corte Suprema ya votó por Cristina Kirchner”, resumió un distinguido analista. Idéntica certeza exhibieron los medios más importantes y algunos vecindarios céntricos de la ciudad de Buenos Aires, que promovieron un cacerolazo localizado.

Irónicamente, esa convicción también pareció embargar a amigos de la expresidente que, mientras aquellos presionaban y descalificaban a la Corte, interpretaron que había llegado la hora de lanzar admoniciones a otros magistrados: aquellos que administran causas que perturban a la señora de Kirchner.

La Corte aclaró el jueves formalmente lo que ya había explicado a periodistas que la consultaron: la solicitud del expediente no implicaba en modo alguno la postergación del juicio; se había decidido controlar preventivamente la corrección y transparencia del procedimiento judicial para no correr el riesgo de tener que hacerlo ex post, con la eventual revisión de algún fallo. Es fácil imaginar cuál sería el orden del escándalo en ese caso, si la solicitud del expediente disparó semejante fuego graneado.

Cuando quedó totalmente establecido que el inicio del juicio oral no estaba en discusión, la interpretación de muchos de quienes habían esgrimido aquella traducción de la medida del alto tribunal pasó a ser que los jueces retrocedieron “por la presión social”.En la historia del periodismo hay curiosas formas de rectificar un error, algunas graciosas, como la de aquel medio que había informado equivocadamente el fallecimiento de una persona.

Aunque el interesado se quejó personalmente para demostrar que estaba vivito y coleando, para resarcirlo sin admitir la falla informativa le ofrecieron anunciar su nacimiento al día siguiente.

El episodio sirvió para mostrar la incoherencia de quienes, después de rasgarse las vestiduras ante la propuesta tosca de un escritor telúrico sobre la”eliminación del Poder Judicial”, lanzan ataques y advertencias a la Corte Suprema que ni siquiera se basan en hechos ocurridos, sino en la pretendida adivinación de intenciones o en la pretensión de que los jueces no fallen basados en su propio juicio sino en lo que esos críticos consideran “indiscutible”. Otra manifestación de la grieta.

Cristina Kirchner desmiente vaticinios

En cualquier caso, el bombardeo contra la Corte fue el paisaje de fondo de la tercera noticia relevante de la semana. La anunció vía Twitter la señora de Kirchner: ella le ofreció a Alberto Fernández la candidatura presidencial del sector que ella misma conduce y completó la fórmula con su propio nombre. Así, bastante antes de lo que se preveía, la expresidente reveló lo que se suponía el dato más misterioso de este proceso electoral; esto es, el papel que ella se reservaba en relación con las candidaturas.

Algunos prestigiosos comentaristas que venían asegurando sin vacilación alguna que “Cristina Kirchner será candidata, diga ahora lo que diga”, tal vez frustrados como vaticinadores decidieron juzgar como ”una extravagancia” la decisión de la señora de Kirchner.

Tal vez sea más aconsejable analizar los hechos. En noviembre del año último esta columna conjeturaba que “podría ocurrir que el capítulo final de la polarización con la señora de Kirchner que se alienta desde la Casa Rosada no sea una candidatura presidencial de ella, sino la de alguna figura del peronismo que no esté cargada con los lastres que ella sobrelleva. Esta hipótesis puede corporizarse de distintas maneras”.

Era ya evidente que la señora de Kirchner registraba no sólo el “techo bajo” que le mostraban las encuestas (un dato que se ha flexibilizado ligeramenete desde entonces), sino que, en la eventualidad de competir electoralmente y triunfar, encontraría resistencias enormes -domésticas e internacionales- para gobernar. La andanada contra la Corte seguramente ratificó sus prevenciones. “El mundo está distinto y nosotros también”, reflexionó en su mensaje del sábado. Y volvió a plantear el tema de la gobernabilidad: “Está claro, entonces, que la coalición que gobierne deberá ser mucho más amplia que la que haya ganado las elecciones”.

Señalaba esta columna una semana atrás: “Suponer que la señora no es capaz de aprender de la experiencia ni de sacar conclusiones de sus fallos es (así sea acertado) un prejuicio . No hay a priori motivos para suponer que otros pueden cambiar pero no ella. Prejuicio o no, esa parece ser la opinión de un sector ciertamente amplio, aunque no mayoritario, de la sociedad: de allí el “techo” que las encuestas revelan y que constituiría un obstáculo muy difícil de franquear -por cierto, no el único- en caso de que ella decidiera ser candidata presidencial”.

Fuera de la zona de confort

Ya el año último, mientras sobrellevaba una polarización condimentada por sus bretes judiciales, CFK empezó a buscar aproximaciones a sectores y personas que estaban fuera de su zona de confort. Algunos políticos que habían sido críticos de sus últimos años de gobierno fueron convocados a conversar. Alberto Fernández es uno de ellos. Otro, por caso, es Felipe Solá que ya entonces apostaba a ser el beneficiario de algún paso al costado de la señora como el que ahora benefició a Fernández. Ella buscaba construir puentes con el electorado independiente con los materiales que tenía a su alcance.

Por cierto, ni Fernández -ni Solá, ni Pino Solanas, que también se acercó al Inatituto Patria- son candidatos que cuenten con capital electoral propio. Si ella los hubiera nominado sin su propio acompañamiento el conjunto del aparato político kirchnerista se hubiera alzado en rebelión o hubiera buscado otros destinos discretamente: ellos necesitan una boleta presidencial que arrastre. La presencia de la señora en la boleta era indispensable. Ella eligió el segundo término del binomio, tomando el ejemplo de Juan Perón en 1962, cuando quiso acompañar a Andrés Framini en la fórmula a la gobernación bonaerense: Framini-Perón (esa fórmula terminó proscripta y Framini debió formar otra, Framini-Anglada, que triunfó pero su elección fue anulada. Pero esa es otra historia). Perón exhibió con claridad su respaldo al candidato y le traspasó su caudal natural.

Una fórmula contradictoria

En el caso de la señora de Kirchner, aquello que le asegura la contención del voto propio le perjudica la intención que guió la elección de Fernández: muchos moderados que él pueda ayudar a aproximar estarán frenados por la escolta de la señora. Es evidentemente ella la que manda, la que tiene el poder político en esa dupla. Fatalmente vendrá a la memoria el viejo slogan “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, que simbolizó una situación crítica de doble comando. La experiencia de sucesión conyugal Néstor-Cristina como recurso para gambetear en familia límites constitucionales a la reelección presidencial opera también como un lastre para la búsqueda de votantes independientes.

Es probable también que, aunque la figura de Alberto Fernández consigue permear en medios que la señora de Kirchner no frecuenta -ciertas embajadas influyentes, ciertos grupos mediáticos de peso- ese hecho sea insuficiente para neutralizar la desconfianza que ella despertó desde su acción de gobierno. Aunque la designación misma del candidato parece ser un gesto significativo en relación a aquellos círculos, probablemente no alcance para diluir los recelos.

En términos políticos, el anuncio de la señora de Kirchner indica que registra el aislamiento en el que se encerró (particularmente, pero no exclusivamente, con la creación de Unidad Ciudadana y su divorcio temporario del aparato justicialista) y las persistentes consecuencias desatadas de los vientos que sus gobiernos sembraron.

El peronismo alternativo y la UCR

En términos electorales, su baza del sábado golpea sobre dos blancos. Sobre el peronismo alternativo, en primer lugar: lo pone ante la urgencia de definir sus candidatos y su estructura si es que aspira a jugar un papel no secundario en octubre y noviembre. El mensaje de respaldo del gobernador tucumano Juan Manzur a Alberto Fernández insinúa ya una discusión en el seno de los gobernadores peronistas. Tal vez se deba a que Manzur prioriza la elección en su provincia (9 de junio) donde Cristina Kirchner tiene un fuerte seguimiento y él debe competir con José Alperovich, que se envuelve en la bandera cristinista. En cualquier caso, el tweet de Manzur no silba hoy la misma melodía que interpretó Schiaretti un domingo atrás.

La designación de Fernández tanto como la reciente visita a la sed del Partido Justicialista muestra la intención de disputarle en todos los frentes los votantes justicialistas al peronismo federal. Ese es el primer frente.

El otro blanco de la señora de Kirchner es Cambiemos. Su original resolución de la fórmula propia no conmueve la rígida línea polarizadora que orientan los estrategas de la Casa Rosada (a lo sumo, le exige alguna variante creativa), pero golpea sobre el flanco radical de la coalición.

Otro hecho notable de la semana fue, precisamente, la declaración del presidente de la Unión Cívica Radical, el gobernador de Mendoza Alfredo Cornejo, ante una jerarquizada audiencia en la AmCham, la Cámara de Comercio estadounidense en la Argentina, en la que puso en duda la candidatura presidencial de Mauricio Macri.

La intensidad que se desarrolla en las disputas internas de Cambiemos retroalimenta, si se quiere, la caída del oficialismo en las encuestas, que es uno de los argumentos que suelen instrumentarse para cuestionar la candidatura presidencial de Macri. La novedad introducida por la señora de Kirchner la vuelve -a los ojos del radicalismo- más competitiva que antes, ya que, aunque sea parcialmente, el nombre de Alberto Fernández diluye el efecto K.

Antes se pedía que el nombre de Macri fuera reemplazado por otro más competitivo (el de María Eugenia Vidal). Ahora, siguiendo el método cristinista, algunos empiezan a proponer que Macri se proponga como vice de Vidal (o de Rodríguez Larreta) y hay otros que insisten en la necesidad de una coalición amplia, con el peronismo que sigue a Schiaretti o a Roberto Lavagna.

Pese a las presiones, la candidatura del Presidente sigue firme. A lo sumo, como aceptó el ministro de Interior, Macri podría someterse a una competencia en las PASO de agosto. No hay a la vista nadie que le pueda hacer sombra.La convención radical que se desarrollará en Parque Norte la última semana de mayo puede concluir con un pliego de condiciones a presentar al gobierno (PASO presidencial, conducción colectiva de Cambiemos, acuerdos sobre políticas de gobierno, ciertas posiciones en las listas y los ministerios) y, eventualmente, conceder la libertad de acción a aquellos radicales que quieran probar otras alianzas (es decir, no considerar esas pruebas como indisciplinas partidarias punibles).

El peronismo -con la victoria de Schiaretti en Córdoba y con la “extravagancia” de la fórmula de CFK- le puso su firma a la semana que termina.

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