Denuncian una estafa con pasajes aéreos que perjudicó a decenas de familias
Decenas de personas denuncian haber sido víctimas de una red que ofrecía pasajes aéreos con grandes descuentos. Los boletos se pagaban en efectivo y sin respaldo formal, lo que generó una cadena de confianza que terminó en colapso. La Justicia investiga si se trató de un esquema Ponzi y busca determinar la cantidad total de afectados.
Una supuesta oferta para conseguir vuelos económicos a Europa terminó en un escándalo judicial que afecta a numerosas familias del Área Metropolitana de Buenos Aires. La investigación apunta a una posible estafa relacionada con la venta de pasajes aéreos, en su mayoría dirigida a personas de clase media y alta que confiaron en una mujer que promocionaba tarifas significativamente más bajas que las del mercado tradicional.
La maniobra gira en torno a una presunta intermediaria, identificada como Karyna, quien aseguraba tener acceso privilegiado a boletos con importantes descuentos a través de aerolíneas internacionales como Iberia y Lufthansa. Utilizaba el sistema “subject to load” (sublo), que permite a empleados del sector viajar a bajo costo según la disponibilidad de asientos. Durante meses, varios clientes lograron volar sin inconvenientes, lo que fortaleció la percepción de legitimidad. No obstante, el esquema comenzó a desmoronarse recientemente.
Una red informal y creciente
Las operaciones se realizaban de forma informal y sin la entrega inmediata de tickets ni códigos de reserva. Los pagos, realizados en efectivo, solían concretarse en domicilios particulares ubicados en zonas como Recoleta o el norte del conurbano. A menudo, una segunda mujer acudía en persona a cobrar el dinero. Los pasajes eran emitidos apenas uno o dos días antes del vuelo, lo que generaba incertidumbre, pero también mantenía viva la esperanza de que el sistema funcionaba. Esto llevó a que muchas personas recomendaran el servicio a conocidos, ampliando rápidamente la red.
A partir de ciertas demoras y excusas relacionadas con problemas gremiales y supuestos cambios en los accesos a las tarifas especiales, la operadora comenzó a ofrecer salidas desde Brasil como alternativa. Esta modificación implicaba mayores gastos para los pasajeros, algunos de los cuales debieron costearse traslados adicionales hasta San Pablo. En los casos más graves, los pasajes nunca llegaron a emitirse, y la principal sospechosa dejó de contestar comunicaciones.
El rol de las redes y los testimonios
La difusión del caso cobró impulso cuando el usuario de redes sociales @HubertoBourlon, conocido como “El Guiso”, denunció públicamente una estafa que involucraba a personas con alto poder adquisitivo. Tras su publicación, comenzaron a multiplicarse los relatos de afectados, algunos de los cuales incluso habían vendido pasajes a terceros creyendo que participaban en un sistema legal.
Otra mujer, mencionada por las víctimas como Agustina, también habría ofrecido vuelos por valores cercanos a los 900 dólares, cobrando siempre en efectivo en su domicilio. Si bien algunas personas recibieron los boletos prometidos, otras nunca pudieron viajar.
Hipótesis judicial y avance de la causa
La Justicia considera que el caso podría encuadrarse en un esquema tipo Ponzi, en el que el dinero de nuevos compradores servía para costear los viajes de quienes habían pagado antes. Esta dinámica explicaría por qué algunos lograron embarcar sin inconvenientes durante un tiempo. Sin embargo, cuando comenzaron a escasear los nuevos ingresos, el sistema colapsó.
El expediente penal se tramita en el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional N° 57, con intervención de la Fiscalía N° 58. Ya se recibieron varias denuncias formales y se evalúa la documentación aportada. Las autoridades manejan la causa con extrema reserva, ante la posibilidad de que existan más implicados y víctimas no identificadas.
Según algunas versiones, Karyna habría sido internada tras un intento de suicidio, aunque su estado actual no fue confirmado oficialmente. Mientras tanto, las personas perjudicadas enfrentan no solo la pérdida económica —en algunos casos, de hasta 2.500 dólares por pasaje en clase ejecutiva— sino también el impacto emocional de haber visto frustrados viajes familiares y haber involucrado a sus propios allegados en la operatoria.
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